Enseñar a los niños a tener autocontrol y un comportamiento respetuoso hacia los demás forma parte integral de la disciplina infantil en todas las culturas. Es importante educarlos de manera positiva, orientándolos para que aprendan a manejar sus emociones o conflictos de modo que desarrollen el buen juicio y la responsabilidad y preserven su autoestima, integridad física, sicológica y dignidad.

No obstante, con frecuencia se les educa con métodos punitivos en los que se emplea la fuerza física o la intimidación verbal para lograr las conductas deseadas.

La evidencia científica indica que la exposición de los niños a disciplinas violentas tiene consecuencias perjudiciales, que van desde los impactos inmediatos hasta daños a largo plazo. La violencia dificulta el desarrollo físico y emocional, las capacidades de aprendizaje y el rendimiento escolar; inhibe las relaciones positivas; causa baja autoestima, angustia emocional y depresión, y, algunas veces, conduce a riesgos y autolesiones. La violencia contra los niños puede ocurrir en diferentes entornos: la escuela, la comunidad o la casa. Este último caso resulta más difícil de detectar porque ocurre en el ámbito privado.

La Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Mujeres (ENIM) de 2015 indica que en México 63% de los niños de uno a 14 años han sido sometidos al menos a una forma de castigo sicológico o físico por miembros del hogar. Eso sugiere que la mayoría de los hogares emplea una combinación de prácticas disciplinarias violentas.

Del total de niños que dijeron haber sufrido algún tipo de castigo, 53% fue sometido a agresión sicológica y aproximadamente 44% a castigo físico. El 6% de esos niños ha recibido formas severas de castigo físico, como golpes en la cabeza, las orejas o la cara, o golpes fuertes repetidos.

En contradicción con los porcentajes anteriores, únicamente 5% de los adultos encuestados dijo creer que el castigo físico es necesario para educar a los hijos; lo que puede indicar que son conscientes de que la violencia no es un recurso educativo, pero no reconocen cuando están promoviendo disciplina violenta.

Muchos cuidadores no creen que la “nalgada” sea una forma de violencia; sin embargo, esta práctica manda mensajes confusos al niño, quien al ser golpeado por la persona que lo ama, creerá que está bien golpear a alguien que se quiere.

Además, es muy probable que quienes violentan a niños fueron a su vez víctimas de abuso en su infancia, por lo que requieren apoyos para romper el patrón de violencia.

Aunque el bienestar de los niños es responsabilidad de la familia o de los cuidadores, cuando ese esquema falla, el Estado tiene la responsabilidad de actuar dando apoyo a las familias para prevenir la violencia intrafamiliar, como indican la Convención sobre los Derechos del Niño y la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes.

El acompañamiento profesional a los cuidadores con información para convertir patrones violentos en dinámicas de disciplina positiva y con visitas a casa han resultado efectivas en otros países. Es importante que en México se consideren acciones similares.

Afortunadamente la comprensión de la gravedad del fenómeno de la violencia y las acciones de prevención y respuesta de la violencia contra todos los niños están avanzando. México es parte de la Alianza Global para Erradicar la Violencia contra Niñas, Niños y Adolescentes y ha desarrollado un plan de acción conformado por un conjunto de estrategias llamado INSPIRE, basadas en la mejor evidencia disponible para ayudar a los países y las comunidades a centrarse más en los programas de prevención y los servicios que ofrecen las mayores posibilidades de reducir la violencia en la niñez. Tengamos presente que cuando protegemos a los niños de la violencia, no sólo prevenimos tragedias individuales y apoyamos su desarrollo y crecimiento, sino que impulsamos la fortaleza y estabilidad de nuestras sociedades.

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