“Los buenos libros siempre tratan algunas de las grandes cuestiones éticas”, dice Jennifer Clement, autora del libro Ladydi, que se ha vuelto un bestseller a nivel internacional. “Nos ayuda a entender nuestra humanidad entre nuestras diferencias”.

En esta novela cuenta la historia de un pueblo a las afueras de Chilpancingo, Guerrero, donde las familias esconden a las jóvenes adolescentes para protegerlas de ser raptadas por los narcotraficantes que las quieren hacer esclavas sexuales. Basado en diez años de investigación entre mujeres que han vivido el embate de la violencia en Guerrero y en otras partes del país, el libro toca cuestiones éticas profundas sobre la violencia, las relaciones de género y la capacidad de supervivencia y adaptación entre las comunidades afectadas por la violencia crónica. A pesar de la temática, la novela es sorprendentemente esperanzadora, pues resalta la capacidad humana para enfrentar y transformar hasta las realidades más cruentas, pero sin duda también deja preguntas duras de contestar para los lectores.

En una novela anterior, Una historia verdadera basada en mentiras, Clement abordó el trato hacia las trabajadoras domésticas en la ciudad de México. Esta novela, y la obra de teatro que se hizo de ella, generó un debate importante alrededor de los derechos de las trabajadoras domésticas, quienes casi siempre trabajan sin contratos laborales y enfrentan frecuentes vejaciones a sus derechos. A pesar de su contenido siempre desafiante, las novelas de Clement no son deprimentes ni de difícil lectura. De hecho fluyen como agua, con un estilo fácil de leer y con protagonistas profundamente humanas.

Clement nació en EU y llegó a México, cuando tenía un año de edad, para quedarse. Cursó estudios de licenciatura en Nueva York, pero nunca dudó en regresar al país donde había crecido desde niña. “Escribe en inglés”, dice el poeta M. S. Merwin sobre Clement, “pero sueña en español”. Sus novelas se anclan en México y reflejan una visión de alguien que siempre se ha asumido como autora mexicana, a pesar de sus orígenes al norte de la frontera. En 2009 fue electa presidenta de PEN-México, el capítulo nacional de la organización internacional prestigiosa de escritores y, recientemente, fue propuesta por el capítulo mexicano como candidata a la presidencia global de la organización, que ya fue presidido anteriormente por otro mexicano, el escritor Homero Aridjis.

Clement es una de entre medio millón y un millón de personas nacidas en Estados Unidos que viven en México, cerca del número total de estadounidenses que viven en todos los países de Europa. Muchos siguen identificándose como extranjeros residentes en México, pero cada vez hay más inmigrantes de origen estadounidense, y sus hijos e hijas, que se consideran mexicanos y son parte integral de la cultura y del tejido social nacional. Es, sin duda, un grupo mucho menos numeroso que los doce millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, y otros 22 millones que son sus hijos y descendientes, pero es una comunidad que ha estado y sigue creciendo rápidamente.

En los noventa Clement y su hermana Barbara Sibley, chef y dueña de un restaurante mexicano en Nueva York, iniciaron la Semana de Poesía en San Miguel de Allende para ser “un puente poético entre escritores de México y Estados Unidos”. En cierto sentido, Clement se dedica a eso durante el resto del año también, dando testimonio al país que la adoptó desde niña a través de sus libros y construyendo un puente entre sus dos países —y entre México y el mundo— con sus palabras.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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