Recuerdo la única vez que escuché a Carlos Alberto Madrazo. Ocurrió en los días de Gustavo Díaz Ordaz. A los intentos del tabasqueño de hacer del PRI un verdadero partido político, un partido que, en sus palabras, “dejara de ser eco y se convirtiera en voz”, se respondió desde la cima del poder con su remoción; en su lugar llegó a la dirigencia del tricolor un político sumiso e inútil, Lauro Ortega.

En aquella ocasión, cientos de muchachos colmamos todos los espacios del auditorio de la Casa del Maestro, incluidos escaleras y pasillos. En el amplio escenario sobresalía la figura menuda de Madrazo, quien se desplazaba con aplomo y hablaba con elocuencia. Después de su discurso se abrió el diálogo. Uno de los jóvenes, tal vez Luis Macías Cardone, le soltó esto: “Licenciado Madrazo, cuando usted dejó la presidencia del PRI anunció que trabajaría para crear un nuevo partido, sin embargo, transcurridos varios meses, no tenemos noticia de ese proyecto, ¿debemos entender que no le dieron permiso?” Con un gesto teatral, Madrazo se fajó el cinturón y respondió: “Mi señor padre murió hace muchos años... ¿Alguna otra pregunta?”

Con sus gestos y modos Madrazo quería decirnos: “El único que me podía dar órdenes ya murió”. Ignoro si, aunque hubiera estado vivo, el experimentado político se habría plegado a los caprichos de su progenitor; sobre todo de haberse tratado de un padre abusivo y corrupto, como algunos que han sido exhibidos en estos días.

Hace unos años, durante el gobierno de Vicente Fox, un reportero entrevistó a Manuel Bribiesca, ex marido de Marta Sahagún; cuestionado sobre el desempeño de sus hijos (ya corrían los rumores sobre el tráfico de influencias de “los muchachos Bribiesca”) respondió: “Si mis hijos no aprovechan las relaciones que tienen ahora por ser quienes son, serían pendejos.”

Pues hoy, en Nuevo León, es fama pública que el que manda, desde las sombras, es Papá Medina. Humberto Medina Ainslie controla las chequeras y la asignación de las obras públicas y, con gran altanería, le advierte a quien quiera oírlo: “Mi hijo da los abrazos, yo los chingadazos”.

Hace unos días el diario Reforma publicó imágenes de la nueva casa de Rodrigo Medina, una propiedad de unos 20 millones de pesos, y más recientemente se han difundido datos de propiedades en Texas y de triangulaciones y cuentas en paraísos fiscales que pretenden ocultar la creciente fortuna de la familia Medina. Una agrupación de la sociedad civil, el Congreso Nacional Ciudadano, presentó una denuncia penal contra el mandatario y su padre por presunto enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, peculado, asociación delictuosa, usurpación de funciones y lo que resulte.

En Jalisco ocurre algo similar con Leonel, el padre de Aristóteles Sandoval Díaz. Papá Sandoval es uno de los operadores electorales del PRI en Jalisco, lo era siendo magistrado del Supremo Tribunal de Justicia (distintas grabaciones exhiben sus “instrucciones” para poner en práctica acciones ilegales).

A los escándalos por encabezar una red de corrupción y por su injerencia en decisiones de gobierno a través del grupo llamado MAS por México (Movimiento Aristóteles Sandoval), que pretende la candidatura presidencial para su muchacho, se agrega la descomposición perceptible en materia de seguridad que sufre Jalisco: la irrupción del narcoterrorismo que el gobernador pretende reducir a “vandalismo”.

Curiosamente, ambos gobernadores, Rodrigo y Aristóteles, parecen cortados por la misma tijera: impecables en el vestir y el arreglo personal, con una limpieza epidérmica. Los mal pensados ya bautizaron el estilo y modus operandi: cabello corto, uñas largas…

Posdata. Otros escándalos son los de Leticia Coello, la madre del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello, quien, se dice, toma las decisiones importantes mientras su retoño se esfuerza por aparecer en las revistas del corazón. Pero será materia de otro texto.

Presidente de Grupo
Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate

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