Escrito desde la conversación literaria, por un escritor curioso y apasionado de otras disciplinas como la filosofía y la ciencia, un crítico interesado en provocar la reflexión en sus lectores para que emprendan el camino de la libertad individual y colectiva, el narrador y ensayista habla de su nuevo libro, Desorden. Crítica de la dispersión pura (Random House, 2024), una obra que es una provocación desde el origen. Lo concibe como una novela, género que, dice, lo abarca todo, “la novela es una extensión de la mente, nosotros somos sus personajes”.

Un libro con apuesta de juego más que de una expresión erudita o explicativa. “Las explicaciones siempre llegan tarde y nos exponen al ridículo, decía Cioran que el escritor que se presenta como filósofo muestra más de una carencia. Y yo no soy tan vanidoso como para ser filósofo, me basta la literatura, porque además creo que tanto la filosofía como la ciencia son ramas de la literatura y del lenguaje”.

En entrevista con , su casa periodística donde publica semana a semana su columna Terlenka, el narrador nacido en la Ciudad de México, en 1960, que es autor de Lodo, Educar a los topos y El hombre mal vestido, se define como un pesimista y pragmático.

Lee también:

Foto: Gabriel Pano | El Universal
Foto: Gabriel Pano | El Universal

¿Concibes este libro como una conversación desde la literatura y la ética?

Provenimos del caos e instalándonos en la dispersión y en el desorden es posible que podamos construir mundos más flexibles, menos ortodoxos, menos patanes y autoritarios. Creo que también al tocar el tema de la ética se persigue la idea de un individuo o una individua capaces de oponerse a todo poder homogéneo y autoritario.

¿El desorden es un acto de desobediencia hacia la libertad?

La idea del desorden y de la dispersión como formas auténticas, humanas, pasionales, plenas de inteligencia relativa que nos abran puertas para poder transitar de manera más libre, para que nadie venga a imponernos sus catecismos, sus ideas del bien y su moral. Odio definirme, ya me definió el espejo y salí reprobado, pero me definiría más como un pragmático que considera que no existe una verdad, con mayúsculas, que la verdad es una conversación, pero requerimos del juego, de cierta distancia, desconfiada, de una dispersión y un desorden creativo para construir diversas perspectivas sobre un mismo hecho o un mismo objeto, de lo contrario no hay sociedad, sino una multitud de zombies o de soledades.

¿Qué papel juega la resignación?, ¿es una virtud o un arma en la búsqueda de la libertad?

Yo creo que las utopías nos han causado mucho daño. Creo que podemos hacer muy poco. Schopenhauer nos dice que la resignación es una de las mayores virtudes humanas, claro él era un pesimista, yo lo soy también, pero es una resignación activa, porque finalmente al escribir, al dar tus opiniones de lo social, al salir a la calle estás afirmando, te afirmas como un ser. Entonces yo me resigno a que la sociedad, una sociedad tratándose de la mexicana, una sociedad, por lo demás compleja, abigarrada, deteriorada en muchos aspectos de su política, cambiaremos poco a poco.

¿Cuál es el problema de que no avancemos?

Decía alguien que es muy importante deshacernos de los malos gobernantes, que quizás sea uno de los problemas fundamentales del ser humano, con ello daríamos un paso importante en el “progreso” de la vida social. Yo soy un hombre resignado, pero soy un resignado hipócrita, porque aunque sé que voy a perder, intentaré continuar peleando. Creo que la globalización como humanismo fracasó y como economía sólo benefició a unos cuantos.

¿Cuáles son los horizontes sociales a los que podríamos caminar o te gustaría plantear?

Yo no intenté en este libro crear o proponer horizontes sociales o ideologías o formas morales universales, más bien intenté una modificación de la perspectiva del individuo hacia el mundo que lo rodea. Al transformarte tú, modificas tus circunstancia y por lo tanto influyes en los demás. ¿Quién soy yo para decir hacia dónde tenemos que marchar en conjunto? es una responsabilidad que además de que no podrá ser cumplida, es vanidosa y un tanto ingenua. Prefiero una transformación desde el individuo, a partir de su inmersión en el arte, en la cultura, en el juego, en el autoconocimiento, en la crítica de sí mismo y de las instituciones, para vivir dentro de una sociedad de hombres y mujeres reflexivos y no solo consumidores.

