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El 19 de abril de 1998, a las 22:35 horas murió Octavio Paz, cuando tenía 84 años. Meses antes, en diciembre de 1997, había dejado el hospital tras una larga estancia por el cáncer y había arribado a una casona de Coyoacán para inaugurar la Fundación Octavio Paz, una instancia que velaría por su obra y daría cursos, talleres, becas y premios para estimular a los jóvenes y reconocer a los grandes escritores. Hoy, a 20 años de la muerte del premio Nobel de Literatura 1990, la Fundación no existe, ni la beca de poesía que otorgaba ni el Premio Internacional de Poesía y Ensayo Octavio Paz; sin embargo, queda su legado literario y una gran cantidad de libros que siguen en circulación.

Pensada como un monumento al poeta, la Fundación Octavio Paz naufragó pocos años después de la muerte del autor de El laberinto de la soledad, pues no sólo se quedó sin sede (ocupaba la casona que hoy alberga a la Fonoteca Nacional), también generó desavenencias entre su director, Guillermo Sheridan —designado por Octavio Paz— y la viuda del poeta, Marie Jo Paz, quien reclamaba que la Fundación le pagara a ella, como heredera universal, por todos los fragmentos de poemas y textos de Paz que subieran a su página de Internet.

En 2001, Sheridan renunció a la dirección de esa institución que había organizado algunas actividades literarias y tres anuarios y otorgó una beca para poesía y otra más para ensayo, y aunque luego crearon la Fundación de Amigos de Octavio Paz, A.C., que entregó durante algunos años más el premio, todo el archivo y la biblioteca de Octavio Paz está en manos de su viuda, Marie Jo Paz.

Esa es una de las preocupaciones de los creadores y estudiosos de Paz, a 20 años de su muerte. Braulio Peralta señala: “Lo más preocupante es el tema de los derechos de autor de Octavio Paz, lo más preocupante es la biblioteca de Octavio Paz, sus archivos, sus cartas, Marie José Paz ya está grande y me preocupa muchísimo que ella no haya accedido a que un agente literario llevara todo lo que tiene que ver con el legado de Octavio Paz, me preocupa mucho que el gobierno mexicano no tenga el bastión ni el respeto como autoridad moral para convencer a Marie Jo de la necesidad de que ese archivo se quede en México y no se vaya por ejemplo a Estados Unidos. Todo eso lo podríamos perder por un problema de respeto al autor, a la obra y, en este caso, muy importante, al único Nobel de Literatura que tiene México”.

Adolfo Castañón, quien es uno de los mayores estudiosos de la obra de Paz, dice que las dos décadas transcurridas desde la muerte de Octavio Paz han sido un largo camino hacia la intemperie, hacia la responsabilidad y la solidaridad y hacia la construcción de nuevas formas de entender el mundo. “Los 7 mil 300 días recorridos han traído violencia e indignación, pero también han impuesto inéditas redes solidarias, formas del nosotros que no se habían dibujado tan nítidamente en los últimos días de Octavio Paz. De un lado, el autor de El arco y la lira representa más que un valor o un haz de valores, un horizonte de pensamiento. Hace unos días, me escribía su amigo y primer traductor al francés, Jean-Clarence Lambert, que Octavio Paz era para la segunda mitad del siglo XX —y no sólo para México—lo que Paul Valéry había sido para la primera”.

Referente intelectual. Esa voz universal la extraña también Peralta, quien asegura que Octavio Paz es un referente actual a pesar de que han pasado 20 años de su muerte, y es un referente porque aunque el mundo ha cambiado, estamos en época de guerras.

“Si bien Octavio Paz era un referente ineludible de liderazgo intelectual, también podríamos pensar en un personaje como Carlos Monsiváis, quien tenía una respuesta contraria. Bueno pues ya no están ni Carlos Monsiváis ni Octavio Paz, eso es lamentable, porque nadie tiene esa batuta. No la tiene Enrique Krauze, no la tiene Héctor Aguilar Camín, no funciona la palabra de Jorge Castañeda participando en las elecciones a favor de la coalición del Frente con Ricardo Anaya; y el público necesita esas voces, nos urgen esas voces”, afirma Peralta.

El homenaje es leerlo. Sin embargo, pese a la mala fortuna de la Fundación Octavio Paz y la incertidumbre sobre su archivo y biblioteca, el legado literario de Octavio Paz sigue vivo y en crecimiento. Así lo confirma Nelly Palafox, subgerente de contenidos editoriales del Fondo de Cultura Económica, quien asegura: “Es muy celebratorio lo que tenemos en nuestro catálogo, el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor es leerlo, y nosotros tenemos cerca de 40 títulos distintos de sus libros, que están ahí y es su legado. Ahí está su voz, la más vehemente y deslumbrante”.

La editora del Fondo reconoce que El laberinto de la soledad es el best seller de esta editorial que publicó por vez primera a Octavio Paz en 1949, con Libertad bajo palabra, libro que también forma parte de los cinco más vendidos de ese autor, pero que está muy lejos de los 800 mil ejemplares que han vendido de ese gran ensayo sobre la identidad mexicana.

“Los clásicos se leen por amor y ahí están, y cuando uno los lee por primera vez, es una hallazgo. Aquellos lectores que leen por primera vez a Octavio Paz, qué envidia me dan, serán deslumbrados por una obra y una palabra tan poderosa; es allí cuando empezamos a comprender por qué son clásicos y nos da mucha alegría que los lectores sigan haciendo suyos Libertad bajo palabra, ¿Águila o Sol?, El arco y la Lira, por no mencionar ya El laberinto de la soledad, el libro más vendido de Paz y del Fondo de Cultura Económica”, asegura.

En el Fondo están sus Obras Completas y cerca de 40 títulos de obras diversas, entre las que están los 19 títulos que han publicado en los últimos 20 años, algunos como Cartas a Tomás Segovia (1957-1985), Huellas del peregrino. Vistas del México independiente y revolucionario, Pasado y presente en claro: 20 años del Premio Nobel, Luis Buñuel: El doble arco de la belleza y de la rebeldía y También soy escritura. Octavio Paz cuenta de sí.

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