Mientras Venezuela se aventura hacia una guerra civil, un debate cada vez más acalorado sobre la naturaleza del madurismo se ha gestado entre las izquierdas latinoamericanas, del que los mexicanos no estamos ausentes.

Hasta hace poco, muchos sectores de izquierda preferían ignorar el carácter crecientemente autoritario del madurismo y evitaban tomar posturas. Algunos porque reciben o recibieron líneas de financiamiento de Venezuela, otros por enarbolar sacrosantos principios de “no intervención en los asuntos de otras naciones”, y unos más —en un raciocino tan viejo como el diablo— por creer que criticar a un gobierno de izquierda es hacerle el juego a la derecha o al Imperio.

Un sector de las izquierdas, sin embargo, ha decidido pronunciarse ante lo que considera una “deriva autoritaria”, postura que hicieron pública en un . Allí denuncian la existencia de más de 50 muertos, centenas de heridos y detenidos, puestos indebidamente a disposición de tribunales militares.

En ese grupo —con el que hoy simpatizan varios ex chavistas— se ve con preocupación que el Ejecutivo ha desconocido al Legislativo, bloqueado la posibilidad de llevar a cabo un referéndum revocatorio previsto en la propia Constitución— y ha postergado elecciones locales, convocando además a una Asamblea Constituyente de forma claramente inconstitucional.

Del otro lado, sin embargo, hay un grupo que ha optado por salir a defender lo indefendible. Así lo hicieron en un desplegado publicado a principios de este mes ——, firmado por un gran número de políticos e intelectuales como Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, Ignacio Ramonet, Pablo González Casanova y Gilberto López y Rivas en México, además de varios columnistas y periodistas de La Jornada.

Los firmantes de este desplegado adoptan de forma acrítica hasta las más evidentes aberraciones discursivas del madurismo. Para ellos, el régimen sostiene “plenamente en funciones” a la Asamblea Legislativa, cuando el mundo entero ha visto cómo se han usurpado sus atribuciones una y otra vez, y se comen una mentira tan ridícula como es la supuesta “elección fraudulenta” de cuatro diputados, casualmente los mismos que la oposición necesitaba para alcanzar una mayoría absoluta en el Legislativo.

En la lógica de esa izquierda está la amenaza de lo que consideran una eminente intervención militar de EU en Venezuela, de la cual no presentan ninguna evidencia, y que es justificación para lo que sea. Este grupo no ve un uso excesivo de la fuerza para reprimir protestas estudiantiles, a pesar de todos los testimonios que hemos visto, ni existen casi 300 presos de conciencia. Los actos de violencia son justificables como defensa ante la “eminente radicalización militarista del imperio norteamericano” y porque, además —concluyen con absoluta determinación— “no hay resolución pacífica o democrática a la lucha de clases”.

Lo que más me ha alarmado leer en los últimos días es una columna del sociólogo argentino , quien en el extremo del delirio ideológico escribió: “La absoluta y criminal intransigencia de la oposición terrorista cierra cualquier otro camino que no sea el de su completa y definitiva derrota militar (…). Desgraciadamente ahora le toca hablar a las armas (…) No hay que escatimar esfuerzo alguno para evitar tan desastroso desenlace”.

Intelectuales funcionales a regímenes de diverso tipo los ha habido siempre. Lo que la historia de las izquierdas ya nos lo debería haber enseñado es que cuando se trata de derechos humanos, de la vida y la muerte de personas concretas, no hay izquierdas ni derechas. La complicidad de los partidos comunistas de casi todo el mundo con los horrores del estalinismo debería ser lección suficiente.

Analista político

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