Islandia

no es para todos. Quien desea explorar sus maravillas, debe caminar por recónditos e interminables campos de lava donde el camino es irregular. Tiene que “forrarse” con una buena chamarra, pues a veces la temperatura desciende dramáticamente de un momento a otro. Y por último, no puede sentirse intimidado al saber que el país es una de las zonas de mayor actividad volcánica en el mundo. Sí, el mismo lugar que es conocido por sus inmensos glaciares . No por nada le dicen “la tierra de hielo y fuego”.

En el país hay alrededor de 130 volcanes , de los cuales solo 18 han estado despiertos en los últimos siglos, y tienen actividad aproximadamente cada cinco años . Su herencia se encuentra por todo el territorio: han dado lugar a géiseres altísimos y escenarios montañosos que parecen de otro planeta.

Existe un volcán de nombre impronunciable que resulta muy especial para los viajeros: Thrihnukagigur , cuyo interior puede ser recorrido .

La formación ha permanecido inactiva por cuatro mil años . Se cree que algún día despertará de su letargo, pero tendrá que pasar al menos otro milenio. Por esta razón, en uno de sus tres picos se pudo instalar un mecanismo para llegar al fondo. A continuación, te contamos cómo se desarrolla la experiencia de visitarlo.

Caminando hacia “la nada”

En realidad, el volcán no está muy lejos de la zona urbana : los recorridos salen desde una base ubicada a media hora desde la ciudad de Reykjavik , capital del país.

Para llegar hasta el cráter, hay que avanzar a pie por casi una hora a través de un campo de lava. Pero no es una caminata cualquiera, porque el sendero es una oportunidad para fascinarse con el característico paisaje islandés : larguísimos territorios de superficie oscura, repletos de musgo en tonalidades brillantes de verde, y la vista humana alcanza distancias a las que no estamos acostumbrados.

​Desciende a las entrañas de un volcán dormido
​Desciende a las entrañas de un volcán dormido

 (Foto: Golli / Kjartan Þorbjörnsson)

No tienes que ser un deportista para completar los tres kilómetros de camino y gran parte de la ruta se encuentra delimitada. Sin embargo, sí hay que usar calzado resistente y tener cuidado al pisar, ya que el terreno está lleno de rocas y pequeños desniveles. El último tramo es una elevación de casi 100 metros, por lo que se vuelve más extenuante.

En el fondo del abismo

El cráter es como un gigantesco embudo: la entrada es estrecha, de unos cuatro metros por cada lado, pero s u ancho se va ampliando conforme bajas . Al hacerlo te acompañan guías expertos en volcanes; es necesario equiparse con un casco y arnés.

Para llevar a cabo el descenso, se construyó una estructura de metal que funciona como un elevador y es capaz de llevar a siete personas hasta las profundidades en seis minutos. El fondo del cráter está a 120 metros de distancia. Es decir, la Catedral de Morelia (cuyas torres miden 67 metros de altura) cabría casi dos veces ahí.

El elevador te deja en la cámara de magma. Sí, justo en el lugar donde la materia ardiente se acumuló alguna vez antes de salir a la superficie y formar los campos por donde caminaste. Pero puedes estar tranquilo, porque hoy en día el sitio es bastante frío: su temperatura suele rondar los cinco o seis grados centígrados.

​Desciende a las entrañas de un volcán dormido
​Desciende a las entrañas de un volcán dormido

 (Foto: Cortesia)

Los guías son muy precisos en sus instrucciones respecto a los puntos donde tienes permitido explorar, pues desde el exterior a veces caen rocas, y también es fácil resbalar con tantas piedras en el suelo.

En casi todos los volcanes de Islandia , estas cámaras se encuentran completamente tapadas por magma que se solidificó. Por eso Thrihnukagigur es único . Aquí el espacio para explorar abarca más o menos lo mismo que tres canchas de basquetbol.

​Desciende a las entrañas de un volcán dormido
​Desciende a las entrañas de un volcán dormido

 (Foto: Golli / Kjartan Þorbjörnsson)

La cámara no luce como una cueva cualquiera. La roca adquiere tonos rojizos, amarillentos y violáceos que capturan la imaginación de los viajeros. Porque en Islandia, el paisaje escondido bajo la tierra puede llegar a lucir tan irreal como el de la superficie.

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