La migración no es como la imagina Donald Trump, pero tampoco es como la imaginamos muchos ciudadanos en Estados Unidos y México. Durante las últimas décadas, y especialmente en el periodo de los 90 y los primeros años del nuevo milenio, hubo una migración intensa entre México y Estados Unidos, gran parte de ella por la vía indocumentada, que cambió el tejido social de ambos países. Hoy casi no hay mexicano que no tenga familiar o amigo en Estados Unidos, ni estadounidense que no conozca a un mexicano. Hay más de 11 millones de mexicanos viviendo en Estados Unidos, casi la décima parte de la población mexicana, y 35 millones de los que viven en Estados Unidos son mexicanos o de ascendencia mexicana, más de una décima parte de la población estadounidense.

Pero si bien esta migración cambió profundamente a ambos países, hoy en día hay poco flujo migratorio de México a Estados Unidos, y la mayoría de lo que sigue es por la vía documentada, sobre todo ciudadanos y residentes legales que solicitan las visas a sus familiares en México. Desde la crisis económica de 2008, se cortó el flujo indocumentado y no volvió a reaparecer aun con el crecimiento lento de los últimos años. Hoy día en Estados Unidos hay más inmigrantes cada año de Asia que de México o de Latinoamérica en su conjunto, un cambio drástico en el patrón de inmigración. Si bien los latinos —especialmente los de ascendencia mexicana— siguen siendo el grupo de inmigrantes más numeroso, ya son una minoría de los nuevos inmigrantes.

En cambio, México se está volviendo cada vez más un país de inmigración y de cruce para inmigrantes de otros países que quieren llegar a Estados Unidos. Parte de la inmigración viene de Centroamérica y el Caribe, pero el número más grande —por mucho— viene de Estados Unidos. Hoy día hay entre setecientos cincuenta mil y un millón de estadounidenses viviendo en México y en los últimos años ha habido más inmigración de estadounidenses a México que de mexicanos a Estados Unidos.

Estos incluyen a pensionados que llegan a vivir su retiro en un lugar bello y más barato, trabajadores que siguen las oportunidades del mercado laboral e hijos de migrantes mexicanos retornando a México por decisión propia o por vía de la deportación. Con la excepción del último grupo, que llega a las comunidades de origen de sus padres, los otros tienden a mantenerse aparte de la sociedad mexicana —y muchos nunca se registran legalmente como inmigrantes, así que son indocumentados, si bien con recursos—, pero sospecho que un grupo tan grande en algún momento empezará a sentirse mucho más en la sociedad mexicana y que muchos echarán raíces mucho más profundas en México.

La otra gran migración que vincula a México y Estados Unidos en este momento es la centroamericana, que ha existido desde los años 70 pero ha aumentado notablemente en los últimos cuatro años frente a las condiciones de pobreza y violencia en El Salvador, Honduras y Guatemala. Actualmente este flujo es mayormente de tránsito a través de México para llegar a Estados Unidos, aunque algunos se quedan en territorio mexicano.

La semana pasada, el CIDE, El Colegio de la Frontera Norte y CIESAS convocaron a una conferencia para analizar este flujo migratorio y las respuestas mexicanas frente a ello. Las vejaciones que viven los migrantes centroamericanos en su paso por México y Estados Unidos son aterradoras y, por lo largo del viaje, hasta mucho peor de lo que han vivido los migrantes mexicanos en otro momento. En ambos países sufren extorsiones, robos, violaciones y a veces la muerte, sin seguridad de tener éxito en su meta final de quedarse en Estados Unidos.

Aquí hay opciones para que los gobiernos de México y Estados Unidos, junto con las organizaciones cívicas de la región, colaboren para proteger los derechos de estos migrantes y busquen cómo determinar quiénes merecen estatus de refugiados por la violencia en sus comunidades de origen antes de que crucen el territorio de ambos países. Esta es la oportunidad de que la migración se vuelva tema de cooperación y no de confrontación.

Trump se equivoca en su imagen de la frontera México-Estados Unidos, pero en general casi todos en las dos sociedades seguimos creyendo los viejos esquemas de la migración indocumentada mexicana hacia Estados Unidos, si bien no todos compartimos las ilógicas propuestas de Trump. Ese flujo migratorio mexicano intenso hacia el norte hoy día se ha reemplazado por una migración inversa de estadounidenses a México y de centroamericanos por México hacia Estados Unidos. Es hora de que actualicemos nuestros marcos conceptuales y enfrentemos esta nueva realidad con propuestas originales.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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