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La noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, 43 estudiantes de la Escuela normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa desaparecieron. Y seis hombres fueron asesinados. Uno de ellos fue encontrado con el rostro desollado. Se llamaba Julio César Mondragón y tenía 22 años, era casado y tenía un bebé recién nacido. Su asesinato, hasta hoy, no ha sido aclarado ni hay responsables. Sin embargo, su homicidio estaba condenado a ser enterrado en el olvido, pero su familia no lo permitió y luchó para que se estableciera que no había muerto por arma de fuego sino que había sido torturado y que el desollamiento de su cara había sido intencional y no producto de la fauna del lugar, como se estableció en las investigaciones oficiales.

La historia de la búsqueda de la verdad y de la justicia de la familia de Julio César ha sido contada por la poeta, ensayista y defensora de derechos humanos Diana del Ángel en el libro Procesos de la noche (Almadía, 2017), que escribió como resultado de la Residencia de Creación Literaria Ventura+Almadía, que Fondo Ventura y Editorial Almadía crearon para brindar a escritores las condiciones necesarias para producir una obra.

En el volumen no sólo se da cuenta del laberinto burocrático y de la infinidad de trabas que la familia y la abogada Sayuri Herrera debieron derribar una a una, sino también construye el rostro de Julio César a través de los seres que lo amaron y admiraron. Así, Procesos de la noche no es sólo una recopilación de injusticias, es también un recuento humano de un hombre y de una familia.

—Página tras página es una indignación tras otra. ¿Cómo fue el proceso de escritura de este libro?

—No me propuse la idea de objetividad, en primera porque no existe y en segunda porque me iba a resultar imposible en la medida que fui partícipe de todas estas historias. En la mayor parte de las crónicas fui tomando notas, sólo algunas las escribí el mismo día o al siguiente. Por ejemplo, las que escribí inmediatamente son las que narran la exhumación y la reinhumación porque eran momentos importantes, esperábamos que la gente no cercana al caso conociera estas historias. Traté de encuadrar todo lo que había sucedido para que ofrecer un texto coherente y asequible.

—Hasta ahora no hay responsables ni justicia para el joven. ¿Cuándo decides concluir la historia?

—Las crónicas tienen una temporalidad que me permitió cerrarlas. La última es del 29 de junio de 2016, el día en que la familia recibió los resultados de la segunda necropsia por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense y por parte de la PGR. Esto determinó el fin de una primera parte porque con esa necropsia se podía exigir otra investigación sobre tortura. Esto es lo que sigue en términos del proceso jurídico y al momento esto está detenido porque las autoridades abrieron la investigación pero no la radicaron con el resto de las investigaciones de los 43. En Iguala se esperaba que se pudiera enderezar la causa que estaba por homicidio y se hablara de tortura, pero el juez que había hecho las diligencias de todos estos procesos fue cambiado de juzgado, no sabemos si como castigo o como premio, así que esto también está detenido desde el año pasado.

—¿Qué has aprendido acerca de la impartición de justicia?

—Lo que más salta a la vista en este proceso es que la gente ha tenido que tomar mucha fuerza y se ha enfrentado a un proceso de revictimización. El caso está radicado en Iguala, lo que implica trasladarse hasta el juzgado y muchas veces sólo para hacer presión, para que la secretaria o el juez te vean. Muchas veces se tenían que escuchar frases como que en este país no hay justicia de parte de personas como la secretaria de Acuerdos; sacar una fotocopia les podía tomar días o semanas. Hay una violencia burocrática que no es nombrada. Todos los mexicanos sabemos que un trámite burocrático implica muchas horas, pero esta situación en el ámbito penal es mucho más peligrosa, sobre todo si implica poner en duda la participación del Estado y la autoridad; todas las trabas que ya existen se multiplicaron en este caso. Por eso era importante rescatar el camino que tomó la familia de Julio, podría servirle a otras personas que pasan por lo mismo. Es un caso complicado y todo indica que la justicia no vendrá de la autoridad mexicana, se podría llegar a la Corte Interamericana. Seguiría también la reparación del daño para su esposa y su hija. Lo que me gustaría que se tome en cuenta es cómo una familia se sobrepone al duelo personal y opta por buscar justicia. La decisión de Marisa de pedir la exhumación del cuerpo implicó un doble duelo pero querían que se hicieran todos los procedimientos forenses para buscar la verdad. La abogada acompañó a la familia y fue muy importante porque se avanzó en comparación con otros casos.

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