Con motivo del Día Mundial de la Filosofía, que a iniciativa de la UNESCO se celebra el tercer jueves de noviembre de cada año, el Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la UNAM organizó, bajo el título “Después del terremoto. Reflexiones filosóficas sobre el 19-S”, dos mesas redondas en la Casa de las Humanidades, con la participación de ocho filósofos.

Reflexionan, desde la filosofía, sobre el 19-S
Reflexionan, desde la filosofía, sobre el 19-S


“Esto me remite a Aristóteles, que habla precisamente de la virtud de la prudencia. Es necesario actuar prudentemente en la vida, sin dejarnos dominar por las pasiones paralizantes, como el miedo, el terror, la angustia extrema”, añadió.

En su intervención “¿Es mala la naturaleza?”, Guillermo Hurtado apuntó que, en términos ya no religiosos sino seculares, predomina hoy en día la tesis de que la naturaleza es buena y el ser humano es malo, y de que las desgracias del ser humano ante la naturaleza son resultado de la maldad humana.

“Entonces resulta que la naturaleza nos castiga porque nos hemos salido del orden natural; castiga con justicia nuestra actuación inmoral con ella. Desde este punto de vista, los desastres son humanos. Es decir, si alguien se murió porque se le cayó la casa es porque la casa estaba mal construida... Debemos tener mucho cuidado con esta visión sobre la relación del ser humano con la naturaleza, porque podemos llegar a decir cosas como que los desastres naturales no existen, y claro que existen.”

A continuación, Hurtado recordó cómo, a propósito del terremoto de Lisboa de 1755, en el que fallecieron entre 60 mil y 100 mil personas, Voltaire se burló de la idea de Leibniz de que éste es el menos malo de los mundos posibles, y a manera de conclusión dijo: “No hay que engañarse: la naturaleza no es buena. Aceptar nuestra existencia y la relación que tiene el ser humano con el cosmos es aceptar, sin engaños, con los ojos abiertos, que vivimos en un mundo hostil, peligroso, inhumano.”

En su plática “La excepcionalidad de la solidaridad”, Amalia Amaya habló de lo que debería hacerse para que la ayuda solidaria deje de ser excepcional y no solamente surja en circunstancias de crisis como las que representan los sismos u otros desastres naturales, sino se manifieste permanentemente, en la vida cotidiana.

“Para ello hay dos vías. La primera es tener una ciudadanía activa que exija —y contribuya a— la existencia de un Estado fuerte y eficaz en el alivio de la pobreza; la segunda es transitar de la solidaridad a una verdadera fraternidad. Recuperemos la idea de fraternidad, la cual posee una dimensión de ayuda material, al igual que la solidaridad; pero también otros componentes que no se pueden reducir a dar bienes materiales. Una sociedad fraterna no sólo es una sociedad en la que unos ayudan a otros, sino también una sociedad en la que unos se sienten vinculados afectivamente con los otros y en la que unos se identifican con los otros como iguales.”

Finalmente, Paulette Dieterlen destacó en su conversación “Ciudadanía y Contrato Social” que, considerando la solidaridad que se desbordó luego del sismo del pasado 19 de septiembre, por un lado, y la nula confianza de la ciudadanía en las instituciones gubernamentales, por el otro, es posible llevar a cabo un cambio radical para establecer un verdadero contrato social a partir del cual una ciudadanía activa y comprometida pueda modificar las decisiones de los poderes ejecutivo y legislativo.

“Creo que en este momento nos encontramos casi en un estado de naturaleza. Sólo un contrato social incluyente hará sólida nuestra ciudadanía. Lo que el sismo del 85 y el del pasado 19 de septiembre nos mostraron es que, aunque resulte difícil, podemos hacer mucho tanto en la política como en otros terrenos”, indicó.

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