“Mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes”, reza el refrán popular. “Mal continúa el sexenio para quienes no se dan cuenta de lo que sucede”, explica la realidad.

México como México: demasiados ahorcados, demasiados sexenios tirados por la borda. Hago memoria. Tras finalizar su mandato, Carlos Salinas de Gortari vivió en el extranjero; Ernesto Zedillo, ufano, comentó mientras pernoctaba en Los Pinos, “en este país no hay lugar para escépticos”: al finalizar su estancia presidencial vivió, y, hasta donde sé, sigue en Estados Unidos; Felipe Calderón se molestaba cuando los estadounidenses le decían que México era un Estado fallido: tras el reguero de muertos que dejó en el país se refugió y vacacionó en una universidad estadounidense —no he leído ningún escrito académico producto de esa estancia universitaria; Vicente Fox, después de vivir en Foxilandia, ha sido el único que no ha abandonado el país; en ese aspecto, además de ser lector de Borgues, se distingue de sus otros… México difiere de otras naciones: al finalizar sus contratos, los presidentes huyen del país.

Hace una semana, en Oaxaca, el gobierno abandonó de nuevo a sus habitantes y continuó abonando desaciertos: sus errores han sumido al país en un estado de ingobernabilidad alarmante. El nuevo lunes oaxaqueño profundiza el malestar y el agobio. Tras las refriegas dominicales en Nochixtlán, diez muertos y más de cien heridos, es demasiado. ¿Cómo explicarle al mundo las sinrazones de los cadáveres? Las tocadas y retocadas verdades mentirosas espetadas por Enrique Galindo, comisionado de la Policía Federal, y por Gabino Cué, gobernador de Oaxaca, en cuanto a quien tiró la primera piedra, son intrascendentes cuando se observa la marcha que acompañó a los profesores. El pueblo aupó y cobijó a los maestros. Los habitantes de Nochixtlán, hartos de tanto desfalco, ahogados por la lacerante realidad y un presente sin futuro, si acaso futuro es término adecuado, caminaron al lado de los suyos.

¿Quién sembró el terreno para regar la tierra oaxaqueña con sangre oaxaqueña? Incapaz de dialogar con el magisterio disidente, el gobierno es responsable de los muertos de Nochixtlán. ¿Quién disparó primero en Asunción Nochixtlán? Nunca sabremos si fueron quienes marcharon, si hubo grupos infiltrados como asegura el gobierno de Oaxaca, o si fueron los miembros de la Policía Federal; lo que sí sabemos es que la humillación tiene límites. Encarcelar a los líderes de la Sección 22 de Oaxaca, como parte de las maniobras de Aurelio Nuño, fue un error incalculable. Tan incalculable como el desconocimiento gubernamental acerca de los límites del desprecio.

Los maestros oaxaqueños no marcharon solos; a su lado, la población, harta de tantas vejaciones y mentiras, hizo suya la voz de los maestros. Los gobiernos federal y estatal —¿es necesario escribirlo?—, son tan ajenos a la realidad oaxaqueña como detestados por sus habitantes. Años de humillación y meses de arrogancia y estupidez diplomática hacia los maestros profundizaron la deshonra. Los asesinatos en Nochixtlán han demostrado, de nuevo, la falta de pericia y el desconocimiento gubernamental de la geografía mexicana.

Implementar la reforma educativa en las colonias ricas de la CDMX, Monterrey o Guadalajara es correcto; implementar la misma reforma en los pueblos oaxaqueños o chiapanecos es incorrecto. La realidad mexicana —idiosincrasia, recursos económicos, desnutrición infantil, idioma materno, escuelas con baño o sin baño, pisos de madera o tierra—, y la realidad humana —futuro asegurado, presente empeñado, universidad vs migración— deberían ser eje de la reforma educativa diseñada ad hoc para cada región y acorde con las diversas realidades.

Ajenos a los significados de dignidad, del calvario cotidiano por la supervivencia y de la ausencia de futuro de demasiados indígenas, el gobierno no calculó las consecuencias devastadoras de sus acciones al incrementar, con sus actos, la humillación crónica a la cual han sometido a los maestros que laboran sin condiciones apropiadas como sucede en regiones indígenas. Encarcelar a los líderes magisteriales si se comprueba que robaron es correcto; no encarcelar a los gobernadores en función o a los que hayan terminado su periodo y que han robado ad nauseam profundiza la ingobernabilidad. Un grafiti, en inglés, en Oaxaca, resume el sentir de la población, “Turista, Oaxaca está temporalmente cerrada. Abriremos tan pronto como haya justicia”.

Muchos presidentes mexicanos al terminar sus mandatos abandonan su país. Acción comprensible para ellos; decisión nauseabunda para la población. Razones presentes, entre otras, para emigrar, son Ayotzinapa y Nochixtlán.

Notas insomnes. La humillación tiene límites. La ingobernabilidad también.

Médico

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