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El nombre del director de escena Claudio Valdés Kuri está asociado, desde hace muchos años, a la internacionalización, a la vanguardia y al éxito. Sin falsa modestia asegura que su trabajo ha marcado rutas para las nuevas generaciones y ha aportado nuevos conceptos para la creación teatral. Y es cierto. La crítica especializada lo ha hecho merecedor de múltiples reconocimientos, por ejemplo, en 2008, The New York Times calificó a su obra De monstruos y prodigios: la historia de los castrati como la mejor pieza latinoamericanas de los últimos 20 años. Para lograr lo que ha conseguido, dice, se necesita ante todo de calidad artística.

Con la Compañía Teatro de Ciertos Habitantes, que fundó y dirige desde hace 20 años, se ha presentado en los festivales y teatros más relevantes de países como Alemania, Gran Bretaña, España, Estados Unidos y México. Y con su presencia internacional se ha comprometido a derribar los clichés que existen sobre nuestro país. “En las giras he visto que nos desconocen por completo. Siempre está el mote del tercer mundo, de lo tropical y lo exótico. En Estados Unidos nos ven como nos ha calificado Trump, asesinos e inmigrantes. Y en Europa somos exóticos. En Sudamérica somos mariachis. Somos infinitamente más que eso. Nuestra diversidad es fascinante. Mi trabajo ha sido romper el paradigma”, dice.

En el marco de las celebraciones por los 20 años de Teatro de Ciertos Habitantes, que incluirá el montaje de cinco de sus obras en el Centro Nacional de las Artes del 7 al 25 de febrero, Valdés Kuri habla sobre el país de cara a las próximas elecciones y sobre su trabajo.

Con frecuencia se te asocia a la vanguardia. ¿Esas expectativas la llevas sobre los hombros?

No trabajo para las expectativas. La fama puede venir por añadidura pero no es la búsqueda. Si uno trabaja, si inviertes, recibes lo que has invertido. Nosotros hemos invertido muchísimo y hemos recibido muchísimo. Si necesitamos hacer algo sencillo, que no tiene que ver con la vanguardia, lo haremos; si queremos experimentar con las formas, pues entonces eso nos implica la posibilidad de ir hacia la vanguardia. La experimentación es en contenido y en forma, en qué vamos a decir y cómo lo vamos a decir, y creo que se ha dado. No somos una compañía que busca la identificación de una firma, queremos no repetirnos y conseguirlo es muy difícil.

Has sido testigo y partícipe de nuevas formas de hacer teatro.

Mi generación es la que pudo acceder al presupuesto público de la cultura, antes se asignaba de manera muy jerárquica y había un grupo hegemónico, pero a partir del FONCA nacieron muchas compañías y muchos grupos. Y con nuestro pequeñito bastión hemos colaborado con la visión de que también se puede hacer teatro de otras maneras. En los encuentros de artes escénicas había mucha consulta sobre lo que nosotros hacíamos porque hemos tenido iniciativas visionarias que han catapultado las artes mexicanas en el extranjero. Y creo que también hemos servido como aval para que muchos presentadores vengan porque ya saben que ocurren cosas en México.

Es año de elecciones y el país se enfrentará a grandes retos. ¿Cómo vislumbras el país?

Los retos han estado siempre ahí. Los retos son de la magnitud que podemos resolver como personas y como sociedad. La sociedad, para mí, es un gran cuerpo que se desarrolla como el de un ser humano; así, encontramos sociedades infantiles, adolescentes, maduras. Y, como a las personas, nos llegan retos que sólo podemos resolver. Nunca hemos tenido problemas tan grandes como los que tenemos hoy, pero también es cierto que nunca habíamos tenido tanta información y tanta conciencia como ahora.

¿Vas a votar?

No lo sé. Es temprano para saberlo. Todavía no se han expresado bien los candidatos. Lo que sí sé es que me mantengo muy al margen porque es la época en la que todo el mundo afirma tener la razón, todos dicen: ‘Es que este lo está haciendo mal’, ‘deberían hacer tal cosa’. Es la época de los ‘deberían’ y de la descalificación, y me parece un ejercicio muy inútil. La descalificación es una energía que no le sirve a nadie, la queja es el gran lastre de una sociedad y es muy aceptada. Luego, ya cuando se han tomado las decisiones, son terribles las descalificaciones porque no le sirven a nadie, más vale apoyar al que ya quedó que dedicarse a hablar mal de él e intentar destruirlo. ¿De qué nos sirve como sociedad destruir al que ya quedó?, ¿de qué nos sirve obstaculizarlo?

¿La crítica sí sirve, o tampoco?

No. Cuando era estudiante lo critiqué todo, pero cuando empiezas a hacer las cosas te das cuenta del trabajo que cuesta, así que respeto toda actividad escénica y no importa si me gusta o no, levantar el telón cuesta mucho trabajo. ¿Quieres criticar por criticar? Haz y luego critica. ¿Qué necesidad tenemos de estar en una reunión y pasarte la sobremesa hablando pestes de todo y de todos?, ¿nos sirve de algo? El gobierno no lo puede hacer todo y cada vez está más claro que el poder está en los ciudadanos. Ya no estamos en las épocas en las que se hace lo que el presidente dice, así que tenemos un gran nicho de oportunidad para hacer. Un tío mío siempre se enoja y responsabiliza de todo al gobierno, incluso en temas como la basura. ¡El gobierno no puede tirar la basura que nosotros tiramos! Entonces, no tiremos y separemos. El gobierno resuelve un porcentaje muy pequeño de nuestra actividad. Cuando empecé en esta carrera me di cuenta de que no existían las condiciones para lo que yo quería hacer, pensé que si esperaba a que las implementara quién sabe quién, no iba a hacer nada. ¿Entonces? Me dije: Hazlas tú. Fui a una gira con Alejandro Aura y nos presentábamos en bodegas, no esperó ni a un teatro ni a nadie, quiso hacer su obra y anduvimos de bodega en bodega con cuatro luces. Y fue la cosa más disfrutable. Así aprendí algo: haz lo tuyo, nadie te lo va a dar. Yo nunca me he detenido a decir que no me dan. Es muy infantil eso de decir que no te dan las cosas.

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