La semana pasada gran parte del espacio en medios y en las charlas se ocupó en analizar y revisar el caso del socavón que se produjo en el llamado paso exprés, en Cuernavaca.

La temática de la mayoría de las pláticas giró alrededor de quién tiene la culpa de que una obra con apenas cuatro meses de terminada haya degenerado un incidente que la cobró la vida a dos personas y puso a cientos de dedos acusadores señalando a diferentes funcionarios y gobiernos.

No es que no esté de acuerdo con esta visión, o que difiera de la necesidad urgente de deslindar responsabilidades en contra de aquellos que hayan cometido actos de corrupción o de negligencia al momento de construir esta obra.

Sin duda, actos de corrupción y mal desempeño en las obras públicas, aumentan el riesgo para los usuarios que andamos en carretera constantemente o para los turistas y paseantes casuales.

Sin embargo, más allá de obras defectuosas, circular en un vehículo automotor por muchas partes de México se convierte en un acto de valentía, y a veces de muy alto riesgo.

Los últimos meses nos traen muchos ejemplos de esto. El primero que se me viene a la mente es el accidente ocurrido en Paseo de la Reforma, en el que un conductor con actitud de influyente irresponsable, estrelló su BMW contra los postes y árboles de la avenida. ¿El costo?, cuatro personas que perdieron la vida sin ninguna razón.

Otro ejemplo de estas situaciones es el choque entre dos vehículos en el eje 6 de la CDMX, hace unos días, que tuvo por saldo la vida de un menor de solo seis años. Por increíble que parezca, no se entiende qué sucedió al revisar el video del incidente.

Como último y terrible ejemplo recuerdo el asalto y agresión sufrida por una familia en la carretera México-Puebla a manos de un grupo de ocho delincuentes que agredieron sexualmente a madre e hija y asesinaron a un bebé de 3 años.

Todo este cúmulo de noticias no deja muchas opciones para los ciudadanos que no podemos, o no queremos, dejar de recorrer los caminos en México.

La solución, por supuesto, no se encuentra en “ocurrencias” cuyo resultado final sería más violencia e inseguridad, como la que el senador Jorge Luis Preciado tuvo al proponer que se permitiera la transportación de armas en vehículos particulares, “para protección de las personas y su propiedad”.

La mejor arma que podemos usar los mexicanos para defendernos es la información. El uso de redes sociales, por ejemplo, nos puede permitir acceder a información inmediata sobre puntos donde existan situaciones de riesgo para nosotros. Existen cuentas de Twitter oficiales que nos pueden aportar información del estado de los caminos en gran parte del país, con lo que podemos prevenirnos.

Igualmente debemos tener todos los instrumentos de prevención a nuestro alcance para minimizar las pérdidas, como pueden ser cuál es el mejor seguro de coche para nosotros y nuestras familias o empresas o implementar apps como las que ya se usan en otros países para geolocalizar a personas en situación de emergencia y enviar ayuda.

Finalmente, y ese es el punto que debemos entender, los caminos y carreteras de nuestro país se encuentran completamente a merced de la corrupción (de gobiernos y empresas coludidos) y de la inseguridad (sea por otros conductores o por delincuentes sin control).

“Cada vez ocurre a gente más cercana”, decimos todos al enterarnos de estas situaciones. Muy pocas veces acompañamos esta frase de alguna sugerencia o recomendación para cortar este tipo de hechos o para solucionarlos de la mejor forma posible.

Es tiempo de que nosotros también pongamos manos a la obra y gastemos un poco más de tiempo y dinero en nuestra seguridad, de que pongamos manos a la obra en construir las mejores protecciones posibles. De otra forma, como es la vieja costumbre de los mexicanos, dejamos nuestro destino en manos de la diosa Fortuna, que siempre es caprichosa.


Académico, analista y consultor en comunicación política

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