¿Les parecería buena idea mandar lesionados a los jugadores de nuestra Selección Nacional al mundial de futbol? No, ¿verdad? Pues algo así ocurre cuando se golpea a placer al presidente Peña Nieto y al canciller Luis Videgaray a pesar de ser quienes encabezan la relación oficial con Estados Unidos.

Que conste que yo he sido un crítico pertinaz de la actual administración. Cosa de echar un vistazo a mi timeline de Twitter para que no quepa duda. Pero sé también reconocer aciertos y cerrar filas cuando la ocasión lo amerita.

Las marchas del domingo 12 de febrero mostraron algo más que desorganización. Fue la prueba palpable de que ni para entonar al unísono el Himno Nacional nos ponemos de acuerdo. Contingentes divididos mostraron cerrazón e intolerancia contra sus pares. La izquierda que pretende monopolizar la auténtica protesta social fustiga lo que a su parecer es frivolidad de la derecha oportunista.

Las consignas iban por igual contra Trump que contra Peña. Aparecieron gritos por los 43 normalistas de Ayotzinapa y un sinfín de mentadas de madre por tan irritado humor social.

Tienen razón quienes rechazan el llamado de unidad en torno a la persona de Enrique Peña Nieto. No se trata de arropar al individuo sino de fortalecer su investidura. Recordemos que, en México, el Ejecutivo Federal se erige, a la vez, en jefe de Estado y en jefe de Gobierno. Abundan las razones para estar en desacuerdo con su gestión, pero es un despropósito debilitarlo y restarle autoridad en su labor diplomática.

Trump y su endemoniado asesor Steve Bannon deben estar revolcándose de la risa luego de ver nuestras movilizaciones y consignas. Si esa es la unidad y fortaleza de un pueblo enojado e indignado por sus aberrantes políticas públicas, no tienen de qué preocuparse.

Prestamos oídos y compramos a la primera de cambio cualquier versión sobre el supuesto amago telefónico de enviar, contra nuestra voluntad, fuerzas armadas estadounidenses. Tomamos como válida la inverosímil historieta de nuestro secretario Videgaray enmendándole la plana al intolerante Donald Trump en la mismísima Oficina Oval de la Casa Blanca.

En medio de esas maliciosas filtraciones de prensa, sin que conste nada de lo que ahí se apunta, vuelven a exigir la renuncia de uno y otro por considerarlos débiles y torpes. Ah, pero a la vez, les exigimos que muestren carácter en sus próximos encuentros y que no cedan ni un milímetro en la posición de defensa de los intereses de nuestros migrantes, de sus remesas y sobre la construcción del muro y su financiamiento. Auténtica esquizofrenia.

Por si fuera poco, se convoca a dejar de consumir productos o servicios de marca estadounidense sin considerar que muchos de ellos son producidos en México, con mano de obra e insumos propios, y que se trata de empresas que pagan impuestos en nuestro país.

Y nos da por hacer cadenas humanas, en redes sociales y miles de memes. Desempolvamos al “masiosare” que todos tenemos dentro y descargamos así nuestra indignación. Pero eso no alcanza. Hay que mostrar fuerza, unidad y estrategia frente a Trump. Y, para ello, debemos dejar a un lado nuestros prejuicios y pleitos internos. Sé que es mucho pedir. Pero no hay de otra.

Maestro de la Escuela Libre de Derecho

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