La reciente designación del doctor Miguel Basáñez como nuestro embajador en Washington ha hecho correr tinta a raudales en los medios informativos. No son pocos lo que se sienten decepcionados de que el nombramiento de un académico, respetado y respetable, les haya privado de arremeter contra el presidente Enrique Peña Nieto, como probablemente lo deseaban, pues esperaban que a algún miembro de su gabinete se le hubiese tendido un puente de plata para acabar con su carrera política. Como en el currículum del embajador designado no se encuentra nada grave que la oposición pueda objetar, resulta que el nombramiento es por demás inocuo.

Afirman los detractores del nombramiento que el nuevo embajador no tiene experiencia diplomática, como si todos los que han desempeñado ese cargo la hubieran tenido. Basta echar un vistazo a la historia diplomática de México para asegurar lo contrario. Y es que la relevancia del cargo, con experiencia o sin ella, depende en gran medida de la coyuntura política.

Pocos han sido nuestros embajadores en Estados Unidos que se hayan distinguido por haber destrabado un conflicto con ese país o arreglado una situación específica de gran interés nacional no por falta de empeño y habilidad, sino porque intervienen en nuestra complicada relación con Estados Unidos multitud de actores que relegan la actividad de la embajada a un papel secundario. Recordemos las negociaciones para la celebración del Tratado de Libre Comercio.

En el siglo XIX don Matías Romero, el más ilustre de nuestros diplomáticos, se distinguió por haber logrado el apoyo de Washington para la restauración de la República y lo hizo en condiciones precarias. En el siglo XX el embajador Castillo Nájera participó, con la Secretaría de Hacienda, en lograr los acuerdos con el gobierno americano para solucionar los conflictos derivados de la expropiación petrolera. La coyuntura internacional en ese entonces, ante la ominosa amenaza de la Segunda Guerra Mundial, influyó poderosamente en la posición de Washington a favor de un arreglo con México.

Otros comentaristas descalifican a Basáñez por no ser diplomático de carrera sin tomar en cuenta que han sido muy pocos los diplomáticos de carrera que han desempeñado tan importante puesto.

En alguna ocasión escuché decir a don Antonio Carrillo Flores que los diplomáticos eran como los bomberos: esperaban pacientemente a que se produjera un incendio para acudir a apagarlo. En la actual coyuntura, y por más que se quiera dar una importancia desmedida a la fuga del Chapo, no hay en nuestra relación con el vecino del norte una situación que ponga en riesgo ni nuestra seguridad, ni nuestros intereses económicos.

No han faltado las críticas a la tardía designación del nuevo embajador. Esta si es una situación inédita e infortunadamente para el gobierno, durante ese periodo ocurrió el “imperdonable” suceso que tanta conmoción ha provocado. Sin embargo, como hemos visto no pasó nada. La relación bilateral no ha sufrido detrimento mayor.

Viene ahora el proceso de ratificación que se ha postergado para el próximo periodo ordinario del Congreso para darle mayor relevancia en los medios a ese trámite burocrático que confirmará el nombramiento.

Ex embajador de México en Egipto, Arabia Saudita, Siria y Jordania

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