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Entre rumores y versiones encontradas sobre edificios que tendrían que derribarse, el ruido de trascabos que manejan soldados y la imagen desoladora de iglesias que perdieron alguna de sus torres e inmuebles históricos con grietas que los atraviesan, la gente del istmo trata de seguir con su vida.

Fueron 325 los monumentos que sufrieron algún daño tras el sismo del 7 de septiembre, de acuerdo con el censo que ayer concluía el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El conteo, realizado por personal del Instituto, con apoyo del Obispado de Tehuantepec y párrocos de la zona, y con base en denuncias ciudadanas, arrojó que se trata principalmente de monumentos históricos, de la etapa virreinal. Fueron encontrados en el censo 305 bienes históricos con daños; los restantes son arqueológicos y artísticos.

Siete zonas arqueológicas de la entidad tuvieron afectaciones: Monte Albán y Atzompa, en los valles centrales, y Copalita, cerca de Huatulco (que ya fueron intervenidas para prevenir mayores daños); y hubo ligeros colapsos en las zonas de Guiengola, Yagui, Dainzu y Lambityeco. El censo arrojó daños en un solo edificio de tipo artístico, el Teatro Macedonio Alcalá, en la Ciudad de Oaxaca, que sufrió varias fisuras y desprendimientos.

El estudio incluyó una variable sobre museos y centros culturales. Reportó 12 espacios con algún tipo de afectación en el estado: casas de cultura, estaciones de ferrocarril, bibliotecas y recintos culturales.

Aún así, Joel Vázquez, delegado federal del INAH en Oaxaca, asegura: “Todo el patrimonio histórico de Oaxaca que se vio afectado por el sismo del pasado 7 de septiembre se puede recuperar. Los edificios históricos no tienen que ser demolidos, eso es lo que le hemos estado diciendo a la comunidad”.

Señala que en los edificios históricos con más afectación, una de las causas de los daños fue la integración de elementos contemporáneos que acabaron por vencer las obras más antiguas. Hubo también daños por la antigüedad y por sismos previos: en 1999, 2008 y 2012.

Juchitán y Tehuantepec son dos ciudades que reflejan todos estos daños. En ambas fueron graves los daños a las casas de cultura; en Juchitán resulta dramática la situación del templo de San Vicente Ferrer, el edificio más antiguo del lugar. En Tehuantepec, los inmuebles religiosos más deteriorados son las iglesias de San Sebastián, San Jerónimo, Santa Cruz y Santa María. El censo muestra que la mayoría de los edificios históricos son religiosos; el culto está suspendido.

Este conteo, al que se irán incorporando datos por denuncias ciudadanas o porque, desafortunadamente, las réplicas aún pueden ocasionar otros daños, es la etapa previa al apuntalamiento que se hará de los edificios.

Lo que hasta ahora se observa en las ciudades del istmo es el uso de cintas que rodean los edificios, el cierre de espacios donde el Ejército inició demoliciones (como en el Centro Escolar Juchitán, que en todo caso no es un bien histórico). Pero se extraña el apuntalamiento de los edificios que en algunas casos urgen de este tipo de medidas pues podrían venirse abajo en cualquier momento, como es el caso de la iglesia de San Jerónimo, aquí en Tehuantepec, la cual, según su principal, Florencio Flores, “con dos o tres movimientos del campanario, se viene abajo”.

Omar Vázquez, del INAH, asegura que este jueves iniciará esa etapa de apuntalamiento; donde este tipo de obra es urgente es en el ex convento de Santo Domingo y Casa de Cultura de Tehuantepec, así como en San Vicente Ferrer, la Casa de Cultura y el Palacio Municipal, todos de Juchitán.

Sobre los recursos para financiar las obras de rescate, el delgado del INAH dice: “Es nuestra responsabilidad buscar todos los esquemas de financiamiento como lo ha hecho el INAH en otras ocasiones. Estamos esperando también lo que tiene que ver con el seguro de los bienes inmuebles que adquiero el INAH. Es una póliza nacional”.

Esta lista de bienes históricos no incluye las antiguas casas señoriales, si bien muchas sí son históricas, la evaluación de estos inmuebles es realizada por la Sedatu.

“No hay pérdidas totales —insiste Omar Vázquez—. El recorrido y el levantamiento muestra que todo es recuperable y que se puede restaurar. Después del apuntalamiento vendrán la restauración y reconstrucción”, afirma el delegado del INAH, sin embargo no precisa cual será la cronología para esa recuperación. Y es que es el futuro, lo que más atemoriza a todos en el istmo de Tehuantepec.

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