La relación entre México y Estados Unidos va más allá de una frontera compartida que se extiende por 3 mil 140 kilómetros en los que se realiza 70% del intercambio comercial.

Nos unen millones de historias de mexicanos que han emigrado e impulsado la economía de esa nación, no sólo con su fuerza de trabajo, sino con la creación de empresas que ofrecen una alternativa laboral a 10% de los estadounidenses, ya que nuestros connacionales migrantes son dueños de más de 570 mil empresas que generan un ingreso de 17 mil millones de dólares. A pesar de la contribución de los migrantes no sólo mexicanos, sino de otras nacionalidades, sus aportaciones no han sido reconocidas ni tomadas en cuenta.

En 2012, 19% de los latinos consideraba que el Partido Republicano era “hostil” hacia su comunidad; cuatro años después, la cifra se elevó a 43%, según la encuesta de Latino Decisions (septiembre 2016).

Pero esta ofensiva contra migrantes no es nueva. ¿Cómo olvidar que en abril de 2010 en Arizona, la gobernadora republicana Jan Brewer, aprobaba la Ley antiimigrante SB 1070? Hoy esa campaña xenófoba es representada en la candidatura del empresario Donald Trump y en la plataforma del partido que lo postula.

En ella se lee que “la inmigración ilegal pone en peligro a todos, explota a los contribuyentes e insulta a todos los que aspiran a entrar en Estados Unidos legalmente”, por lo que se oponen a cualquier forma de amnistía. A esta postura, se le suma la construcción de un muro a lo largo de la frontera para detener tanto el tráfico de vehículos y peatones.

Sólo hay que recordar que en la frontera México-EU se intercambian más de un millón de dólares por minuto y hay seis millones de trabajos estadounidenses que dependen de la integración económica de ambas naciones. Por si fuera poco, México es el segundo socio comercial de Estados Unidos, el primer destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas, y el segundo mercado para otros 20 estados.

Pero contra esa campaña de odio que amenaza con deportar a 11 millones de personas puede haber una sanción el próximo 8 de noviembre: El voto es la ruta para hacerlo.

Un ejemplo de que el voto es el mecanismo idóneo para alzar la voz es lo ocurrido en California en 1994, donde el Partido Republicano impulsó y apoyó una medida denominada Proposition 187 cuyo objetivo era prohibir a cualquier persona indocumentada el acceso a servicios públicos, desde hospitales hasta la educación básica.

La respuesta fue que los latinos que no eran ciudadanos y podían serlo, empezaron a naturalizarse. Los que no estaban empadronados, se empadronaron. Los que estaban registrados, pero no salían a votar, comenzaron a hacerlo. Así, en 1992, 38% de los latinos de California se identificaban con el Partido Demócrata. Una década después esta cifra ascendió hasta 63%. En 1994, California era considerado un swing state o estado bisagra, cuyos resultados podrían definir la contienda electoral. Hoy, ya es un estado claramente demócrata.

Este caso ejemplifica el empoderamiento de las comunidades migrantes y cómo éstas puedan incidir en políticas públicas a su favor. Sólo así se escuchará el rechazo a pronunciamientos xenófobos y discriminatorios, y se podrán combatir medidas antiinmigrantes que sólo generan división y encono.

55 millones de latinos radican en Estados Unidos, de los cuales 25 millones pueden votar. De acuerdo con el Pew Research Center, 59% de ellos son de origen mexicano. Son estos ciudadanos con capacidad de voto, los que pueden cambiar y decidir el rumbo para los próximos años únicamente ejerciendo sus derechos, tal como ya ocurrió en California.

Senadora por el PAN

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