Era 1977 y Porfirio Muñoz Ledo era entonces secretario de Educación del gobierno de José López Portillo, y ya en ese primer año del sexenio autodestapado como “precandidato natural a la Presidencia”, recibía un fuerte reclamo del entonces secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles:

—¡Está tratando de hacer oposición dentro del gobierno! –le reprochó Reyes Heroles por los cambios que había hecho a la programación del Canal 11

—No, secretario, no se está tratando sino se trata precisamente de eso, de hacer oposición al gobierno. –Le contestó Muñoz Ledo, que entonces tenía 44 años.

Hoy, 42 años después, como presidente de la Cámara de Diputados, alfil de la Cuarta Transformación y con 86 años de edad, Porfirio Muñoz Ledo parece estar haciendo nuevamente “oposición al gobierno” desde adentro del gobierno, pues sus declaraciones, críticas y duros cuestionamientos de los últimos días a las decisiones del presidente Andrés Manuel López Obrador, en relación a los acuerdos con Estados Unidos y a la designación del canciller Marcelo Ebrard como cabeza del equipo negociador y encargado de cumplir esos acuerdos migratorios con Washington, ya le valieron una respuesta directa y no menos dura del presidente.

“Se decidió crear la coordinación y quien coordina es Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, porque a él le corresponde esta función; de todas maneras se despiertan celos y sentimientos, entonces quiero que queden claras algunas cosas, primero que es mi facultad; no se autonombró Marcelo Ebrard, yo tomé la decisión. Segundo, Marcelo tiene toda la experiencia para encabezar al grupo que está atendiendo este asunto, lo ha demostrado durante mucho tiempo, está preparado, es un profesional y lo acaba de demostrar. No fue fácil la negociación y salimos bien, salieron adelante los integrantes de nuestro equipo encabezados por Marcelo Ebrard”, dijo López Obrador en una abierta defensa del canciller, como respuesta a un bloque dentro del gabinete y de la 4T que han cuestionado el protagonismo del canciller.

Con todo y la defensa de López Obrador, Ebrard no se salvó ayer en su comparecencia de las críticas de los senadores de oposición a los acuerdos con el gobierno de Donald Trump y menos de los “dardos envenenados” que le lanzó Muñoz Ledo desde la tribuna del Senado de la República: “Usted no debiera estar invadiendo funciones de otras secretarías…Que no me lo inflen tanto porque me lo van a reventar”, le dijo el morenista que preside la Cámara de Diputados al secretario de Relaciones Exteriores.

Otra que acusó recibo de las palabras presidenciales sobre los “celos y resentimientos” que se despertaron en su equipo por el papel de protagonista que está jugando Marcelo, fue la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, a quien los reporteros encararon ayer al salir precisamente de una reunión en el Senado para preguntarle si se sentía celosa o desplazada por las funciones de coordinador que el presidente le otorgó a Ebrard en materia migratoria: “Nunca he sido celosa y le pueden preguntar a mi marido… No, para nada. Yo creo que la secretaría de Gobernación es enorme y todo incide en la gobernabilidad y gobernanza del país. Todos los temas, incluido el migratorio, y por supuesto que yo no me siento desplazada; en este momento se están tomando medidas distintas”, dijo Sánchez Cordero, quien ayer sufrió una baja en su equipo: la del comisionado de Migración, Tonatiuh Guillén, quien fue corrido directamente por el presidente Andrés Manuel López ante la falta de resultados en su labor.

NO LE LLAMES CELOS, LLÁMALE DISIDENCIA

Protagonista indiscutible de los últimos 10 sexenios, personaje tan inteligente como polémico que ha sobrevivido ya a una decena de presidentes y ha militado y presidido casi todos los partidos y el espectro político nacional, Porfirio Muñoz Ledo y Lazo de la Vega siempre fue un político con ideas propias y firmes. Pero esa misma condición, que lo llevó a lo largo de sus más de 60 años en la política, a sumarse a distintos movimientos y figuras de la política nacional, siempre lo mantuvo como el siempre brillante político intelectual, ideólogo, embajador y diplomático, creador de instituciones, impulsor de reformas políticas, varias veces aspirante y candidato presidencial, pero al final, siempre alfil de otras figuras y personajes; alfil de lujo, pero alfil.

