De la Colina del Perro de José López Portillo, a la Casa Blanca de Enrique Peña Nieto han pasado décadas pero forman parte de la misma cara de la moneda, la corrupción: en ambos escándalos que mancharon la institución presidencial la apuesta ha sido el olvido.

El slogan “La solución somos todos” que en 1976 esgrimía en su campaña José López Portillo se convirtió con ironía en “la corrupción somos todos”. La oferta de “Te lo firmo y te lo cumplo” tiene como epílogo la estrepitosa caída en la imagen del Presidente, su partido y sus gobernadores corruptos.

Un episodio narrado por el periodista Carlos Correa en la revista Proceso del 13 de septiembre de 1982, dibuja la era lopezportillista: Carlos Sánchez Cárdenas, representante del PSUM en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, pidió, el 26 de agosto de ese año, que “López Portillo explique al pueblo de México el porqué se están utilizando miles de millones de pesos en la edificación de mansiones para él y su familia, utilizado recursos del gobierno federal”.

Con José López Portillo pasamos de “administrar la abundancia” petrolera a un amargo despertar para miles de mexicanos ante la crisis por el incremento de la deuda externa, la devaluación del peso y sí, mayor pobreza.

Con Enrique Peña Nieto, atestiguamos el colapso del país en todos los órdenes. La promesa de que las reformas estructurales cambiarían el rostro del país, se hizo añicos y la realidad golpea a millones de mexicanos.

La corrupción no es una fenómeno fortuito, tiene origen en la disfuncionalidad del sistema de pesos y contrapesos que se ha dado a sí mismo el Estado mexicano como gran cobija que todo lo permite. Los tres poderes confabulados a espaldas de los mexicanos.

En todos estos años de poco han servido las auditorías estatales; las contralorías; los congresos locales; la denuncia pública. Tampoco la creación de organismos autónomos como el INAI han logrado detener el saqueo del erario. Los ejemplos están a la vuelta de la esquina todos los días.

Resulta irónico que el Sistema Nacional Anticorrupción inicie el día en que la PGR reservó por cinco años la información de sobornos de Odebrecht a funcionarios de Pemex. Mientras en otros países se abre la investigación aquí se guarda silencio e impunidad.

El trinomio opacidad-corrupción-impunidad ha hecho posible la concentración de grandes fortunas en unos cuantos y la pobreza de las mayorías. Por eso el país ya no da para más corruptelas. Los caminos que siguieron los gobernadores Javier Duarte, César Duarte, Moreira y Roberto Borge en sus desvíos, deben ser cerrados y ellos castigados.

La transparencia se opone a la corrupción y la corrupción genera violencia, por eso será muy útil que se dé a conocer quienes protegieron al ex gobernador Tomás Yarrington, y cuál el castigo al que son acreedores. Ya no más silencio.

El país camina a diferentes velocidades. La sociedad repudia a los corruptos a fuerza de votos; pero el status quo se resiste: el Sistema Nacional Anticorrupción inició descabezado y errante; en la aprobación de las cuentas públicas por parte de los congresos locales se ha demostrado su falta de efectividad en la vigilancia del gasto de los gobernadores.

Mas de 3 billones de pesos pierde este país cada año por asuntos relacionados con la corrupción y la violencia, por ello es urgente ponerle un alto y atacar la impunidad para romper con la falsa premisa de “el que no transa no avanza”. Este país requiere pensar de otra manera en el desarrollo.

Secretaria general del PRD.

@Beatriz_Mojica

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