El escritor desconoce el rumbo que tomará el "problema catalán", pero cree que "no se va a resolver apelando a la Constitución", y por ello pide "buscarle algún apaño" porque otra solución no se va a encontrar.

El autor barcelonés develó este lunes en el Instituto Cervantes de Nueva York el motivo que le llevó a publicar su última obra, Qué está pasando en Cataluña (Seix Barral), un ensayo que acaba de llegar a las librerías españolas y que rompe con el discreto papel que mantenía hasta ahora en el debate territorial catalán.

Mendoza, residente en Londres, vio con sorpresa cómo la prensa británica relacionaba constantemente lo sucedido en Cataluña con la represión franquista, así que decidió aportar "nuevos elementos" para que el público extranjero e "imparcial" pudiese "formarse una opinión" más allá del "tópico".

"Franco murió hace muchos años, las cosas han cambiado y los que participan en la vida política ahora no tienen memoria del franquismo porque entonces eran solo unos niños", dijo Mendoza.

"El sacar a pasear ese santo (el franquismo) es como sacar a pasear al Cid Campeador : está muy bien, es una figura muy interesante, pero no tiene nada que hacer aquí, llévesela a un museo", declaró.

El autor de La ciudad de los prodigios cree que ha trascendido el mito de que "España es un país opresor" cuando en realidad es "uno de los países con más manga ancha de Europa", donde "se insulta al Rey o se quema una bandera cada dos días sin que pase prácticamente nada".

Con la sala repleta, algunas bromas durante su intervención y en un ambiente distendido, Mendoza afirmó que fuera de Cataluña existe la "visión" de que el proceso catalán es algo "organizado por unos chiflados que persiguen una obsesión".

Y aunque opina que "puede que haya algo de eso", cree que no hay que menospreciarlo, ya que tiene detrás "una masa muy numerosa y a la que no engañan cuatro gritos poco elocuentes".

"Los independentistas son muy poco elocuentes y casi nunca se explican bien", continuó el novelista, "pero hay varios millones de personas aun así convencidos", dijo, y aunque la independencia sea algo "poco práctico o irrealizable, está ahí y hay que aceptarlo".

Durante la charla, que se prolongó por casi dos horas, el autor confesó estar "arrepentido" por haberse metido en un terreno resbaladizo como es la política y recordó que en un principio se había prometido a sí mismo no hablar en público del ensayo.

Y ello es porque, agrega, "todo lo que pueda decir va en contra de su propósito, que es salir de la frase y del titular para dejar una reflexión más sosegada".

Antes de escribir ese ensayo, se sentía "culpable por omisión de que las cosas hayan llegado a un punto difícil", así que se atrevió con una obra que califica de "panfleto" por estar "a medio camino entre la opinión inmediata diaria y el libro".

El autor de Sin noticias de Gurb y que ha sido distinguido con el Premio Cervantes, desveló el secreto para conseguir el aplauso unánime de la crítica: "Por comodidad o por desidia, nunca me meto con nadie y eso en España acaba dando buenos resultados".

"Ahora un escritor debe convertirse en una figura mediática, y publicar un libro es 50 por ciento escribirlo y otro 50 por ciento hacerse ver", señaló, y añadió: "A mí me hubiese gustado más vivir de aquella otra forma, pero también me gusta vender más de mil ejemplares ".

Eduardo Mendoza, que en 1973 se trasladó a Nueva York para trabajar en la ONU, admitió que cada vez que vuelve a la ciudad la encuentra irreconocible, y lo único que permanece intacto es el ruido y la suciedad.

nrv

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