El viernes por la noche de la semana pasada se dio a conocer la noticia de que un juez había exonerado a los últimos tres militares que estaban sujetos a proceso por los acontecimientos ocurridos en Tlatlaya en junio de 2014 (anteriormente ya habían sido liberados otros cuatro militares). Según la información dada a conocer por diversos medios, la decisión se basó fundamentalmente en las contradicciones de las versiones de las testigos de lo ocurrido.

Considerando lo anterior, vale la pena recordar algunos fragmentos de la relación de hechos que describió la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en su Recomendación 51/2014 relativa a este caso:

“Si bien es cierto que en los testimonios (…) se observan algunas inconsistencias, lo que es un hecho es que las tres mujeres que se encontraban en la bodega, son sobrevivientes de los hechos violentos, y presenciaron la forma en la que se desarrollaron, siendo testigos del enfrentamiento, y posteriormente, de la privación arbitraria de la vida de las personas que se encontraban rendidas al interior de la bodega. En ese sentido, debe otorgársele peso a la voz de las víctimas de violaciones a derechos humanos respecto a las cuestiones sobre las que son coincidentes y que permiten conocer la forma en la que ocurrieron los hechos violentos, porque además de ser congruentes entre sí, se concatenan con otros elementos probatorios recabados por este organismo nacional, que serán expuestos más adelante”.

“En efecto, los testimonios coinciden en señalar que encontrándose los civiles al interior rendidos y desarmados, los militares los ingresan al cuarto frontal que se encuentra del lado izquierdo (norte) de la bodega, los sacan uno por uno, los obligan a hincarse, les preguntan su apodo, su edad, y su ocupación, y les disparaban. Esto ocurrió en el muro norte, sin embargo, coinciden en señalar que también escucharon detonaciones provenientes del muro sur”.

“(…) Por último, el personal militar llamó a los dos hombres secuestrados, quienes se encontraban en el cuarto del frente de la bodega (…) con el pretexto de tomarles una fotografía, y les disparó.”

“Esto es, a pesar de las inconsistencias antes referidas, es posible acreditar que la madrugada del 30 de junio de 2014, elementos del 102/o Batallón de Infantería de la Secretaría de la Defensa Nacional y el grupo de personas armadas que se encontraba al interior de la bodega sostuvieron un enfrentamiento con armas de fuego, el cual se prolongó alrededor de 10 minutos; que posterior a esto, cesaron los disparos desde el interior y exterior de la bodega, ya que los civiles se rindieron, lo cual motivó que algunos elementos del Ejército ingresaran a la bodega, y una vez estando rendidos éstos, accionaron sus armas en contra de las personas que se encontraban con vida”.

“(…) Todo lo anterior coincide con el testimonio rendido ante personal de este organismo nacional, por T1, poblador de la Comunidad de San Pedro Limón. (…) Que después escuchó gritos que decían “¡Ríndanse...!”, y que por la fuerza del grito él suponía era del Ejército, que iban seguidos de gritos que pedían clemencia que decían —¡no me mate, por favor!— Al terminar la balacera escuchó tiros fuertes pausados, que venían en pares, como los del Ejército, con lapsos de algunos minutos entre sí, y posterior a estos disparos, se escuchaban gritos de clemencia. Refiere que seguramente los militares se movían dentro de la bodega mientras disparaban, porque el eco de los disparos era distinto. Señaló que cuando se escuchaba, ¡Pum! ¡Pum! su esposa le decía “están matando a los guachitos viejo”, refiriéndose a los jóvenes armados. Indicó que ese sonido de dos tiros pausados, lo escuchó alrededor de unas diez o doce veces”.

Así pues, no bastó con haber reconstruido lo ocurrido en el bodegón de Tlatlaya. Tampoco bastaron los dictámenes periciales y de balística que acreditaban lo descrito. La PGR parece haber integrado el expediente de manera tan deficiente que los militares responsables de tan execrables actos han quedado en libertad y las ejecuciones extrajudiciales que realizaron quedarán impunes. A partir de ahora, Tlatlaya será siempre recordado como un caso emblemático de la impunidad militar y de la ineficacia de la Procuraduría.

Economista

@esquivelgerardo

gesquive@colmex.mx

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