Hace una semana, el Inegi dio a conocer los resultados de sus cálculos del ingreso en los hogares del país en la encuesta Módulo de Condiciones Socioeconómicas 2015, levantada hace casi un año. En el comunicado de prensa, el Inegi mencionó que había realizado algunos cambios en los criterios de levantamiento y verificación de la información en campo sobre el ingreso del hogar. Concluyó que dichos resultados no eran comparables con las cifras de ingresos anteriores de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) que se levanta cada dos años, la última en 2014.

¿Cuál fue el cambio? Hubo más de uno, pero he aquí lo más relevante: primero se exigió a los encuestadores regresar a los hogares en donde se reportara un ingreso mensual menor a mil pesos. En esta segunda visita deberían ser más incisivos en sus preguntas para así llegar a una cifra más precisa de los ingresos del hogar. Y no sólo eso: se aseguró que los supervisores de los encuestadores exigieran mayor calidad y profundidad en el proceso de levantamiento de la información.

El impacto de estas modificaciones seguro fue mucho más fuerte que ni el Inegi lo esperaba, y por ello, las reacciones de los usuarios—el Coneval en especial— no se hicieron esperar. Los nuevos datos implican aumentos en el ingreso promedio real de los hogares de entre 53% en el decil más bajo los más pobres, y el 9% en el decil más rico de la población. Resulta por demás obvia la imposibilidad de que con un crecimiento económico de menos del 1% del PIB per cápita, los ingresos de los hogares aumentaran en esa proporción. Es evidente que lo anterior implicaría una baja en el número de pobres en el país… pero sólo por haber modificado la forma de levantar la información en el trabajo de campo de las encuestas.

Según nuestras estimaciones con base en las fórmulas del Coneval y con los nueva medición del Inegi, la pobreza extrema disminuyó de 9.6 a 5.9% y la pobreza moderada de 36.6% a 30.8% en un solo año. No parece plausible. También el coeficiente de Gini, que mide el grado de desigualdad de los ingresos de la población, fue de 0.472. Apenas en 2014 el Gini era de 0.503. Para referencia, los Estados Unidos tienen un coeficiente de Gini de 0.42. En dos años de mejora como la de este año, tendríamos el mismo grado de igualdad que ese país…

Queda más que claro que estas “mejoras” no pueden haber ocurrido en un año, por ningún lado que se le quiera mirar, no hay manera, ¡ojalá la hubiese! Ahora bien, el Inegi tiene razón: no son comparables las cifras con datos anteriores. A pesar de ello, algunos gobernadores salieron a mostrar al público los avances tan contundentes de su política social con base en esos resultados...

En todo caso, lo que estos datos pusieron de manifiesto es que la forma de medir los ingresos en el país, como sucede en otros en el mundo, es poco precisa y los subestima de manera importante. Ello ocurre entre la población pobre, la clase media y la rica.

En un estudio reciente, dos funcionarios del Inegi mostraron que la diferencia entre el ingreso promedio del hogar —medido por el MCS y la ENIGH por un lado, y el mismo ingreso medido a partir de las Cuentas Nacionales, por el otro— podría alcanzar órdenes de magnitud de 1 a 2.5 veces, respectivamente. Es enorme.

Ello se puede notar también en los datos absolutos de los ingresos de los hogares apenas reportados: el promedio del primer decil son 717 pesos mensuales, mientras que el promedio del ingreso del decil más alto es de 15 mil 381 pesos mensuales. A mi juicio, los ingresos de hecho siguen estando muy subestimados.

El tema es que ambas mediciones llevan a cálculos muy distintos sobre el tamaño de la población en pobreza, la capacidad de contribución fiscal de las personas y, por lo tanto, la capacidad de gasto redistributivo y de inversión del Estado. Llevan también a un diseño de política pública diferente para lograr que nuestra sociedad sea verdaderamente incluyente. Se trata de dos realidades económicas y sociales del país que son del todo distintas y que por tanto reclaman políticas públicas diferentes. Todo lo anterior conforma una economía política totalmente distinta para el país.

Por ello, es indispensable medir bien los ingresos de la población y lo es asimismo salvaguardar la autonomía del Coneval y del Inegi. Su calidad técnica y probidad están fuera de duda, pero pueden ser vulnerables a las presiones políticas de actores que quieren utilizar la información para fines que no son los nacionales.

Centro de Estudios Espinosa Yglesias A.C.

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