En las últimas semanas, el fantasma de las pensiones se ha vuelto a aparecer con insistencia. La negociación reciente del contrato colectivo de la CFE se centró en el pasivo laboral, de acuerdo con un comunicado del SUTERM, mismo que se logró reducir en alrededor de 320 mil millones de pesos. La mitad “aportada” por el sindicato y la otra por el gobierno federal, según se reportó en la prensa, para dar viabilidad a la empresa. Y es que el año pasado en Pemex, el ánima “pensión” también apareció por el mismo motivo. Ahí el gobierno se comprometió a absorber 186 mil millones de pesos. Asimismo, Mikel Arreola, director general del IMSS, ofreció un bono de 850 y 650 mil pesos respectivamente, a médicos y enfermeras que retrasen su jubilación cinco años. Con esto se espera un ahorro de casi mil millones de pesos en 2016.

Hay un común denominador en estos reportes: la carga fiscal de las pensiones ya comprometidas en ley o en contratos colectivos de entidades públicas nos están asfixiando. Cada vez, los ingresos fiscales adicionales —que tanto malestar causan a quienes los pagamos, y esfuerzo a quienes los recaudan— no se reflejan en mejores servicios, más infraestructura e inversión. Dichos ingresos se hacen presentes sólo en el consumo de los beneficiarios de los programas vigentes de pensiones que ya estaban considerados. No hay más consumo: se realiza el que ya estaba previsto. En ese sentido, el bienestar y el tejido social no se deteriora, pero no mejora.

¿De qué tamaño es el problema? Es difícil contabilizar el monto de dinero público que se paga por las pensiones vigentes. No está claro, pero un cálculo conservador lo coloca cercano al 4% del PIB, alrededor de unos 650 mil millones de pesos, que absorbe alrededor del 12% del Presupuesto de Egresos de la Federación. Se trata de un monto que aumenta día a día debido a la forma de nuestra pirámide poblacional, que muestra cada vez más el aumento de la vejez. Se estabilizará hacia 2030, en un nivel de entre 30 y 40% superior al actual, dependiendo de la efectividad de los ahorros que las empresas y organismos públicos hayan logrado negociar respecto de sus pasivos laborales, como el reciente caso de la CFE.

Nos encontramos a la mitad de la transición hacia el nuevo esquema de ahorro en cuentas individuales a través de las Afores, mismas que habrán de reducir sensiblemente la carga fiscal. Las pensiones de las personas saldrán de su ahorro acumulado y de las aportaciones que hayan hecho las empresas a sus cuentas; por lo tanto, serán variables. Aunque suene bien, el problema es que los montos de las pensiones que recibirán las personas disminuirán significativamente con respecto a las actuales que paga el IMSS o el ISSSTE. Tendremos adultos mayores con menores ingresos, lo que disminuirá su bienestar.

Así y mientras se crea un verdadero Sistema Nacional de Pensiones, continúan las negociaciones múltiples, en diversos ámbitos y por diversos caminos, para reducir la carga fiscal. Las finanzas públicas lo resienten y queda claro que deben venir cambios más profundos. El problema está perfectamente diagnosticado y la misma OCDE presentó un informe y una serie de recomendaciones para resolver el problema hacia delante. El tema también está en el Senado en la Ley Federal de Seguridad Social… pero se encuentra totalmente empantanada. Las soluciones no son fáciles: negociar reducciones de beneficios hacia delante de quienes ya tienen derechos adquiridos, elevación en varios años de la edad mínima para jubilarse, aumento del ahorro obligatorio de personas y las aportaciones de las empresas, establecimiento de un sistema nacional que homologue los beneficios y eliminar o reducir significativamente la inequidad existente, donde las pensiones de algunos trabajadores del sector público le cuestan al erario más de 10 veces que un trabajador de empresa privada que está afiliado al IMSS.

Los cambios vienen, el fantasma de las pensiones aparece intermitentemente y cada vez con mayor frecuencia. ¿Cuándo se decidirá el gobierno para convocar a la solución de tan profundo problema? ¿Cuándo tendrá la voluntad para hacerlo? ¿Será que estamos condenados a esfuerzos aislados y siempre incompletos?

Centro de Estudios Espinosa Yglesias, A.C.

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