La violencia racial en Charlottesville (Virginia) ha reabierto el debate sobre si debe retirarse de los espacios públicos en EE.UU. la simbología confederada , que usan y reivindican grupos supremacistas blancos como el Ku Klux Klan (KKK).

Esta tranquila y progresista ciudad universitaria fue escenario el sábado de la mayor demostración de fuerza del nacionalismo blanco estadounidense en décadas: la marcha "Unir la derecha", convocada contra la retirada de la estatua del general confederado Robert. E. Lee.

El monumento es uno de los más de 700 que hay en 31 estados del país en honor al bando confederado de la guerra civil (1861-1865), formado por los estados secesionistas favorables a la esclavitud y perdedor de la contienda.

En Charlottesville, el enfrentamiento entre quienes defienden los símbolos confederados como su "patrimonio" y quienes los consideran racistas terminó en tragedia: un joven blanco neonazi arrolló con su automóvil una manifestación antifascista, matando a una chica e hiriendo a 20 personas.

A raíz de estos hechos, que han sacudido al país, varios alcaldes se han apresurado a sacar los monumentos confederados de sus calles, mientras que algunos ciudadanos han optado por derribarlos ellos mismos.

La alcaldesa de Baltimore (Maryland) ordenó retirar los cuatro que quedaban en la ciudad el miércoles de madrugada, dos días después de que unos manifestantes tumbaran a golpes una estatua confederada en Durham (Carolina del Norte).

Tampoco hay ya estatuas similares en Gainesville (Florida) ni en el cementerio "Hollywood Forever" de Los Ángeles, mientras el alcalde de Lexington (Kentucky) ha pedido sacar dos de unos jardines donde además estuvo situado uno de los grandes mercados de esclavos.

Los grupos supremacistas no han tardado en responder y han anunciado que "pronto" se manifestarán en la localidad sureña contra esa decisión.

"Tirar esas estatuas es un claro intento de reemplazarnos y borrarnos (a los blancos). Es por corrección política y una agenda radical", dijo Matthew Heimbach, líder de un nuevo grupo de ultraderecha.

El alcalde de Lexington, Jim Gray, argumentó que "no es correcto seguir honrando a estos hombres confederados que lucharon para preservar la esclavitud en el mismo terreno en el que muchas personas fueron vendidas como esclavos".

Otro alcalde demócrata, Levar Stoney, anunció que Richmond, antigua capital de la Confederación, evaluará la retirada de todas sus estatuas en honor a ese periodo.

"Lo ocurrido en Charlottesville ha revelado el poder de estos monumentos para servir como punto de manifestación de la división, la intolerancia y la violencia", explicó.

Al presidente Donald Trump no le está gustando esta tendencia: "Triste al ver que la historia y la cultura de nuestro gran país está siendo hecha pedazos con la eliminación de nuestras bonitas estatuas y monumentos", tuiteó hoy.

Pero las duras imágenes de Charlottesville han hecho dar marcha atrás incluso a asociaciones de preservación monumental, como la de Richmond, que canceló una próxima protesta por miedo a que se sumen grupos supremacistas.

El debate sobre si la simbología de la Confederación es racista y debe retirarse de los espacios públicos cobró fuerza en junio de 2015, cuando el joven blanco Dylann Roof mató a nueve afroamericanos en una iglesia de Charleston (Carolina del Sur).

Sus fotografías con una bandera confederada generaron un movimiento social contra la presencia de ese símbolo en espacios públicos, que pronto se amplió a otros como los festivales estatales o los nombres de calles, parques y escuelas.

Desde entonces ha habido más de 100 intentos a nivel local y estatal de eliminar estos símbolos o dotarles de contexto histórico, según una investigación del Southern Poverty Law Center (SPLC), la ONG que estudia con más detalle el extremismo en EE.UU.

Ese número sigue creciendo tras los sucesos de Charlottesville, que han reavivado un debate en el que en esta ocasión participa hasta un tataranieto del general Robert. E. Lee.

En declaraciones a la CNN, Robert. E. Lee V se mostró de acuerdo con que los alcaldes retiren las estatuas confederadas y apoyó la idea de trasladarlas a museos.

El propio general, como recuerda su biógrafo Jonathan Horn, se opuso a que se levantaran monumentos a la Confederación tras la derrota en la guerra civil.

Consideraba, relata Horn, que los países que borran los signos visibles de sus guerras civiles se recuperan antes del conflicto y temía que al mantener esos símbolos se perpetuaran con ellos las divisiones.

sc

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