La de ayer fue la primer fecha en que se conmemoró en el país el Día Nacional de la Oratoria. Para celebrarlo estuvieron presentes en Palacio de Bellas Artes los líderes de ambas cámaras del Congreso, la cabeza del Poder Judicial y representantes del Poder Ejecutivo. ¿Por qué? Porque aunque la oratoria como herramienta de comunicación tiene miles de años de existencia, tiene ventajas frente a la fugacidad de los mensajes instantáneos definidores de este siglo.

El presidente ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL, el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz, lo explicó de esta manera: “Estamos del todo convencidos de que el escenario de la palabra hoy, ya no se limita a la tribuna, el podium, o el púlpito, sino que se encuentra en los medios impresos y electrónicos, en Facebook y Twiter y a través de ellos también hay que comunicar, establecer criterios, transmitir ideas y emociones, y convencer. Sobre todo eso: convencer”.

El mundo hoy ya no es tan simple como lo era antes: con dos o tres ideologías confrontadas, dividido en polos o con potencias globales muy bien definidas. Antes bastaba con definirse como conservador o liberal; comunista o capitalista; de izquierda o de derecha. Ahora, día a día enfrentamos debates en torno a los límites entre la seguridad y los derechos humanos; entre la democracia y la prosperidad económica; entre la libertad de expresión y los discursos de odio de los populistas. Los matices son obligados. En ese contexto tan complejo, ¿es suficiente con permitirle a todo el mundo el uso del megáfono electrónico de las redes sociales? No. La persuasión con base en argumentos, en una estructura lógica, es una habilidad que la oratoria ha otorgado a todas las generaciones y que es más necesaria cuando la estridencia domina el espacio público.

El maniqueísmo y la demagogia nunca han dejado de acechar al poder y a las conciencias de las sociedades. Durante gran parte del siglo pasado conquistaron Europa; hoy reinan en varios países del oriente y algunos de occidente, y se acercan a los espacios de toma de decisiones en Estados Unidos, nuestro vecino.

Esta cruda realidad demuestra que la inmediata posesión de información —gracias a las tecnologías de comunicación— no hace a las sociedades necesariamente mejor informadas o más sabias. Nos ha hecho más horizontales, es cierto, con una menor concentración del poder en unos cuantos individuos; sin embargo, el principio ha sido aprovechado lo mismo por defensores de causas nobles que por racistas y xenófobos, éstos últimos, escondidos en el anonimato.

El Día Nacional de la Oratoria no celebra una forma de comunicación. Invita a todos a usar ese poder para despojar a los mentirosos de sus caretas, hoy más versátiles que nunca.

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