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Julián Herbert es un poeta, novelista, cuentista y ensayista que crea y vive entre fronteras. Nació en Acapulco, pero su infancia transcurrió en una eterna errancia arrastrado por su madre. Su casa es la literatura pero la curiosidad lo ha llevado a la música, a la creación colectiva donde están las letras, pero también a la melodía y el arte conceptual. Requiere la soledad de la escritura al mismo tiempo que la interacción en colectivos.

Herbert fundó en 2009 el colectivo de arte interdisciplinario Taller de la Caballeriza, con el que publicó la colección de videopoemas Depósito salvado; junto a Jorge Rangel ha realizado proyectos como Soundsystem en Provenza, un performance de electropoesía; y con Héctor Zárate mantiene viva la banda Los Tigres de Borges. Todo sin dejar de hacer literatura. Acaba de publicar Tráiganme la Cabeza de Quentin Tarantino (Literatura Random Houese), un conjunto de 10 relatos en los que prevalece una ética de los personajes aunque sea en situaciones absurdas.

¿Es un libro que tiene personajes singulares?

Yo me lo plantee como un problema conceptual al iniciar el libro, desde el principio. Obviamente el libro es un homenaje a Tarantino y para mí uno de los temas importantes en la obra de Tarantino es algo que platiqué con mi amigo Pedro Moreno en los años 90, y es que una de las cosas que nos sorprendía era cómo Tarantino podía hacer personajes aparentemente superficiales o bidimensionales y sin embargo el problema ético de los personajes era muy profundo.

Al empezar este libro me lo plantee siempre de esa manera, con la idea de hacer personajes que aunque se salieran del foco de la realidad tuvieran esto que menciona el personaje del crítico literario que aparece en el último cuento, que es un estado de ética alterada, una especie de ética intoxicada que tienen estos personajes y que hace que actúen con mucha fidelidad a sus principios aunque éstos son muy extraños.

¿Qué es lo que te interesaba en estos cuentos?

Me interesaban varias cosas, entre ellas hacer una parodia de la narconovela, que conozco muy bien y que tiene que ver con el entorno y con ciertos rasgos de la literatura norteña, que es una literatura que me pertenece o a la que pertenezco y que siento que ya se ha agotado mucho y que de algún modo ya hay como norteños falsos o postizos por todos lados. Me interesaba llevar eso a sus últimas consecuencias, hacer cruces de mundos muy absurdos donde se puedan encontrar por ejemplo un capo de los carteles con un crítico de cine, era eso, juntar personajes que a lo mejor son improbables de algún modo.

¿En tu literatura te interesa el conflicto ético?

Yo creo que la gran novela del XIX viene del conflicto ético en los personajes y sí, estoy de acuerdo en que un autor no es un juez, un autor deja que los personajes se desenvuelvan en su ética y que construyan su ética a través de la imaginación, pero no es algo superficial para los personajes, es algo fundamental y entonces para mí sí es un tema muy importante, porque creo que tiene que ver no tanto con el juicio, sino con el poder cognitivo de los personajes. A todos nos pasan cosas y a muchas personas le pasan cosas más interesantes que a nosotros, estoy seguro que hay millones de vidas más interesantes que la mía o que la de mis personajes, pero creo que es importante arrojarlo sobre el conflicto que lleva a los personajes a determinadas circunstancias, las cosas que los convierten en lo que son y eso sí creo que no se puede hacer sin una imaginación ética.

¿Hay personajes que arrastras de otras historias, cruzas historias?

Hay algunos personajes que sí vienen de algunas situaciones e incluso de textos, en “Caries”, uno de los cuentos de este libro, aparece Bobo Lafragua, que es un personaje que está en “Canción de Tumba”, hace un cameo aquí. En general hay un cierto diálogo más que con obras mías, con obras de otros autores, creo que ahí es donde se desarrolla más la historia.

¿Te interesa cruzar en tus historias, las historias de otros?

Por supuesto, el cuento final, por ejemplo, dialoga con muchas circunstancias, dialoga con la obra de Quentin Tarantino, pero por otra parte con la figura del Chapo Guzmán y con la anécdota del encuentro entre él y Kate del Castillo. Dialoga con los personajes de Tarantino esta pareja de asesinos que son Jules y Vincent Vega, pero en el caso de mi texto esta dupla se llaman Rosendo y Gildardo, que a su vez son un diálogo con los Rosencrantz y Guildenstern de Hamlet, de Shakespeare. Entonces hay muchas referencias cruzadas de ese tipo. Hay mucha literatura. Hay un momento en donde uno de los personajes le dice al otro: “Rosendo y Gildardo están muertos”, que es una frase que viene al final de Hamlet. La idea es esa, jugar con otras literaturas, con textos de otros autores.

¿Estás en la literatura y en diferentes disciplinas?

Claro, creo que toda esta parte tiene que ver con la curiosidad y con las habilidades de relacionar cosas, una capacidad de relacionar es importante para consolidar el poder cognitivo. Las personas construimos relaciones y esa construcción de relaciones tiene mucho sentido, la construcción de relaciones entre un objeto y otro, la construcción de relaciones entre seres humanos, y la construcción de relaciones entre disciplinas.

¿La música es la disciplina a la que más atraviesas?

Hay cosas que he aprendido de la música que me han permitido resolver problemas literarios y viceversa, muchas de las cosas que he aprendido de la literatura me han permitido seguir haciendo música. Me gusta la literatura porque es el oficio que me tocó y me gusta, pero es un oficio muy solitario, y a mí me gusta la gente. Últimamente me he vuelto más misántropo, pero en general me gustan las personas, me interesan, me da curiosidad conocer personas y hablar con ellas; por eso me interesan las otras disciplinas, porque te abren al trabajo de colaboración, por ejemplo, la música para mí es súper importante porque algo que me da la música, que no la literatura, es el trabajo en colaboración. Una de las personas más importantes en la música para mí es Héctor Zárate, tenemos el grupo Los tigres de Borges que, básicamente, somos él y yo, y los demás miembros entran y salen. Héctor es un músico de jazz con una capacidad intelectual que me sorprende, sabe mucho de teoría también, es un gran músico, hacer música con él es un privilegio y una enseñanza todo el tiempo. Creo mucho en el aprendizaje autodidacta.

¿Pero ante todo eres un escritor curioso que se divierte?

Yo no escribo porque soy escritor y debo hacerlo, al menos no quisiera hacer eso, me parecería muy triste escribir porque soy escritor, yo escribo porque me interesa el mundo y me interesa el proceso de lo que estoy viviendo, convertirlo en literatura.

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