Trump ya es presidente de  Estados Unidos y llego a su inauguración son un discurso un poco más mesurado pero muy consistente con sus promesas durante la campaña de redefinir los intereses estadounidenses  de una forma proteccionista. A diferencia de su antecesores demócratas y republicanos recientes, Trump percibe que  Estados Unidos está en declive y hay que protegerlo contra los embates que vienen del extranjero, en comercio, seguridad e inmigración. Ha descartado la idea, que tuvo peso con líderes de ambos partidos durante más de dos décadas, de construir y proteger un orden global que podría beneficiar tanto a  Estados Unidos como a los otros países. En su lugar predica “America first”, primero  EU.
Para México las amenazas de esta visión del mundo son evidentes. Trump, durante la campaña, mencionó que quiere renegociar el tratado de Libre Comercio de América del Norte y reforzar la frontera entre los dos países, la construcción del muro. La lógica que prevaleció durante mas de dos décadas, de que México y Estados Unidos iban acercándose cada vez más como socios comerciales y vecinos, nunca sin problemas pero siempre con un progreso tangible, parece haber desaparecido de un momento al otro.
Hay tres maneras en que México y los mexicanos pueden responder frente a esta nueva realidad.
La primera, y quizás la tentación más grande, es volver al nacionalismo tradicional y a ultranza  y tratar de limitar el trato que tiene México con  EU.  Esto seria el equivalente a que si Trump quiere menos relación con México, igual los mexicanos desean menos relación con él y su país.
Algunos han llamado a que México regrese a un pasado en el que su país se comportaba con más independencia e indiferencia frente a  Estados Unidos. Sin duda, cerrar la puerta y entrar en un juego de cerrazón serviría de catarsis y daría un sentido de justicia,  pero no me queda muy claro que se pueda regresar para atrás en la relación bilateral, ni que tratar de hacerlo tendría efectos positivos para el país.
Con 12 millones de mexicanos en Estados Unidos, un número aún más grande en ciudades fronterizas y mas de un mil millón de dólares de comercio cada día con el país vecino, no es tan fácil darle a éste  un espaldarazo, aun si se porta mal. Por supuesto que se puede intentar diversificar mercados y relaciones geopolíticas, pero esta es una apuesta a largo plazo y no va a haber cambios en el corto plazo en la interdependencia económica, ni las relaciones reales que existen entre mexicanos y estadounidenses.
La segunda opción es jugar a la defensiva, a ver qué hace Trump de verdad y reaccionar frente a los golpes. A final de cuentas, como presidente, ya no candidato, él va a tener que escoger sus batallas y, como todo presidente estadounidense, se volverá muy pronto preso de las circunstancias cambiantes del día y de las crisis del momento. Es poco probable que pueda hacer ni la mitad de lo que dijo en campaña, y las medidas más drásticas que ha propuesto requieren casi todas de apoyo Legislativo o negociaciones extendidas. No es imposible tratar de sobrevivir cuatro años parando y amortiguando golpes.
Pero una buena defensa, por importante que sea, no gana partidos sin una estrategia ofensiva. Hay que jugar en ambos lados de la cancha. Y México no es un país que carece de poder y capacidad para no solo defender la cancha sino también avanzar con la pelota.
Así que la tercera opción es tratar de tener una estrategia proactiva que incluye anticipar los golpes y también tener listas alternativas a proponer. Reconoce que México no es un país indefenso frente a EU y que puede entrarle a la pelea si se necesita. 
Esto requiere de tres elementos. El primero es reaccionar con la cabeza y de manera fría y estratégica . Por desagradable que pueden ser algunas declaraciones que pueden venir del norte de la frontera, es vital medir cuando y cómo responder para que cualquier respuesta sea efectiva y de impacto real, no sólo mediático.
Segundo, se requiere que haya claridad sobre lo que México quiere de su relación con el vecino. ¿Qué quiere México en una relación comercial ideal? ¿Cómo se puede imaginar un sistema migratorio ordenado en el futuro, incluyendo los flujos centroamericanos? ¿Cuál sería la estrategia ideal para hacer frente al crimen organizado juntos? ¿Cómo se podría manejar la frontera mejor, incluyendo no sólo los cruces comerciales, sino también los recursos naturales y la planeación urbana binacional? No digo que México puede imponer su visión sobre estos temas, sino que tiene que saber cuáles son sus preferencias en cada uno y llegar a negociaciones preparado para avanzar sus intereses.
En ultimo lugar, requiere de construir alianzas con sectores amplios de la sociedad estadounidense donde pueden converger intereses, incluyendo congresistas, gobernadores, alcaldes, líderes latinos, empresarios, sindicatos e intelectuales públicos, de distintas ideologías y afiliaciones partidistas. También habría que estar en comunicación constante con Canadá y grupos canadienses con intereses afines en la relación comercial, y con mexicanos en el exterior que pueden ser afectados por algunas de las políticas propuestas. Hay que saber jugar a la política estadounidense descentralizada, fragmentada, pluralista, viendo quienes son los actores que pueden coincidir en propuestas compartidas.
Todo parece indicar que vienen tiempos muy difíciles en la relación bilateral. Sin embargo, tengo la sospecha de que en cuatro años, cuando hagamos un balance de lo logrado durante la gestión del ahora presidente Trump, no habrá tantos cambios como se pensaba. Hay una lógica de interdependencia entre las dos economías y sociedades que hace muy difícil que Estados Unidos salga de la alianza construida con México a lo largo de casi tres décadas. Es difícil destejer elementos de esta relación sin dañar el tejido de la cooperación entre los dos países y dañar directamente a intereses estadounidenses también de una forma visible y permanente.
Así que es probable que habrán menos cambios reales de lo que parece, sobre todo si hay una reacción estratégica del lado mexicano y funcionan los contrapesos del sistema estadounidense como deberían, pero sí podrá haber un daño duradero a las percepciones en cada lado de la frontera y en el deseo de ciudadanos en ambos países de ir avanzando hacia mayor cooperación. A lo mejor eso no se puede salvar, pero México sí tiene los elementos para pelear las batallas concretas que vienen, y ganar los puntos de la relación que le interesen, si adopta una postura estratégica y suma a otros grupos en Estados Unidos que comparten, por diversos motivos, intereses similares.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson 

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