¿Falta entender el camino de la libertad?

Esto lo he escrito constantemente en mis columnas desde hace muchos años. La transformación de los individuos en pos de hacerlos críticos implacables del autoritarismo, la corrupción y la criminalidad, en vez de estar ofreciendo soluciones generales utópicas de aquello que ni siquiera conocen. Ese es más el sentido, más hacia el individuo vía el juego, que hacia la sociedad vía la política. A mí me gustaría que se pensara el libro como una reunión de escritores, de filósofos, de pensadores, de gente común, que están allí no para ofrecernos la verdad, sino para formar parte de un juego lúdico, crítico y reflexivo.

¿Un libro de conversaciones?

Yo cito en demasía porque me gusta compartir a mis escritores, a mis autores, no para darme autoridad, sino para ver si es posible establecer un lazo, una relación con otro lector que se interese, ya sea por el contenido de la cita o por el autor citado. Es más bien una conversación. Desorden es, esencialmente, una conversación. Y una conversación entre diferentes.

Utilicé la digresión, el juego, incluso la contradicción, la repetición obsesiva, y de pronto el desparpajo y el desorden. Entonces me gustaría que se viera como un juego, pero un juego serio; es decir, mis críticas están absolutamente respaldadas, pueden estar equivocadas, por supuesto, pero están sostenidas y respaldadas por mis lecturas y mis horas de acudir a la crítica, a la conversación y a la reflexión, entonces es un juego, pero es un juego bastante serio. Se van a enfrentar a una novela que contiene todos los géneros y que da la impresión de ser un ensayo e incluso, a veces, como escribo en primera persona, a una autobiografía.

¿El libro de un romántico?

Es un libro de estirpe romántica también, porque cree que los individuos, hombres y mujeres o cualquier género, somos irrepetibles, que no podemos transmitir lo que somos, que debemos de convivir siempre con extraños. Tengo muchos años viviendo con Yolanda y suelo decir que me despierto siempre al lado de una extraña; es una exageración, pero creo que es necesario partir de la soledad, de la desconfianza, pero acompañados de la crítica, de cierta desobediencia civil hacia todos los poderes que desean imponernos sus normas morales.

También creo que recurrí, si es posible decirlo, a un muy personal sentido del humor. Me alejo del drama. La tragedia es constante y actual y debe vivirse y sobrevivirse, pero la construcción de un humor, de un juego y de una conciencia crítica son necesarias para salir adelante en épocas tan difíciles, tan complejas, tan oscura como la nuestra.

Lee también:

¿Necesitamos de la desobediencia civil ante la violencia y ante la política?

Yo creo que los políticos tendrían que sentarse a conversar y a hacerse la pregunta que se hizo el Premio Nobel de Economía, Amartya Sen, ¿qué anda mal en nuestro país o en el mundo y qué podemos hacer para mejorarlo? Una reunión de políticos expertos y personas que buscan el bien de su comunidad es una política del futuro. Las políticas de enfrentamiento trivial nos deterioran aún más. No es posible que vivamos desde hace tantos años bajo la nube de la criminalidad constante. Ello deteriora el espíritu, nos hace vivir dentro de una grieta, medrosos y temerosos de la vida pública.

Soy partidario de la legalización de todas las sustancias o drogas habidas y por haber, pero siempre y cuando vayan acompañadas de instituciones fuertes de salud, de políticas de prevención y conocimiento al respecto, y de autoridades y gobiernos no corruptos. De manera que será difícil una legalización de las drogas en tiempos como este.

¿Sobre todo ante la violencia?

A veces creo que es el resentimiento el vehículo de la relación pública, ese resentimiento sumado a la pobreza y a la ausencia de futuro crea violencia. Y aun peor, una violencia soterrada que trasmina y que contamina todos nuestros actos cotidianos lo que hace es que torna nuestras vidas más insoportables. Llamo a no ser rehén de los automóviles, del consumo, de las publicidades emanadas de los monopolios, recuperar nuestras vidas y desde la humildad vivirlas de la manera más auténtica posible. En el fondo ha sido el sueño romántico por antonomasia, hacer que la vida se transforme en arte y en el caso de mi libro más poesía y más desorden y menos gramática.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios