El jueves fue el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos, quizás el día festivo más importante del país y la oportunidad de dar gracias por las bondades del año. Como todos los años, nuestra familia tuvo el gusto de recibir a familiares y amigos en casa para dar gracias y pasarla bien entre todos. Entre los presentes estuvieron más de veinticinco personas nacidas en Estados Unidos, México, Colombia, Cuba, Alemania, Italia y Uganda, de colores, creencias e ideologías muy distintos, un fiel reflejo de un país que se ha construido con base en el encuentro entre diferencias.

Pero a pesar del intento de todos de compartir las alegrías del año pasado, rondaba una preocupación común entre nuestro pequeño convivio: que el país en que vivimos, que se distingue por su diversidad, podría estar pasando por un momento de regresión en su tejido social.

Parte de la preocupación radicaba en los resultados de la elección presidencial y lo que puede hacer el nuevo presidente de EU, pero otra parte más bien se basó en la campaña misma, que permitió que saliera de la oscuridad muchos grupos xenófobos y racistas. Algunos de los presentes reportaron haber vivido momentos incómodos en los últimos meses por el color de su piel o por usar su idioma natal en un lugar público, algo que poco habían experimentado antes.

Desde luego, lo que puede pasar en el gobierno sí preocupa a algunos. Donald Trump llegó a la Presidencia con promesas de construir un muro en la frontera con México y deportar a los indocumentados, aunque dejó abierta la posibilidad de que se podía realizar algún tipo de reforma migratoria una vez que haya disminuido la población de indocumentados.

Pero, en realidad, sabemos que las opciones que tendrá Trump como mandatario en temas migratorios serán mucho más limitadas de lo que parece. Puede, sin duda, construir más kilometraje del muro fronterizo existente y aumentar, aunque quizás sólo un poco, el número de deportaciones, pero hay límites humanos y presupuestales para poder hacer ésto.

También podría promover mayor colaboración entre autoridades locales y nacionales para identificar a los indocumentados y expulsarlos, pero eso sería una continuación de algo que ya existe, no una iniciativa nueva. De hecho, ya hay más gasto federal en la infraestructura de control fronterizo y migratorio en Estados Unidos, según el Instituto de Política Migratoria (MPI, por sus siglas en inglés), que en todas las otras agencias de seguridad interna juntas, así que se puede reforzar más, pero todo lo que hace será una extensión de los esfuerzos que ya existen, no algo nuevo.

El único viraje completo que sí puede dar sería la cancelación de la orden ejecutiva para los Soñadores, que de un golpe dejaría a más de 800 mil jóvenes sin estatus legal, 77% de ellos mexicanos, y expuestos a posible deportación, pero no queda claro aún si Trump intentará hacer ésto, ya que es un grupo que goza de muchas simpatías entre el público en general.

Lo que preocupó aún más que las políticas específicas, quizás, fue la retórica de la campaña y cómo esa puede incidir en la convivencia social dentro de Estados Unidos. Algunas declaraciones sobre inmigrantes latinos y musulmanes infundieron miedo entre una parte importante del país, y fueron tomados como señales de apoyo por grupos extremistas blancos, que coquetearon con su campaña. Si bien Trump jamás aceptó abiertamente a estos grupos, tampoco tomó distancia clara de ellos.

A lo largo del tiempo, no tengo dudas que ganará la diversidad en Estados Unidos, pero también temo que estamos entrando en un periodo en que ésta estará más bajo asedio que antes. Los avances que tuvimos bajo el liderazgo del primer presidente de color en Estados Unidos, Barack Obama, podrían revertirse en parte por cuestionamientos a la identidad incluyente y plural del país.

Hace más de medio siglo, el ex presidente John F. Kennedy escribió un libro titulado Una nación de inmigrantes, en el que argumentó que la historia de EU era inseparable de su historia de inmigración, y que las leyes migratorias eran importantes no sólo para los afectados, sino “más aún para lo que representan en cuanto a la forma en que miramos al mundo y cómo nos miramos a nosotros mismos”.

En los meses y años que vienen, nuestra forma de abordar a la migración y a la diversidad de nuestra comunidad nacional dará indicios de cómo es que miramos al mundo y cómo nos miramos a nosotros mismos, y afectará también la manera en que otros nos ven.

Vicepresidente ejecutivo del Woodrow Wilson Center

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