Es lo que cantan los tres cochinitos en el mundialmente famoso dibujo animado de Walt Disney, anterior a la Segunda Guerra Mundial y, durante la guerra, el mismo Disney representó a Hitler como el lobo feroz. ¿Debemos tenerle miedo a Trump? El brillante economista francés, Pierre-Noël Giraud, publicado por el Fondo de Cultura Económica, contesta que no: “De ninguna manera. Su elección nos pone a todos, y a los americanos en primera línea, contra la pared: tendremos que volver seriamente a hacer política. Si Trump hace lo que dijo, firma el declino irreversible de un siglo de “imperio americano”, declino tan anunciado y tan deseado por muchos” (10 de febrero de 2017).

En cuanto a la economía, se acaba la fase de libre cambio en la globalización; no habrá des-globalización, sino una nueva fase, mercantilista, de la misma. China nos da el ejemplo, al exigir de Airbus, cuando le vende sus aviones, que invierta en China y produzca allí mismo parte de las piezas. Giraud le aconseja a Europa, algo que vale para México: hacer lo que hace China”, imponer contenidos mínimos de valor agregado local”. No recurrir para nada a un instrumento antiguo y rebasado, el proteccionismo clásico de las barreras aduanales, instrumento con el cual Trump pretende asustarnos.

Europa, dice Giraud, y México, añado yo, debe definir una nueva política económica externa, pero también interna, a base de mercantilismo estratégico y autonomía financiera, para recuperar los márgenes de maniobra que necesita el gobierno, para luchar contra las desigualdades crecientes que, en Europa, alimentan la xenofobia y, en México, el populismo.

En política exterior, el aislacionismo de Donald Trump debilitará a su país, al abrir la vía a potencias regionales como China, India, Irán, Turquía y, obviamente, Rusia. ¿Eso debe preocuparnos? Claro que no. Además, México tiene todo para ser una potencia regional. Esa multipolarización debería obligar a Europa a construir por fin una política exterior y un ejército europeo. Y obligarnos a tener una diplomacia orientada a los cuatro vientos, en lugar de quedar hipnotizados por Washington, como la pobre paloma frente a la boa.

Gracias a Trump, nos encontramos frente a nuestras responsabilidades. Es cierto que nos agarró por sorpresa y que todo acontecimiento brusco zarandea todo. Lo brusco es un modo de propagación y el tuiteo permanente de Trump opera como las réplicas después del temblor. Nuestra contestación a lo que se esperaba es inmediata, mientras que la sorpresa nos deja pasmados. Frente a Trump, todos quedaron desamparados. El tiempo de la ejecución depende del tiempo de preparación y varía en sentido inverso. Cuando Trump firma decretos que bien podrían quedar en letra muerta, cuando tuitea, es suficiente para paralizarnos, como la visión de la cara de Medusa. La sensación mata la percepción, atonta el entendimiento, la sorpresa dura más que su causa, de modo que la primera reacción es la ausencia de reacción. Peor tantito, al momento del choque, reaccionamos con “ideas” (uso las comillas porque ni son ideas) muy rápidas, sin desarrollo ni reflexión, ideas-pánicos, incompletas, como los movimientos desordenados de quién recibió un trompicón en la cabeza, ideas alejadas de la realidad, como el hombre caído al agua que no sabe nadar.

La realidad no es tan mala, nos demuestra Gustavo Verduzco (Colegio de México) con sus Notas y estadísticas sobre aspectos de la relación México-Estados Unidos, un tema que trabaja desde… 1978, por lo menos. Examina los asuntos de migración, comercio, turismo y Frontera Norte, y les daré como botón de muestra el dato demográfico: la migración indocumentada de México a EU ha llegado a su nivel más bajo en 50 años. “Hemos pasado en estos últimos años de una situación donde prevalecía la migración indocumentada a otra en que prevalece la documentada, con lo que se vuelven aún más absurdos los dichos y las pretensiones de Trump”.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

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