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Cinco siglos después de esos acontecimientos que cambiaron por completo la historia del territorio mexicano, las opiniones sobre lo sucedido y la manera cómo debe recordarse todavía provocan controversia. Desde la academia, investigadores coinciden en que los años que vienen serán cruciales para reflexionar sobre ese momento histórico y reconocer, sobre todo, la diversidad cultural que implicó esa fusión de varias culturas que hoy nos identifican como país.

Para el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, creador del Proyecto Templo Mayor que desde hace 40 años explora en las entrañas de la Gran Tenochtitlán, al conmemorar estos eventos debe ser importante “resaltar los valores tanto del México prehispánico como del colonial y lo que hoy somos como mexicanos”.

El antropólogo Diego Prieto, director del INAH, definió estas conmemoraciones como “el recuerdo, evidentemente no siempre feliz, sino lleno de violencia, de situaciones crueles para quienes vivieron estos acontecimientos” y considera que la reflexión debe estar centrada en “el significado que tiene la llegada de las culturas de Occidente, la llegada de los españoles en su diversidad al territorio mexicano”. “Desde 1992 nuestro país se define ya como una nación pluricultural, cuya condición se sustenta en sus pueblos indígenas. Este es un buen momento para el reconocimiento de esa pluriculturalidad, para regresar a la importancia histórica, simbólica, lingüística, étnica y cultural del aporte de los pueblos indígenas que siguen vivos a pesar de los pesares; pero también hay que reconocer las poblaciones mestizas de diversa índole, a los afrodescendientes, y no sólo a los que vinieron del continente europeo, también a quienes vinieron de Asia porque México se convirtió en una bisagra del Imperio Español que unía el Atlántico con el Pacífico”, expresó.

Ante el debate que despiertan esos acontecimientos sobre si se trató de un encuentro de dos mundos o una conquista de los españoles, el arqueólogo Matos Moctezuma consideró que ambos conceptos no son excluyentes:

“Se trató de una conquista militar, primero, e ideológica después, en donde dos mundos muy diferentes entre sí se conocieron y el vencedor, como ocurre a lo largo de la historia en muchas partes del mundo, impuso un nuevo orden económico, religioso, político y social con las consecuencias que esto acarrea. En un principio hubo resistencia, pero ese nuevo orden de cosas tomó cartas de naturalización aunque hay que recordar que muchas etnias indígenas, después de 500 años, aún conservan mucho de sus tradiciones y algo muy importante: su lenguaje y costumbres”, dijo Matos.

El historiador Luis Barjau, en cambio, opinó que se trató de una conquista. “Encuentro es una palabra tramposa, recuerda de inmediato el encuentro amistoso, amoroso, casual y ninguna de estas formas fue, fue una Conquista”, consideró. Una conquista que tuvo un antecedente pasivo, “configurado por el sistema tributario que permitió la alianza inmediata de grupos indígenas de Veracruz y la avanzada de Hernán Cortés para conquistar la cúpula de México-Tenochtitlán, porque exagerando un poco, los hombres de Cortés no llegaban a 750, muchos eran marineros, cocineros, y los militares, soldados eran muy pocos, de tal manera que era imposible para Cortés conquistar una ciudad tan fuerte solo”, planteó.

El investigador del INAH aseguró que independientemente de la visión que se tenga, la llegada de los españoles y la caída de Tenochtitlán se deben conmemorar. “No digo que celebrar, no estaremos celebrando nada, se trata de recordar un evento extremadamente importante”, añadió.

José Enrique Ortiz Lanz, coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH, consideró que estos eventos también serán buen momento para explorar en la historia de alguno de los protagonistas de ese evento histórico, como Juan de Grijalva, cuya expedición ha sido “una de las menos comprendidas en la historia de México, a pesar de que tuvo una importancia trascendental, a tal punto que el nombre que el país va a recibir durante tres siglos lo pone Juan de Grijalva: La Nueva España”. El investigador, que participó recientemente en el coloquio “Juan de Grijalva en la segunda expedición de Cuba a Yucatán, a 500 años”, destacó el encuentro pacífico que el joven explorador español encabezó en las costas de Tabasco en 1518, una expedición totalmente diferente a la que haría un año después Hernán Cortés y sus hombres, como Pedro de Alvarado, quien ejecutó las batallas más sanguinarias contra los pueblos indígenas. Para describir este momento de la historia del país no cabe un solo adjetivo, consideró Ortiz Lanz: “Creo que tendríamos que hablar de un momento de encuentros y desencuentros”, concluyó.

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