A lo largo y ancho de las vías primarias del Distrito Federal y zona conurbada hay paraderos improvisados e informales y los formales son insuficientes (CETRAMs), invadidos por comerciantes ambulantes, sucios e inseguros. No hay a disposición de los ciudadanos un diagnóstico oficial, ni una proyección de la construcción de infraestructura vial que se requiere para atender esta necesidad cotidiana de millones de personas que diariamente circulan por los mismos. Hay esfuerzos en la modernización de los mismos (Tláhuac e Iztapalapa, con beneficio a 80 mil usuarios) y participación de la inversión privada en la mejora de la movilidad (El Rosario). La mayoría de los viajes en la zona metropolitana se realizan en microbuses, que triplican al metro.

A todos molesta la situación en que operan los lugares que se han convertido por la fuerza de la necesidad en centros de transbordo de pasajeros como el WTC, Etiopía, cualquier estación de Metro y un interminable etcétera que al parecer, ni siquiera está contabilizado sistemáticamente, ya que formalmente no son CETRAMs. La molestia es mayor entre quienes utilizan cotidianamente el transporte público en las horas pico en las que la afluencia de pasajeros desborda la infraestructura instalada.

La aglomeración sin orden, ni concierto es la penitencia de la inmensa mayoría de los que se mueven en la ciudad y la solución pretende ser un fuerte manotazo en la mesa con la expedición de un reglamento de tránsito que ordena que nada de esto debe suceder, por lo que prohíbe a los microbuseros a no estacionarse en segunda o triple fila en los paraderos improvisados o insuficientes, entre otras conductas no deseadas, pero imposibles de evitar en las circunstancias actuales. Los reportes radiofónicos matutinos y vespertinos del tránsito suelen limitarse a sugerir paciencia ante los cuellos de botella que genera la subida y bajada de pasaje en lugares no propicios para ello.

La voluntad política bien intencionada es inocua si la realidad no la sustenta. El nuevo reglamento de tránsito en estas condiciones seguramente será aplicado en forma aleatoria, ni siquiera discrecional, ya que será sancionado por su incumplimiento a aquellos que tengan la mala fortuna de estar presentes en el paradero al momento de la visita de la autoridad y esta situación incentiva la conducta desviada. El voluntarismo político, que puede rayar en el capricho, produce, sin necesariamente buscarlo, el ambiente propicio para la corrupción.

Expresar con la fuerza de la representación política y firmeza el deseo de una sociedad de cómo debe ser el comportamiento vial del transporte público pierde sentido en una ciudad que carece de recursos suficientes para rehabilitar, hacer más funcionales y crecer la capacidad de los paraderos del transporte público (el único proyecto a gran escala que existe es CETRAM Chapultepec).

La pregunta es ¿hay una propuesta de solución a largo plazo financiable para construir más infraestructura destinada al transporte público que beneficie a la mayoría de la población y que sólo falta hacerlo público? ¿Cuántos CETRAMs debemos modernizar y aumentar la superficie útil en los próximos 10 o 20 años? ¿Con qué recursos? ¿Debe una parte del monto del pasaje destinarse a la construcción de infraestructura? ¿Qué repuesta efectiva, además de un reglamento con enfoque al peatón, se dará a millones de personas que diariamente transitan por Pantitlán, Indios Verdes, Tasqueña, Observatorio, Tacubaya, Tacuba, El Rosario, Martín Carrera, C.U., Dr. Gálvez, entre otros muchos más?

Estos cuestionamientos al parecer no tienen respuesta en una ciudad con serias dificultades financieras, que apenas puede dar mantenimiento a sus vías primarias y espacios públicos cada día más descuidados y maltratados, agobiada por gasto social creciente e incontenible y los subsidios al transporte público insostenibles. Esto es lo que explica que el voluntarismo político se reduzca a emitir nuevos reglamentos y realizar acciones aisladas, pero eluda diseñar una estrategia administrativa concreta y eficiente en favor de la mayoría de la población que por lo visto seguirá haciendo penitencia todos los días en los paraderos insuficientes o improvisados.

Profesor del INAP

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