Los Estados democráticos espían para proteger a sus ciudadanos; los gobiernos facciosos espían para vulnerarlos. Y es que en el autoritarismo opositores y críticos son víctimas del espionaje que husmea en sus teléfonos, sus computadoras, sus oficinas y hasta sus casas. Políticos, periodistas, activistas, todos aquellos que puedan socavar el poder de quienes gobiernan son “monitoreados” en busca de dos cosas: los proyectos potencialmente “dañinos” que traigan entre manos y los problemas personales que tengan y que puedan ser usados en su contra. La primera sirve para neutralizar acciones y la segunda para disuadir o desacreditar personas.

Más allá de los defensores oficiales u oficiosos de lo indefendible, dudo que alguien en México crea que el único blanco de las agencias de “inteligencia” sea la delincuencia. La nota de The New York Times sobre “Pegasus”, un malware israelí que solo se vende a gobiernos, documentó algo que en el círculo rojo mexicano se sabe desde hace mucho tiempo: que el CISEN, la PGR et al recaban ilegalmente información sobre ciudadanos a los que juzga sus adversarios. Lo que dijo Enrique Peña Nieto de que hasta él se siente espiado fue un grave gazapo, sin duda, pero refleja la certeza que existe en la élite partidocrática acerca de esas escuchas. Todo indica que el espionaje en nuestro país se ha democratizado, y proviene también de gobernadores, empresarios y políticos poderosos que tienen los recursos para comprar y operar los aparatos y el software de “seguimiento” (algunas grabaciones telefónicas que se han difundido para golpear a personajes famosos quizá tengan ese origen). Pero por favor, que Peña Nieto no se rasgue las vestiduras y nos salga con que él es solo una víctima más.

Si además de espías gubernamentales los hay no gubernamentales, es deber del Ejecutivo descubrirlos y sancionarlos. Por lo demás, ¿cómo se atreve a regañar y a amenazar a los agraviados por los poseedores de “Pegasus”? Un error de esa magnitud solo puede explicarlo la soberbia, la prepotencia de un presidente probablemente engallado por los turbios triunfos priistas en las elecciones del Estado de México y de Coahuila. En fin, el hecho es que no es difícil saber quién interviene los celulares y computadoras de una periodista odiada por el priñanietismo como Carmen Aristegui (¡y de su hijo!) o los de activistas incómodos al PRI-gobierno como Mario Patrón, Juan Pardinas y varios más. Con todo, la reacción presidencial fue desconcertante de principio a fin. Antes de su indignación y regaño, su vocero emitió un comunicado en el que ni siquiera se atrevió a negar que las personas mencionadas en la nota periodística fueron espiadas -solo dijo que no existen pruebas- y pidió a los quejosos ir a la PGR, una de las fuentes de espionaje que seguramente hará una investigación imparcial contra sí misma. Lo reitero: es obvio que los dirigentes de partidos de oposición también son espiados (yo presidí uno de ellos, aunque tal vez a mí no me tocó la nueva tecnología, porque el ruido, el eco e incluso las voces extrañas, que por cierto también se oyen en los celulares de dos miembros de mi familia, son demasiado burdos).

Pero lo que quiero destacar hoy es el comentario improvisado del presidente (y por tanto revelador de lo que piensa) el sentido de que nadie puede evidenciar que su “vida” ha sido “lastimada” por los espías. ¿Se refirió a un espionaje “inofensivo”, que no atenta contra la integridad física de los espiados? ¿Quiso contrastar la intrusión de su administración con la de algunos de sus predecesores en el siglo pasado, cuando a los enemigos del régimen y/o a sus familiares se les podía castigar con cualquier atrocidad? Esas palabras me traen a la memoria una columna de Pablo Hiriart (“El PRI y el gobierno”, El Financiero, 3/03/17), en la que afirmaba que “ Peña Nieto es un extraordinario ser humano y estoy seguro que vamos a extrañar en la Presidencia a alguien con sus cualidades personales. / No se ha ensañado con sus adversarios, a nadie le ha inventado un delito para ganar popularidad ” (incapaz de mezquindad en su trato a los jefes de Estado priistas, Hiriart agregó que Peña Nieto ha sido “un presidente digno” ante Donald Trump). Yo pregunto: ¿es Enrique Peña Nieto una suerte de autócrata “compasivo”? Y si lo es, ¿debemos agradecerle que nos espíe y viole nuestro derecho a la privacidad sin “afectar” nuestras “vidas”?

PD: Hay método en esa locura. Aunque cada vez más ciudadanos moderados lo rechacen, Trump seguirá radicalizándose en temas internacionales, empezando por su hostilidad hacia México. Su objetivo es afianzar su base social minoritaria, asegurarse de que su núcleo minoritario pero duro de seguidores presione a los republicanos a defenderlo del impeachment.

Diputado federal del PRD - @abasave

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