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En el Palacio de Cortés o Museo Regional Cuauhnáhuac de esta ciudad el tiempo se detuvo el 19 de septiembre a las 13:14 horas. Las manecillas del reloj que coronaba este edificio que fue residencia del conquistador español se detuvieron en ese instante que los movimientos telúricos azotaron el centro del país. La imagen del torreón destrozado de este ícono morelense fue una de las primeras imágenes que ilustró la destrucción del patrimonio histórico en el estado. Dos meses después, de aquel reloj sólo quedan el hueco y la torre desfigurada, pero en el interior del inmueble todavía hay escenas inalteradas que retratan lo que el sismo provocó en su acervo: en las vitrinas, objetos como vasijas, jarrones de barro o cerámica, utensilios de plata, siguen desordenados, caídos, encimados sobre otros.

En otras vitrinas ya sólo quedan las bases que sostenían las piezas. En las paredes hay algunas cédulas de óleos que ahí colgaban, como un retrato de José María Morelos y Pavón que sobresalía en la sala 8 de este museo que narra la historia de este territorio desde la época prehispánica hasta principios del siglo pasado. Por prevención, una parte de la colección se retiró de las vitrinas y fue resguardada en las bodegas. Otras piezas, las de grandes dimensiones, como carruajes del siglo XVIII, utensilios y herramientas que dan cuenta de la producción azucarera en la región, siguen en las salas cubiertas con plástico.

La huellas del sismo en este inmueble construido a petición de Hernán Cortés en el siglo XVI se hacen más notorias en los muros y áreas de la parte alta, principalmente en las estructuras que se añadieron y modificaron en 1974 con el fin de convertirlo en Museo Regional. Las grietas y fisuras se manifestaron en formas de arcos o ventanas. Algunas paredes se desprendieron del techo. “Se ven como afectados, con fisuras, grietas, pero son parte de las alteraciones que ha tenido el inmueble anteriormente; hay algunos vanos, accesos que fueron tapiados, eso fue lo que se marcó, pero no hay una falla, hay una separación del material”, explica a EL UNIVERSAL Fernando Duarte, coordinador del área de Monumentos Históricos de INAH Morelos. Aclara que el edificio tiene afectaciones graves, pero ninguna pone en riesgo su estabilidad estructural.

Durante su participación en el coloquio “Los sismos: las enseñanzas que nos dejaron”, organizado por la Dirección de Estudios Históricos el 13 de noviembre pasado, el arquitecto Manuel Villarruel, de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, señaló que un factor que propició daños en buena parte de los inmuebles afectados por los sismos de septiembre fueron las adaptaciones y modificaciones recientes. Uno de los ejemplos que citó fue el Palacio de Cortés, cuyos muros y elementos añadidos el siglo pasado fueron rechazados por la estructura original. Las grietas que se aprecian en algunas áreas del edificio comprueban lo dicho por el arquitecto. El torreón dañado también era un elemento moderno. Fue colocado en 1910 para celebrar el primer centenario de la Independencia.

Según Fernando Duarte, la última gran intervención al monumento se hizo en 1974, cuando se adaptaron las salas del museo, pero aclara que ya desde finales del siglo XVI sufrió modificaciones. “Efectivamente hay elementos de los 70, pero soportó sismos anteriores; estructuralmente se había comportado bien. Desde mi punto de vista, el edificio se comportó como debía ante este movimiento sísmico, pero ahora tenemos que conocerlo más a profundidad para atender las fallas”. Añade que durante estos trabajos de rescate emprenderán estudios estructurales y de mecánica de suelo para conocer el comportamiento de este edificio que está construido sobre un basamento prehispánico.

Atienden murales de Rivera. En el primer piso, en la terraza de lo que fue su fachada original, el edificio resguarda una de las obras monumentales de Diego Rivera. En la pared de esa galería, en los arcos y vanos de las puertas, el artista plasmó entre 1929 y 1930 el mural Historia de Morelos, Conquista y Revolución, que ahora luce con diversos parches blancos. Según el dictamen del INBA, la obra tuvo “grietas y fisuras ramificadas, pérdidas parciales, desfases, oquedades y separación del aplanado con el muro que lo soporta; además se observa la presencia de afloraciones salinas sobre la superficie pictórica, originadas por la presencia de humedad retenida en los muros”. Los daños, afirma, “son considerables” pero reparables. No obstante advierte que “es indispensable que se estabilicen estructuralmente las zonas contiguas al mural”.

En los arcos del pasillo donde está el mural, personal del INAH hizo trabajos de apuntalamiento. Una vez reforzados, especialistas del CENCROPAM colocaron velados en las zonas de grietas y fisuras con riesgo de desprendimiento de material; también registraron y recuperaron los fragmentos desprendidos. Actualmente, dice el INBA, está en desarrollo el proyecto de restauración y hay un monitoreo constante del mural. La intervención se realizará una vez que el INAH estabilice el inmueble.

Por ahora, en una primera etapa de rescate, especialistas del INAH concluyeron apuntalamientos en las salas, pasillos y el torreón; en los muros y cubiertas sellaron grietas para evitar filtraciones de agua y más desprendimientos. El arquitecto Fernando Duarte señala que actualmente trabajan en el proyecto de restauración, que ejecutará una empresa especializada en conservación con la supervisión del instituto. “Estamos trabajando en eso para poder generar un presupuesto y buscar la financiación”, asegura.

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