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Fabrizio Mejía Madrid no quería volver a contar el mito fundador de la noche del 2 de octubre de 1968 y la masacre de estudiantes. Lo que el escritor y periodista quiso en Esa luz que nos deslumbra fue contar la historia de los 123 días que duró el movimiento estudiantil, y hacerlo desde las emociones y los afectos; contar el cruento episodio pero a ras de tierra y desde una novela.

“Lo que traté de contar fue: no la historia de algunos líderes, en lo individual, sino más bien de gente que duerme en la huelga, de gente que se pregunta en las asambleas de 400 horas ‘¿a qué hora va a terminar este tormento?’. Mucho más a ras de tierra, a ras de emoción”, señala en entrevista el escritor que dedicó un largo tiempo a conjuntar todas las voces en un mismo relato.

En la novela publicada por Grijalbo están todas las caras del movimiento, todas las voces y todos los ángulos de los protagonistas. Se puede leer ahí cómo se van echando la bolita García Barragán, secretario de la Defensa, con Luis Echeverría, secretario de Gobernación, a su vez Echeverría tratando de cuidar al Presidente, pero sin descuidar su posible candidatura.

“Aquí están todas las contradicciones dentro de los estudiantes, en los poderes políticos y dentro de la sociedad, están las contradicciones en las familias. Quería dar todo el retrato muy al estilo de las novelas rusas, ver todas las versiones de los demonios de Dostoievski, me estuve acordando de esa novela mientras escribía esta otra. Ahí están todas las voces, sin decir estas son las buenas y estas las malas, más bien quise mostrar que esas contradicciones existieron en esos 123 días de conflicto”, señala el también autor de Hombre al agua.

Luego de revisar y leer los testimonios de sobrevivientes del movimiento, de revisar los documentos de la Fiscalía Especializada para Delitos del Pasado de Carrillo Prieto; después de releer los cuatro libros sobre el 68 que a él le parecen más importantes de carácter testimonial e incluso documental —que son La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska; Días de guardar, de Carlos Monsiváis; los dos volúmenes de Parte de Guerra, de Julio Scherer y Monsiváis, y La estela de luz, de Raúl Álvarez Garín—, Fabrizio Mejía Madrid se sentó a escribir esta novela sobre el 68, un movimiento que tiene, entre otras, la características de ser “un mito fundador que va a ser el eterno precedente de todo el presente”, asegura el escritor.

Fabrizio Mejía Madrid dice que su propuesta fue mostrar lo que sienten los personajes, lo que se siente estar en huelga en la Universidad, dormir ahí, enamorarse ahí y luego también estar en la cárcel y el exilio de los que se fueron a Chile. “Documentar toda esa parte desde el punto de vista emocional, no desde el punto de vista de lo qué significa política o históricamente el asunto, sino desde el punto de vista de lo que significa ser joven. A mí me sigue sorprendiendo el júbilo, la alegría de ese verano y sobre todo yo sabiendo que tuvo un desenlace tan trágico, donde además la tragedia no es solamente la masacre del 2 de octubre sino la inacción de la gente frente a la masacre y enseguida la celebración de la Olimpiada como si no hubiera pasado nada”.

Fabrizio Mejía Madrid revisó y releyó testimonios y documentos, y luego escribió la novela, tratando de buscar en los textos y en su relato esa emoción, esa parte afectiva de ser chavo en esa época.

Y es que Esa luz que nos deslumbra es la historia del choque entre el autoritarismo del Partido Único y la diversidad, la alegría y la esperanza de los universitarios. De esa colisión emergió la tragedia que no se olvida, pero también los gérmenes de un mito cívico que ha perdurado por más de dos generaciones.

“La idea era escribir una novela a partir de una pregunta: ¿Por qué fue posible el 2 de octubre? Ya sabemos que del 22 de julio al 2 de octubre es la rebelión de los estudiantes frente a la autoridad presidencial, frente a la autoridad universitaria, del rector frente a la autoridad presidencial. En fin, es un momento de anti autoritarismo bastante extendido, de las mujeres frente a los varones, los morenos frente a los rubios, el trato preferencial que le dio el gobierno a los estudiantes del Politécnico frente a los universitarios de CU, pero la pregunta que rige es ¿por qué fue posible el 2 de octubre?”, agrega el narrador.

Su relato y la pregunta la hace a través de su personaje principal: Ledezma, un burócrata que es despedido injustamente por algo que no hizo. A partir de ese hecho, Mejía Madrid va extendiendo esa injusticia a toda la sociedad mexicana de la época, mediante círculos concéntricos, y a través de Ledezma ver cómo él mismo se acomoda a eso, y cómo la sociedad también lo hizo.

“Crecimos con la idea de que hay líderes del 68 cuando en realidad era un movimiento del ejercicio de soberanía popular, de gente en espacios públicos manifestándose sin convocatoria; eso no puedo dejar de verlo desde la óptica del presente, de la soberanía, de los derechos de manifestación y libertad de expresión”, dice.

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