Circuló en las redes la semana pasada un artículo publicado por la revista Este País, firmado por Dave Tomar. Bajo el título “El estudiante fantasma: el hombre que escribe los ensayos de tus estudiantes cuenta su historia”, es buena traducción de un artículo aparecido en 2010 en la revista estadounidense The Chronicle of Higher Education que, a su vez, adapta páginas de un libro del mismo Tomar que en español se llamaría “El académico fantasma: cómo hice negocio ayudando universitarios a hacer trampa”.

El negocio de Mr. Tomar consistió en atender en línea, a lo largo de una década, a una amplia clientela que le compraba desde trabajos escolares universitarios hasta tesis profesionales. Dice Tomar que en un año escribió “unas cinco mil páginas de ensayos universitarios”, lo mismo sobre psicología cognitiva para un doctorado en sociología que ensayos de posgrado sobre diplomacia internacional y lo mismo sobre historia, cine y filosofía que sobre farmacología, teología y ética. “Nunca has escuchado hablar de mí, pero probablemente has leído algo de mi trabajo”, se lamenta (y se jacta, y hasta denuncia) este señor, el único en el mundo que ha escrito 12 tesis de posgrado.

El autonombrado “mercenario académico” dice haberse dedicado a ese “negocio” entre 2000 y 2010. Llegó a ser dueño de una compañía que cuenta con 50 escritores fantasmas que “genera miles de dólares al mes”, procesa 20 encargos en promedio cada día y celebra que “en medio de esta gran crisis económica, el negocio está en auge”. Un negocio que, se ufana Tomar con comprensible malicia, le permite vivir muy bien gracias “a la desesperación, la miseria y la ineptitud que tu sistema educativo ha creado”.

Otro artículo de Tomar, ahora en The New York Times en 2013, “Cómo ayudé a hacer trampa a los maestros”, explica la forma en que sus servicios profesionales han sido útiles para los mentores. Son ellos, dice, quienes más en deuda están con su negocio, pues ellos son los que se benefician de que sus alumnos logren graduarse a pesar de sus deficiencias (las de los alumnos y las de ellos mismos). Los alumnos logran graduarse y los maestros juntan puntaje académico: tutti contenti.

Los émulos de Dave Tomar pululan en las redes en México, ofreciendo sus servicios siempre “con confidencialidad”. TE ELABORAMOS TU TESIS PROFESIONAL, dice uno que, además, ofrece encargarse de la edición. “Tesis profesionales” dice en Facebook: “Equipo de especialistas dedicados a la estructuración, diseño y elaboración de tesis profesionales de todas las disciplinas y grados, no obstante, somos especialistas en DERECHO” (sic). Wordsdoctorate.com/mexico/ anuncia que cuenta con 167 especialistas de “nivel mundial” que aseguran que las tesis se entregan “con el plagio informe comprueba en Software basado en licencias”, que supongo garantiza que los plagios no serán detectados por los instrumentos disponibles. Calculo que estos negocios deben ser mucho más redituables aquí que en Estados Unidos.

Recordé que hace años, en un comentario titulado “Tesis a domicilio” —que puede leerse en línea— leí en un digno periódico de “izquierda” el anuncio de un negocio llamado “Tesis Hoy”, que ofrecía escribírsela a quienes se reconocían incapaces, o no tenían tiempo, o les había dado diverticulitis o simplemente no les daba la gana (o la sesera). Pensé entonces en la triste paradoja: el tramposo a quien el pueblo sudoroso le paga, por medio del erario, los 200 mil pesos que cuesta su carrera profesional en una universidad pública, recurre a la iniciativa privada para comprarle una tesis profesional hechiza. ¿Llegaría el momento en que la educación libre, científica, humanista y popular exija que contratar tesis con fantasmas también sea gratuito?

(Escrito este comentario, me entero de que la periodista Carmen Aristegui ha publicado “De plagiador a presidente”, escrito que documenta que el presidente Enrique Peña Nieto plagió 28.88% de su tesis de licenciatura de 1991 titulada “El presidencialismo mexicano y Álvaro Obregón”. Es una vergüenza. La Universidad Panamericana, que le otorgó la licenciatura, deberá revocarle el título y sancionar al director de tesis Eduardo Alfonso Guerrero Martínez y a los sinodales. Y la SEP debería cancelar su cédula profesional. No lo harán: Obregón aún está vivo.)

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