Entre la nueva información que ha salido a la luz de los estudios del Gran Acuífero Maya, destaca una investigación de 2015 encabezada por el geofísico René Chávez y un equipo multidisciplinar del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la que, con tecnología de análisis tridimensional (TRE-3D), determinaron las magnitudes y tamaño de una cavidad de agua dulce —un cenote— debajo de la Pirámide de Kukulkán, en Chichén Itzá. Los análisis más recientes apuntan a que este cenote está conectado con el Gran Acuífero Maya y con otros cenotes de la zona.

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El estudio de René Chávez fue retomado por el arqueólogo subacuático Guillermo de Anda e incluido en el libro Exploraciones del Mundo Subterráneo, Un acercamiento al Gran Acuífero Maya (2022, Aspen Institute México) en el capítulo Tomografía Eléctrica 3D en la Pirámide de El Castillo y que determinó, en conjunto con los resultados de otros estudios encabezados por De Anda, que hay una amplia posibilidad que la cueva debajo de la también conocida pirámide de El Castillo tenga interconexiones con otros cenotes.

Al incluir este estudio en el libro editado por De Anda, se presenta a la Geofísica como una disciplina elemental de una nueva metodología para estudiar la arqueología subacuática. “René Chávez nos dijo hace varios años que hay un cenote debajo de El Castillo, al momento de que este estudio salió a la luz, supimos que era un tema sumamente importante, estamos hablando, probablemente del quinto rumbo del universo maya”, explicó De Anda el 31 de enero pasado, en la presentación del libro.

Detalló que la pirámide de El Castillo coincide en un punto donde cruzan ciertos ejes asociados a los cenotes de Holtún, el Xtoloc, el Kanjuyum y el cenote Sagrado. “Tenemos este quinto cenote debajo de la pirámide de El Castillo, el cual ha sido fundamental para el avance de estos estudios y de la apreciación de este nuevo mundo al que llamamos la arqueología de lo subterráneo”.

A raíz del análisis de René Chávez y la adición de los estudios de De Anda se determinó que existe una entrada propia al cenote que está debajo de la pirámide de El Castillo.

“Debido al descubrimiento del doctor Chávez, tuvimos una serie de descubrimientos colaterales recientes, estamos buscando una entrada al cenote debajo de la pirámide y sé que la encontraremos, tenemos que entrar a ese cenote, es difícil, pero muy posible”, recalcó De Anda.

Aunque la información del cenote debajo de la pirámide de Kukulkán ya había sido revelada desde 2015, las nuevas interpretaciones, así como una mayor investigación y discusión en torno del acuífero peninsular por la construcción del megaproyecto turístico Tren Maya ponen sobre la mesa las posibilidades de que, al contaminarse ciertas zonas por la llegada del turismo, se ponga en peligro a todo un ecosistema poco entendido y explorado.


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Un análisis que no dañó el patrimonio

En entrevista con EL UNIVERSAL, René Chávez explicó la metodología que siguió su equipo, conformado por Gerardo Cifuentes y Esteban Hernández, del Instituto de Geofísica de la UNAM; por Andrés Tejero, de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, y por Denisse Argote, del INAH, para el estudio de la pirámide.

Para este análisis se usaron 96 electrodos planos alrededor de la estructura arqueológica, en un área de 66.5 x 71.5 metros cuadrados. Los electrodos tuvieron una separación entre sí de 2.9 metros y fueron colocados en una zanja de 0.30 metros de ancho y 0.05 metros de profundidad, de tal manera que la superficie del electrodo hiciera contacto con el suelo natural, sin interferencia de pasto o plantas.

Los resultados arrojaron que debajo de la pirámide hay una cavidad de 20 metros de diámetro y 25 metros de profundidad, aproximadamente. Otro resultado que llamó la atención de Chávez fue la presencia de agua dulce en esa cavidad. Tales conclusiones se sostienen en la forma en que las señales eléctricas se conectan por los electrodos y son recibidas por el aparato que arroja la electricidad. Las señales eléctricas cambian si hay agua, vacíos, rocas o tierra y de esa forma se interpretan por los geofísicos.

Los resultados finales fueron representados de forma gráfica por estudiantes de Chávez, quienes dibujaron, a través de un software especial para interpretar mediciones eléctricas, la posible vista de la pirámide y el cenote que hay debajo.

Cabe resaltar que el equipo de Chávez desarrolló una metodología especial para estudiar el subsuelo de estructuras de importancia arqueológica. Los antecedentes del método se desarrollaron para estudiar viviendas en la Ciudad de México, las cuales tenían riesgo de colapso.

Tal metodología consiste en hacer tomografías tridimensionales con electrodos conectados uno a otro, los cuales emiten ondas eléctricas que después son interpretadas por una máquina especial, para luego ser analizadas por especialistas. Sin embargo, de manera tradicional, los electrodos son piezas de más de un metro de largo que se entierran en las estructuras a analizar.

Por tratarse de una pieza arqueológica de gran valor patrimonial, el INAH no permitió que los electrodos perforaran la pirámide, pues tiene materiales delicados, como el estuco, que podría sufrir daños permanentes si se le invadía de esa manera.

Aunque el método tradicional de análisis con electrodos resultó eficiente en estructuras urbanas, la solución inmediata fue utilizar electrodos planos, utilizados por primera vez por investigadores españoles en 1987, con la finalidad de no causar daños al patrimonio histórico.

“El equipo o la máquina especial que lee los datos manda una corriente eléctrica a los electrodos que llevan dicha corriente; las variaciones de la corriente eléctrica, al atravesar el subsuelo, se miden con otros electrodos en función de la diferencia de voltaje”, explicó Chávez.

Este método se utilizó en un primer ensayo en la pirámide de El Osario, también ubicada en Chichén Itzá, para determinar la certeza de los electrodos planos. En esta prueba se pudo ver, de acuerdo a las mediciones eléctricas, que debajo de la pirámide de El Osario hay una cavidad de 14 metros de profundidad con tres salidas posibles, tal como ya lo habían revelado estudios anteriores.

Para Chávez, el cuidado del ecosistema de los cenotes es una tarea de todos, no sólo de los nuevos turistas que llegarán a la zona por el Tren Maya, sino de los habitantes nativos. “La Península de Yucatán siempre ha estado aislada del resto del país, es importante que se investigue más la zona; veo que hay voluntad de Diego Prieto (director del INAH) para preservar el patrimonio en torno al Tren Maya”, concluyó.

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