Así llegó a la 4T, como el alfil de Andrés Manuel López Obrador, que le reconoció sus valiosas aportaciones a las luchas opositoras de la izquierda y lo convirtió en la figura moral de la Cuarta Transformación que, como presidente de la Cámara de Diputados, fue el encargado de imponerle la banda presidencial. Y en 6 meses, ante las decisiones recientes de López Obrador y los virajes obligados en su gobierno, pasó de llamarlo “un personaje místico, un cruzado y un iluminado”, a cuestionar abiertamente sus recientes decisiones en la relación y los acuerdos con Estados Unidos y convertirse en la cabeza de la primera oposición interna de la 4T.

La disidencia no es algo nuevo en la historia política de Porfirio. Lo hizo en sus épocas de priista cuando reconoció encabezar “la oposición desde el gobierno” de López Portillo; lo haría al romper con el sistema y crear junto a Cuauhtémoc Cárdenas la Corriente Crítica del PRI y luego el Frente Democrático Nacional que dio origen a la fundación del PRD. Después rompería con Cuauhtémoc y más adelante con el perredismo para sumarse a Vicente Fox y su cambio fallido en el 2000 que lo volvió a mandar de embajador a Bruselas, con lo que revivía sus épocas doradas en la diplomacia cuando fue Embajador permanente ante la ONU, cargo que tuvo que dejar en 1985 tras protagonizar un incidente con pistola en mano contra un automóvil que ocupaba parte de su estacionamiento en el edificio de la ONU en Nueva York. Eso le costó que cuando el gobierno de De la Madrid intentó mandarlo como embajador al Reino Unido, la cancillería británica le negara diplomáticamente el beneplácito, al argumentar que “no recibimos completo su currículum”.

Después rompería con Fox para sumarse en el 2006 a la primera campaña de López Obrador y llegar finalmente a ponerle la banda al primer presidente de izquierda en 2018. Se diría, pues, que disentir y oponerse a lo que difiere de sus ideas, son parte de la historia de Porfirio, quien, como la fábula de la rana y el escorpión, no los puede evitar porque “está en su naturaleza”. Hoy Muñoz Ledo, junto con Olga Sánchez Cordero y Alejandro Encinas, encabezan la primera oposición interna al lopezobradorismo y su Cuarta Transformación. Y detrás de las duras críticas a Marcelo Ebrard y su protagonismo de las últimas semanas, está una crítica directa de lo que parece ser la “corriente nacionalista de la 4T” a las decisiones del presidente López Obrador en su relación y sus acuerdos con el gobierno de Donald Trump y los Estados Unidos.

Porque al final, con los recientes acuerdos con Washington, ya van dos banderas que eran totalmente de la izquierda y que se ve obligado a abandonar Andrés Manuel López Obrador: una era la “no militarización” de la seguridad pública, que ya está militarizada con la Guardia Nacional, y la otra era la “no criminalización de los migrantes”, que hoy con la nueva estrategia del gobierno federal, y los dichos del canciller Ebrard de que “todos los migrantes pagan entre 3 y 6 mil dólares”, se transforman en una visión criminalizada de la migración, tal y como lo plantea el discurso de Donald Trump.

La corriente nacionalista de la 4T emerge de la mano de Muñoz Ledo, Sánchez Cordero y Encinas en oposición a lo que ven como una tendencia “neoliberal” en la administración de López Obrador, que para la visión nacionalista se convierte en el primer gobierno “neoliberal de izquierda”, que incluso esta semana tuvo que acudir a pactar finalmente con los empresarios, que le pusieron una serie de condiciones, para invertir 32 mmdd en un necesario rescate de la economía y la inversión privada que se veía en picada en el arranque de su administración.

Y es que el traumático choque con la realidad terminó por alcanzar a Andrés Manuel, que ya no puede comportarse como el eterno líder social: una primera realidad, la inseguridad y violencia que azota al país y que lo está rebasando; y la otra el discurso de “amor y paz” que ya sirvió para enfrentar el embate antinmigrante y la amenaza de aranceles de Donald Trump que iba a descomponerle la economía. Esas dos realidades urgentes y amenazantes obligaron a López Obrador a dar el gran viraje a su gobierno: la amenaza de una crisis de inestabilidad nacional por la inseguridad, y la de una crisis económica que podría echar por tierra todo su proyecto de la Cuarta Transformación y colapsar a su presidencia.

Así que empezarán las rupturas y los reacomodos internos en la 4T. Seguro se irán algunos aliados de López Obrador y vendrán otros. En el ejercicio inevitable del gobierno, ya lo alcanzó la terca realidad.

sgarciasoto@hotmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses