Después de cincuenta y cinco días de sitio, el sultán Mehmet II tomó Constantinopla el 29 de mayo de 1453. El Imperio Romano de Oriente, mejor conocido como el Imperio Bizantino, dejaba de existir al final de una existencia milenaria. Heredero de Roma, resistió siete siglos a la ofensiva permanente de los soberanos musulmanes, desde los califas árabes hasta el sultán turco. La división mortífera de los cristianos entre el Oriente ortodoxo y el Occidente latino, Roma contra Constantinopla, condenó Bizancio a una larga agonía, a partir de 1204, cuando la cuarta cruzada fue desviada por los venecianos contra la gloriosa ciudad que sufrió todas las atrocidades de un saco; al grado de que el Papa excomulgó a los cruzados y a los dirigentes de Venecia. El daño estaba hecho y los ortodoxos no han perdonado ni olvidado.

Tampoco olvidaron el fatídico 29 de mayo de 1453 y cada año, en todas las iglesias ortodoxas se recuerda el hecho cantando las “lamentaciones sobre la caída de Constantinopla”. Este acontecimiento, celebrado con gran pompa por el presidente turco Recip Erdogan, fue efectivamente un parteaguas en la historia del mundo, al manifestar el principio del apogeo del imperio otomano, un apogeo que duró tres siglos.

Sigo el relato de Cristobulos de Imbros, en su Historia de las conquistas de Mehmet II: el saco duró tres días, la población fue masacrada, los ancianos, los enfermos, los niños de menos de siete años, y el resto esclavizado. “Todo el día (el 29), los turcos hicieron, por toda la ciudad, gran carnicería de los cristianos. La sangre corría sobre la tierra como si lloviese y formaban riachuelos. Los cuerpos fueron tirados al mar que los arrastraba”. Violaciones infinitas de mujeres y efebos: “Virtuosas doncellas, hermosas mujeres fueron violentamente arrancadas de su casa, jaladas brutalmente a la calle, mientras otras, todavía dormidas, vieron surgir, como en una pesadilla, hombres en armas, cubiertos de sangre, rabiosos”. ¿Exagera el cristiano? El cronista turco se maravilla: ”Sacaron a la calle las bellezas griegas, francas, rusas y los adolescentes que despiertan la turbación, los encuentros paradisiacos, muchachas parecidas a las estrellas de la Lira, con sus pechos redondos, sus ojos maliciosos y lánguidos”.

A la hora de repartir el botín, el sultán se reservó gran cantidad de muchachos y muchachas, mandó cuatrocientos niños como regalo al sultán de Egipto, otros tantos a los reyes de Túnez y Granada. Uno piensa en las hazañas presentes del Califato (ISIS) y de Boko Haram con sus masacres, explotación sexual, restauración de la esclavitud. Los combatientes italianos y catalanes fueron muertos, en compañía de la élite griega. Los que se salvaron, duraron meses y años en esclavitud antes de ser liberados mediante pago de un rescate, pero no tuvieron siempre la posibilidad de salvar a su familia; el alto jerarca bizantino Makarios Melisinos recobró así la libertad, pero su hijo y su hija, demasiado hermosos, perecieron en el harem del sultán.

Tolkien se inspiró de la caída de Constantinopla, la de 1453, no la de 1204, para las grandes batallas de El Señor de los anillos. En 1876-1877, cuando los ejércitos rusos salvaron a los búlgaros, masivamente masacrados por los paramilitares del sultán, cuando llegaron a las puertas de Constantinopla/Estambul, y otra vez durante la primera guerra mundial, los rusos creyeron que iban a recobrar “la Ciudad del Emperador”, Tsargrad. No solamente su sueño no se realizó, no solamente los turcos siguieron y siguen en la ciudad, sino fueron expulsados los millones de griegos que mantenían su presencia multimilenaria en lo que es Turquía desde 1923. En 1453 el humanista Eneas Piccolomini, el futuro papa Pío II lloró “la segunda muerte de Homero y Platón”, pero Europa no hizo nada para reconquistar la ciudad. No había hecho nada para defenderla.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

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