Una ceremonia del té típica japonesa se parece más a una sesión de terapia que a una degustación , por cosas como esta: antes de servir el en la taza, el maestro le pasa a cada pieza un trapo de seda azul marino muy despacio. Para sacarle la película de polvo que se ve, y también lo que no se ve.

El ritual puede durar tres meses si se hace completo, cuatro horas si se respetan los pasos más tradicionales

, o lo que el maestro a cargo decida. Mi experiencia duró solo 40 minutos. Acudí con Jun y Souei, una pareja de Tokio que ofrece esta actividad a través de la plataforma .

Mente en blanco

Para llegar al objetivo de “resetear” la mente, la ceremonia tiene reglas que parecen estrictas , pero conllevan conceptos relajados: armonía, respeto, pureza y tranquilidad .

El té se toma de a uno

y hay que pedirle perdón al siguiente por empezar antes que él. Una vez que tienes la taza en la mano es necesario girarla para no tomar del frente y así demostrar humildad; además, la mejor forma de agradecerle al anfitrión es haciendo mucho ruido en cada sorbo.

El matcha es espeso

y hace espuma, no se parece en nada a los saquitos de té verde procesado que consumimos en Occidente. Encierra la idea de estar "comiéndose" un pedacito de la naturaleza en estado puro. La mejor variedad viene de Kioto .

El gran maestro que les enseñó a Jun y Souei es descendiente de un héroe: Sen no Rikyu. Una especie de Robin Hood del que llevó el ritual a las masas. Antes de que apareciera, hace 450 años, la ceremonia era cosa de guerreros , cortesanos y aristócratas.

Antes de salir, le pregunté a Jun en qué momento se sientan a celebrar la ceremonia más allá de las clases . Me respondió: " Cuando está lindo el clima, en la época de cerezos , cuando vienen amigos de afuera o simplemente cuando queremos compartir que estamos contentos. Ahí invitamos a personas que queremos y tomamos té . Todo es una buena excusa. No se trata tanto del proceso sino del espíritu del encuentro".

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