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Hasta antes de que la escritora, periodista y traductora checa Monika Zgustova contara la historia de nueve mujeres que sobrevivieron al Gulag, esos campos de trabajo forzado que mantuvo la Unión Soviética de Stalin, nadie se había adentrado con mayor profundidad a los relatos de vida de esas prisiones, hecho que suele denominarse como “el otro Holocausto”.

Esa reconstrucción de la vida antes, durante y después del Gulag dan cuerpo a los relatos de Vestidas para un baile en la nieve (Galaxia Gutenberg), un libro periodístico que recupera las historias de las víctimas a través de entrevistas con nueve mujeres que fueron presas políticas, pues todas eran creadoras o académicas, científicas, actrices, maestras, matemáticas y poetas, cuando fueron encerradas.

“Mi función fue básicamente escuchar e intentar reproducir sus historias de la mejor manera posible. Este es un libro periodístico, son reportajes aunque con muchos toques literarios; lo que intento siempre es hacer mis reportajes muy transparentes y desnudos, realmente ciñéndome a lo más importante y decir solamente la verdad”, señala la periodista que radica en España y colaboradora del diario El País.

La también autora de Las rosas de Stalin asegura que su método es dejar hablar, dejar escuchar la voz de las protagonistas, en este caso, sin entrometerse demasiado. “Si hablo de algunas cosas bellas o de algo hermoso que por ejemplo a estas sobrevivientes las ayudara a vivir o a sobrevivir fue porque ellas me lo contaron”.

Zgustova asegura que es posible que alguna vez, para aligerar en algún momento el peso del sufrimiento que plantean las historias en el libro, se concentró un poco más en el tema de la belleza, de la cultura y la literatura, por ejemplo, que tanto ayudó a estas mujeres a sobrevivir.

“Sentí que tenía que hacer esos equilibrios, no quería hacer un libro de horror, sino un libro que a la gente le hablara de la condición humana; porque mi libro es un libro sobre la condición humana y el horror forma parte de la condición humana; pero claro, me plantee la pregunta ¿cómo sales de ese horror?, ¿qué haces para salir del pozo negro?”, dice la narradora y periodista.

Y es que tras buscar y entrevistar a cada una de las nueve mujeres que representan a otras tantas presas políticas que fueron víctimas del régimen stalinista, Monika Zgustova concluye que cada una, a su manera, tenían en común una idea de querer ayudar a la gente de su comunidad y eso le parece muy noble porque es resultado de la solidaridad lograda en la cárcel.

“Se humanizaron más en medio de la barbarie. Entendieron muy bien lo que es el bien y el mal, lo tenían muy claro. Para nosotros, en nuestro mundo, estas cosas no quedan muy claras. ¿Qué es el bien?, ¿qué es el mal?, muchas veces son cosas que cuesta distinguir, pero ellas lo tenían muy claro”, señala Zgustova.

Aunque se han publicado varios testimonios y estudios sobre lo que fue el mayor sistema de campos de trabajo forzado de la historia de la humanidad, los Gulag, y uno de los libros más representativos es Archipiélago Gulag, de Aleksandr Solzhenitsyn, poco se había contado de las mujeres sobrevivientes y menos se había logrado que ellas hablaran.

“La pura verdad es que de los campos de concentración nazis se sabe muchísimo más y no tanto así de los campos rusos, por muchas razones, una de ellas es que por muchas décadas el comunismo y el Gulag estaban bien vistos por los intelectuales de izquierdas occidentales, porque en Rusia la Unión Soviética había ganado la guerra contra un enemigo común, un enemigo terrible y además tenía una propaganda muy bien pensada, que era fácil de creerse, y era como agradable. O sea que se la creían niños y mayores y todos”, señala la periodista.

De ahí que en el libro Vestidas para un baile en la nieve, Monika Zgustova incluye varias referencias bibliográficas del tema, pero ante todo son las historias de estas nueve mujeres las que valen mucho, pues son experiencias de vida y de sobrevivencia gracias a la cultura.

“La cultura salvó la vida de estas mujeres. Yo lo tengo muy claro, es una afirmación que puede parecer exagerada, pero en el caso de estas mujeres es justa, porque realmente se ve la diferencia entre las mujeres que llegaron al Gulag sin cultura, que eran las presas comunes, como ladronas y que no sobrevivieron, pero en cambio las que eran presas políticas sí sobrevivieron y lo hicieron con dificultades evidentemente, pero gracias a la cultura, es la capacidad de humanismo”, concluye la narradora y periodista.

Y es que aunque estas mujeres trabajaban entre 12 y 14 horas, más las tres horas de ida y vuelta del campo al trabajo, encontraban en la poesía, en algún libro que circulaba secretamente, en la música y en la pintura, material para la reflexión o para pasar los días aprendiéndose algún poema o escribiéndolo en la memoria, pues tenían prohibido el papel y el lápiz.

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