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En el marco del Coloquio M68, que busca conmemorar el 50 aniversario del movimiento estudiantil de 1968, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) presentó la conferencia “El papel de Javier Barros en el 68”, encabezada por Enrique Krauze, historiador, escritor y editor; y Leonardo Lomelí, economista e historiador por la UNAM.

Krauze comenzó su ponencia evocando las razones del movimiento del 68: “Lo que defendía y pedía el movimiento era, básicamente, libertad crítica y libertad de manifestación. La libertad de expresión en esa década era mínima, en todos los medios había censura o autocensura. Ese sistema político mexicano soberbio, autoritario y autosuficiente era nuestro adversario, nuestro enemigo”.

El escritor afirmó que el movimiento estudiantil no pretendía derrocar al sistema o cambiar al gobierno, sino más bien buscaba un diálogo auténtico donde todas las voces fueran escuchadas.

¿Queríamos tirar al sistema político mexicano? —se preguntó Krauze y respondió ahí mismo: “No era la intención del movimiento derrocar al gobierno. Queríamos establecer un diálogo, queríamos conquistar la libertad y el debate. Desgraciadamente, los jóvenes de aquella época teníamos enfrente al más autoritario de los presidentes: Gustavo Díaz Ordaz”.

Los ponentes continuaron la conferencia hablando del papel de Javier Barros Sierra como rector de la UNAM durante el movimiento del 68. “Díaz Ordaz era partidario de la fuerza y lo único que le importaba era el sentido de la autoridad; Barros Sierra era un ingeniero humanista, ilustrado y un hombre lleno de sensibilidad, historia y de cultura. Además fue un hombre con verdadera autoridad moral, eso es algo difícil de ver en la política mexicana”, afirmó Krauze.

El historiador comentó que Barros Sierra fue un rector activo y con convicción para defender a la Universidad y al movimiento: “Vi por primera vez a Barros Sierra el 1 de agosto de 1968; había dado un discurso y puesto la bandera a media asta después del allanamiento a la Preparatoria 1. Vi llegar a un gran contingente encabezado por Barros Sierra, era increíblemente emocionante. Después dijo unas palabras a los estudiantes que quisiera leer: ‘Jamás en mi vida me he sentido más orgulloso de ser universitario; han respondido de manera maravillosa y mucho más allá de lo que todos esperaron. Viva nuestra Universidad, viva el Politécnico, pero sobre todo, viva México’”.

El escritor se refirió a las memorias de Díaz Ordaz, a las que tuvo acceso como parte de una investigación, donde, relató, constató el temor que Díaz Ordaz sentía por Barros Sierra: “En esas memorias, absolutamente llenas de delirios de persecución, Díaz Ordaz se refería a Barros Sierra como al que querían volver el nuevo presidente y, alimentado de ideas falsas por el agente de la CIA, creía que la Universidad era un nido de comunistas”.

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