Desde un individualismo radical, ontológico, es normal afirmar que si el rey de España no ha cometido injurias contra los indígenas mexicanos no tiene por qué disculparse. Desde una posición a-histórica se puede decir que la España de hoy no es la de hace años. Pero ¿no representa Felipe VI al pueblo español y no es la corona la misma de hace tantos años?, ¿será que en nada se benefició de sus antiguas colonias y eso no repercutió en su situación actual? ¿De veras no hay ningún eco de esos años?, ¿no se considera España el mismo pueblo?

Estas preguntas admiten muchas respuestas posibles, pero pensar que en efecto la España actual podría –o de hecho debería— disculparse con los pueblos indígenas actuales resulta suficientemente razonable.

Los llamados filósofos comunitaristas saben que la pertenencia a una comunidad no solamente trae consigo beneficios sino también responsabilidades compartidas. Si bien recibimos ventajas tangibles e intangibles de nuestra tradición (la cultura, por ejemplo), con ello también aceptamos ciertos deberes de justicia. Al menos desde una perspectiva como esta, el pueblo español, si es que se considera heredero del imperio que fue, habría de pensar con más profundidad una respuesta que abrace una mayor corresponsabilidad histórica y que promueva la reconciliación y la paz que, por cierto, no han alcanzado desde entonces los pueblos indígenas de México. Ellos si ven, todavía hoy, un eco de esos años.

No me explico qué gana España con su respuesta (que no a López Obrador, sino a nuestros pueblos). ¿No habría sido más humano pedir perdón?

De notar la devastación ecológica, la depravación cultural, la extrema marginación en la que viven estos pueblos... cualquiera se avergonzaría y se sentiría en deuda. ¿En verdad no ven deuda alguna con estas personas los representantes del pueblo español? No seré yo quien dé respuesta a estas preguntas, pero al menos sí creo que la cuestión merece un poco más de atención y una mayor delicadeza. Mucho más que una negativa simplona apelando a los anacronismos y a la amistad entre países.

Haber exigido las disculpas no es ninguna tontería para reirnos y saturar las redes sociales con los muy poco afortunados memes del presidente. Nadie se rió del primer ministro canadiense Justin Trudeau, quien hizo lo mismo al exigir disculpas a la Iglesia católica por agravios a sus indígenas. Nadie rechaza hoy el dinero que año con año entregan todavía las farmacéuticas alemanas por las atrocidades que cometió el régimen nazi contra el pueblo judío hace años, incluso antes de que los ejecutivos más jóvenes nacieran, porque la Alemania de hoy sería incapaz de semejantes actos de crueldad. Nadie cuestionó al Papa Francisco por pedir perdón a los pueblos indígenas en 2015 por las atrocidades cometidas durante la conquista.

¿Qué tan descabellada resulta la petición del presidente López Obrador cuando los pueblos indígenas siguen necesitados de reconciliación y así lo han expresado? Quienes deben decidir si es necesario el perdón son precisamente los agraviados. Y algunas veces basta una disculpa para generar algo de alivio con este acto simbólico, aunque no cambien mucho las circunstancias actuales de los ofendidos.

La manera en que la historia se cuela en nuestros días resulta bastante difícil de medir. Probar los nexos causales y la vinculación entre los acontecimientos trae muchos dolores de cabeza a los historiadores, yo no sabría cómo aclararlo ahora. Lo que sí sé, es que los principios subyacentes a la aceptación de la necesidad de compensar por los daños históricos han sido asumidos por España a través de políticas de acción afirmativa que impulsan especialmente a las mujeres de hoy (aunque los hombres de hoy no hayan sido los opresores de sus mujeres del pasado y hoy nada tengan que ver con ellos). Los asumió también con la famosa ley de memoria histórica para otorgar los beneficios de quienes suponen habrían sido españoles (nacidos en España) de no ser por la guerra civil y el exilio obligado. Es raro por eso que en este caso la negativa de iniciar un proceso de reconciliación (muy necesario, al menos desde el punto de vista de los ofendidos) haya sido tan contundente.

No sé si con un poco más de poder o de presencia política las disculpas habrían llegado solas, pero se trata de indígenas mexicanos (de los más pobres entre los pobres del mundo, de los más marginados históricamente). No me extraña que nada quieran darles, ni siquiera una disculpa.

Doctora en Filosofía por la Universidad Panamericana

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