Durante los mítines políticos de Donald Trump siempre hay un momento en que habla de la inmigración “ilegal” y de su propuesta para construir un muro en la frontera con México, el cual sería pagado, según él, por los mexicanos, y nunca falla en recibir aplausos y porras de sus seguidores. Es una idea completamente ofensiva y sin sustento, ya que además ignora la realidad de que hoy día la migración indocumentada de México a Estados Unidos está en niveles históricamente bajos. Esto nos obliga a preguntar, ¿por qué recibe tanto apoyo, por lo menos de un sector de estadounidenses, una propuesta de solución a un problema que no existe? ¿Qué está detrás de este sentimiento de asedio por parte de ese grupo de personas?

Todas las encuestas de opinión pública en Estados Unidos en los últimos años mostraban que el tema de la migración indocumentada dejó de ser una preocupación principal del electorado estadounidense, si bien nunca desapareció de la conciencia de algunos, ya que hay un flujo muy reducido de inmigrantes indocumentados por la frontera desde 2007.

No hay duda de que los demagogos pueden tomar un tema que no está en el primer plano y volverlo un punto de debate, pero sólo pueden hacerlo si hay algo de fondo sobre el cual construir. En este caso, si bien Trump ha logrado regresar el tema de la inmigración indocumentada al centro del debate político en la contienda republicana por la Presidencia, lo ha logrado hacer porque ya existía un malestar no expresado entre sectores del país sobre el tema que ahora él explota.

Sospecho que hay tres elementos de este malestar que ha logrado capitalizar Trump. El primero es que la migración indocumentada nunca ha desaparecido por completo, aunque esté en niveles muy bajos, y el alza en la migración indocumentada centroamericana ha generado notas periodísticas durante los últimos tres años. Para muestra, el tema de los niños migrantes no acompañados. No es un asunto tan visible como antes en los medios, pero tampoco ha desaparecido por completo. El tema, aunque en menor medida, sigue dando nota y titulares de prensa.

En segundo lugar, aunque bajaron los flujos migratorios mexicanos, los cambios demográficos en Estados Unidos siguieron y se acentuaron, no tanto por los inmigrantes que llegaban, sino por los que ya estaban y por sus hijos. Alrededor de un 13% de la sociedad norteamericana es hoy día nacido en otro país, un porcentaje no visto desde hace ocho décadas, y casi la mitad de esos inmigrantes son de ascendencia latina, con un 28% de México, según cálculos de Migration Policy Institute In, MPI. Cada vez más es una población visible y en muchos casos exitosa, que se extiende desde las ciudades grandes, que siempre recibían migración, hasta los pueblos más recónditos, donde no han habido inmigrantes desde hace muchas décadas. Para muchos los inmigrantes se volvieron de pronto sus vecinos, padres de familia en la escuela de sus hijos y a veces sus jefes o los líderes electos en su pueblo, y todo esto en relativamente poco tiempo.

En tercer lugar, este cambio demográfico ha tomado lugar en medio de un estancamiento económico sostenido, la primera vez en la historia moderna de Estados Unidos en que los padres no están muy seguros si sus hijos tendrán mejores oportunidades económicas de las que tuvieron ellos. Es un momento de incertidumbre y frustración para muchos estadounidenses, y la historia nos muestra que los demagogos se aprovechan del malestar de la gente para sembrar miedos y proponer soluciones fáciles, muchas veces buscando cualquier culpable, como en este caso, los inmigrantes.

La popularidad y el apoyo que ha tenido esta propuesta de Trump sobre el muro es preocupante, pero también vale la pena señalar algunos datos contrarios a esta tendencia. A final de cuentas, dos de los primeros tres candidatos en la contienda republicana a nivel nacional son latinos, Ted Cruz y Marco Rubio, y están recibiendo apoyo mayormente de conservadores blancos que en otro momento no los habrían apoyado, aunque ellos también han ido endureciendo sus posturas sobre la migración. Casi todos los analistas coinciden que sería casi imposible que un candidato gane la presidencia sin una parte importante del voto hispano en el país, un cambio significativo en la correlación de fuerzas. Es muy probable que el enojo que ha podido levantar Trump contra los inmigrantes indocumentados en una parte minoritaria del país sea el capítulo final de un ciclo conflictivo sobre la frontera, la última oportunidad para que un demagogo utilice este tema con tanta fuerza. La última bandera populista de un demagogo.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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