En un contexto de normalidad democrática, los partidos políticos se distinguen ante el electorado por su ideología o sus causas. Pero en estos tiempos de crisis de la democracia representativa, cuando la voluntad popular discurre por cauces inescrutables, son otros los criterios que moldean la oferta partidaria. Los votantes de hoy parecen dividirse en dos grandes grupos: quienes quieren certidumbre o conservación del statu quo y quienes anhelan romper el establishment. Claro, hay matices. En el primer grupo caben el conservadurismo puro y duro y el rechazo al cambio radical, y en el segundo la ruptura pactada y el derrocamiento del orden establecido. Unos votos pueden moverse por tradición o inercia y otros por sed de heterodoxia, pero la disyuntiva es clara y el estado de ánimo de la gente decisivo: su optimismo o su enojo determina la permanencia de una opción de poder o el viraje hacia otra.

México no es la excepción. Entre nosotros hay una inconformidad muy extendida que va del deseo de cambio institucional al rupturismo, y ese universo de electores se lo disputan todos los partidos distintos al PRI y sus aliados (el PRD, por cierto, contra lo que dicen algunos, no tiene que “recuperar” sino mantener su postura opositora: al menos desde hace nueve meses, cuando asumí la Presidencia del partido, hemos seguido una línea de oposición inequívoca y frontal). El bajísimo nivel de aprobación del presidente Peña Nieto y los frentes que sus errores abren -entre los más recientes están el de la disidencia magisterial, provocado por el intento de posicionar al secretario de Educación, el de los empresarios, que viene de lejos pero que se ha profundizado por los bloqueos de la CNTE, y el de la Iglesia, irritada por el disfraz presidencial en defensa del derecho a la diferencia- hacen que aumenten las probabilidades de alternancia.

El desenlace de la elección de 2018 dependerá de la situación económica y social de México y del nivel de fragmentación o concentración del voto anti PRI. Si el país está igual o peor de lo que está ahora y el rechazo opositor se aglutina, será casi imposible impedir el cambio de régimen. Pero cuidado: la estridencia discursiva y el extremismo de la agenda solo ayudan cuando el mal humor social es demasiado grande y extendido. Todos tenemos en mente la victoria del Brexit, pero no debemos olvidar el holgado triunfo electoral de Cameron en la misma Gran Bretaña apenas el año pasado, o los del derechista prosistema Rajoy en los recientes comicios de España. Y tampoco debemos soslayar lo ocurrido en las pasadas elecciones en la Argentina y en el Perú. Aunque las banderas antisistema gozan hoy de las mejores condiciones que han tenido en la historia de la democracia moderna, su éxito en las urnas solo se ha dado en unos cuantos países.

PD: En defensa propia, segunda parte.  1) El gobernador Graco Ramírez declaró a El País (“López Obrador en México y Trump en EE UU son la tormenta perfecta”, 22/07/16) que “Basave no trascendió de la conducta del analista político al dirigente político”; le respondo a Graco que conduciéndome como analista no habría forjado tres coaliciones triunfadoras ni habría desactivado el conflicto que él desató cuando dirigió acusaciones muy graves al senador Fidel de Médicis e inició una espiral en medios nacionales que dañaba la imagen del PRD; le recuerdo además que no es casualidad que otro dirigente político -mi predecesor, Carlos Navarrete- también haya renunciado antes de terminar su periodo. 2) En EL UNIVERSAL se publicó una nota (“Crisis en PRD; pierde su registro en 4 estados”, 27/07/16) que amerita una precisión: el único registro que perdimos en las elecciones del pasado 5 de junio es el de Tamaulipas, que por cierto ya se había perdido antes. 3) El fin de semana del 30 y 31 de julio, a partir de algunas declaraciones mías, tuiteros de Morena me hicieron objeto de un burdo troleo amarranavajas porque cometí el sacrilegio de decir que si bien no descarto una alianza solo con la izquierda prefiero un frente opositor de amplio espectro; más allá del pretexto de los morenistas para acosarme y dado que como líder perredista fui siempre respetuoso con Andrés Manuel López Obrador, le pregunto a él si avala, como todo parece indicar, ese y otros ataques similares que el comandante “kikesma” y sus fuerzas en Twitter han lanzado en mi contra. 4) Luis Carlos Ugalde cita en Nexos (“La democracia estancada”, 1/08/16) una declaración mía en el sentido de que el INE está rebasado y me incluye en una amplia tercera persona del plural -los partidos políticos, sus legisladores- a la que achaca esquizofrenia por hacer mal las normas y cuestionarlas; en mi caso no hay tal, puesto que yo no militaba en ningún partido en tiempos del Pacto por México ni participé en el diseño legislativo en cuestión, al cual critiqué desde que abandonó el proyecto original -justamente por presión de los gobernadores- que proponía subsumir los órganos estatales en el IFE.

Diputado federal del PRD.

@abasave

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