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Nueva York. —El paso de Javier Camarena por el MET de Nueva York ha sobrepasado cualquier expectativa, incluso las del propio tenor. Haciendo bises en cada presentación y conquistando al público con su personaje Tonio en la ópera de Gaetano Donizetti, La hija del regimiento, este escenario ha sido uno de los más importantes en la carrera del veracruzano.

El recuento de una temporada neoyorquina que esta noche termina con la proyección simultánea desde el MET hasta el Auditorio Nacional no podría ser mejor: con excelentes críticas en los medios más importantes del mundo, como el New York Times que califica a Camarena de prodigio, hasta la emoción desbordada del público que, según Javier, es lo que más le motiva.

“La mayor satisfacción que me llevo es constatar el gran poder que sigue teniendo la música y la ópera para conmover y emocionar al público de nuestros días, tan sobre expuesto e inmerso en tantas cosas como el Internet”, aseguró el tenor en exclusiva a EL UNIVERSAL desde el teatro de la Gran Manzana que lo ha encumbrado. Pero el triunfo también conlleva mucha responsabilidad, contó Camarena en un respiro de sus presentaciones, “nunca he dejado de sentir las hormigas en el estómago. El éxito también trae la expectativa, la presión por demostrar que estás a la altura de lo que se espera, por eso siempre vivo cada una de las funciones con mucha responsabilidad. Los nervios son emocionantes, lo importante es que no me paralicen sino que me impulsen a ser mejor porque yo no dejo de sentir ilusión”.

La capacidad que el tenor tiene para lograr entonar agudos que casi nadie consigue convierten cada una de sus actuaciones en una proeza. Él mismo explicó la complejidad de ésto: “Si lo pudiera equiparar a algo sería como al golfista que logra hacer 18 hoyos en uno porque cada vez que uno se aventura a dar este tipo de notas es un tiro al blanco. No puedes fallar. El proceso de crear ese sonido en la voz del tenor es largo, difícil y no todos lo consiguen, por eso cuando un tenor puede hacerlo parecer ‘fácil’, es tan valorado. Yo lo que siempre digo es que lo difícil es hacerlo fácil, porque hoy en día la gente se admira porque en la partitura están escritos ocho agudos con uno agregado al final y bueno, con la emoción del público que te pide repetir se vuelven en total 18, pero en lo que yo pienso es que cuando estaba entrenando para cantar esta canción no cantaba 18, yo cantaba 30, 40 o 50 veces esos agudos hasta que me quedaba sin voz tratando que cada uno de ellos diera en el blanco. Así como hace el arquero que practica y tira mil flechas y cada vez va entendiendo más cómo se relaciona la tensión del arco con si hay viento, no lo hay, etc. Todos estos factores se aprenden a través de la práctica. Ese camino me llevó a tener el dominio que me permite lograr estas notas. Además ayuda que el momento que está viviendo el aria que canto es de puro júbilo, de un chico que está viendo casi cristalizado el sueño de casarse con la mujer que ama y eso es lo que lo motiva a cantar estas notas agudas, cada una es una explosión de felicidad que cuando ya no estás preocupado por esa nota porque es aguda te dedicas solamente a vivirla y a transmitir lo que está sintiendo ese personaje, que es lo que creo que vuelve mágico y especial ese momento”.

Hacer las cosas lo mejor posible. Respecto a cómo la cultura se ha convertido en el mejor estandarte para luchar contra los ataques hacia México en un momento político tan crispado con Estados Unidos, Camarena respondió: “Te voy a contar una anécdota que me cuesta mucho recordar porque cuando la viví me dio mucha vergüenza, pero que me marcó y es que en el primer viaje internacional que hice venía desde Barcelona a México y tenía que pasar por la fila en la que revisaban documentos y estaba literalmente vacía, no había ni un alma, ya sabes, la típica serpiente que hacen eterna para ir haciendo zig zag y me pareció muy fácil pasarme por abajo para ir cortando la línea y llegar directo a donde estaba el oficial. Pero cuando llegué, el policía me miró muy serio y me dijo: ‘La próxima vez haga todo el recorrido, como todo el mundo’. Y eso caló fuerte en mí. Porque parece una insignificancia, pero ahí entendí el compromiso que yo tenía de demostrar que como mexicanos nosotros también podemos hacer muy bien las cosas. Y desde entonces ha sido un compromiso muy fuerte tanto profesional, cívico y personal, de hacer las cosas lo mejor posible. Con hechos se callan bocas y se demuestra que hay palabras que están de más y son erradas”.

Para el tenor aún quedan muchos sueños por cumplir: “Pensando en cosas nuevas quisiera incursionar más en el repertorio francés. Otros teatros a los que quisiera llegar son La Scala de Milán. Me gustaría ir a Rusia, Japón, Corea… Y también tengo muchísimas ganas de hacer un disco con las grandes canciones de la música mexicana que espero no tarde”.

Pero en el camino del éxito concuerda en que lo mejor es el recorrido y ese pinta lleno de emociones para él, pues nada más terminar este sábado su temporada en el MET, el tenor volará a México para cantar este domingo en Guadalajara en el concierto que organiza Plácido Domingo para recaudar fondos para la Fundación Real Madrid que ayuda en zonas marginadas de América Latina, incluido México. “Fue una invitación que me hizo el maestro y acepté con muchísimo gusto. Hemos tenido la oportunidad de colaborar ya en dos ocasiones: hace dos años en Los Ángeles haciendo Los pescadores de perlas, de Bizet, él en la dirección musical, y luego hicimos esa misma ópera cantando juntos en Salzburgo con la que Plácido estaba celebrando el rol 150 de su carrera. Obviamente es una de las leyendas vivas que más admiro y que aprecio mucho porque siempre ha sido muy auténtico conmigo, así que esta invitación obviamente no podía rechazarla y menos tratándose de México”, explicó.

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