En los últimos días se han planteado dos rutas muy distintas para la gente que quiere que haya un cambio en este país. Por un lado, el PAN y el PRD han propuesto la creación de un llamado Frente Amplio. Aunque una forma de ver a este Frente es como una bola de humo de los dirigentes del PAN y PRD para distraer a sus oposiciones internas y dar tiempo a seguir fortaleciendo sus propias candidaturas, hay quienes sí se lo han tomado en serio y hay quienes incluso han propuesto variantes que pretenden incorporar a Organizaciones de la Sociedad Civil y a potenciales candidatos independientes. En algunas de estas vertientes incluso ya hay quienes han propuesto una ruta específica que incluye la participación de consejos de notables, debates entre aspirantes, y rondas de encuestas para elegir al candidato. Con ello se daría lugar a un proceso electoral paralelo que, dicen, podría lograr atraer la atención e imaginación de la sociedad y podría estimular el interés en el candidato(a) que surgiera de dicho proceso.

Esta ruta pone el énfasis en la estrategia a seguir. Habla del imperativo de las alianzas y señala que nadie podrá ganar si no forma parte de una de ellas. El programa en este caso es lo de menos. Si acaso, a lo más que se aspira es a tener un mínimo común denominador que logre aglutinar a la mayor cantidad de gente posible. Dada la naturaleza del frente, y para evitar la confrontación de las diferencias ideológicas de fondo que pudieran existir, no se espera una plataforma detallada, sino más bien una serie de posicionamientos llenos de lugares comunes, pletóricos de buenos deseos y con propuestas muy descafeínadas.

La segunda ruta es la que planteó hace poco la maestra Ifigenia Martínez. Lo que ella propuso es un decálogo muy preciso. Aquí no se busca el mínimo común denominador sino un programa y una plataforma política común. Aquí no se busca evitar la confrontación ideológica, sino que se parte de una crítica muy concreta de la situación actual en materia de seguridad, economía y desarrollo social. Los puntos que propone Ifigenia son los siguientes: 1) Definir el papel de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad. Diseñar una nueva estrategia contra el crimen organizado y atender el asunto de los desaparecidos. 2) Impulsar la austeridad, reducir el costo del aparato burocrático y eliminar gastos suntuarios y prebendas. 3) Combatir la corrupción. Desmontar el aparato promotor de complicidades y los mecanismos de convivencia entre funcionarios y empresas. 4) Cambiar la política económica. Diseñar una nueva que promueva una economía sustentable y equitativa, que fortalezca al mercado interno, que regenere las cadenas productivas y que logre un desarrollo regional equilibrado. 5) Promover educación, cultura y oportunidades para todos, con una reforma educativa democrática, e impulsar el acceso universal a la educación media y superior. 6) Una nueva política social y su financiamiento, rescatando el papel del Estado, la promoción de la equidad social, la inclusión y la equidad. 7) Defensa de los migrantes y sus derechos humanos. 8) Promover la soberanía nacional y una globalización más equilibrada. 9) Incluir a los pueblos indígenas. 10) Proteger el medio ambiente y quitar esta bandera al Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

Las diferencias son notables. La primera vía privilegia la estrategia, antes que al programa. La segunda hace exactamente lo contrario. La primera vía busca simular un cambio. Es la vía del gatopardismo, cambiar para que en realidad nada cambie. Se trata de buscar cómo mantener el status quo. En ese enfoque lo único que logrará aglutinar a los participantes sería quizá el combate a la corrupción, pero sin plantear un contraste en otros temas igualmente sustanciales como la violencia, la inseguridad, la pobreza y la desigualdad. Es, en suma, la reedición de la elección del 2000. Por su parte, la segunda vía esboza los cambios requeridos en distintas dimensiones. Plantea una serie de principios muy claros y una ruta de cambio muy precisa. Para algunos, lo primero quizá sea suficiente. Para otros, entre los que me cuento, lo que se requiere es algo más de fondo: un cambio de proyecto de país y un cambio de modelo de desarrollo. Ya es hora.

Economista.
gesquive@colmex.mx
esquivelgerardo

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