En los pasillos del poder en México están permeando en forma generalizada percepciones que buscan desentrañar rumores, rostros, incluso gestos, para anticipar el futuro inmediato. Una de estas versiones recorre como un fantasma altos despachos y domina charlas políticas entre iniciados: durante reuniones públicas y en encuentros privados, se asegura, el presidente Peña Nieto luce relajado, tranquilo. Sereno, pese a la aparente inminencia de un desastre electoral para su partido y su candidato, José Antonio Meade.

La prestancia aparente del mandatario atrae interpretaciones de lo más dispares; lo mismo hay quienes adivinan a un Peña Nieto confiado en un crecimiento final y súbito (aunque estadísticamente casi imposible) de su partido y abanderado, hasta aquellos que asumen que ya existe comunicación —“un pacto”, se ha dicho incluso— entre Los Pinos y Andrés Manuel López Obrador, puntero en las encuestas.

En la acera de enfrente la visión es opuesta. En el primer círculo del político tabasqueño se niega que haya canales establecidos de alto nivel que estén procesando las múltiples tensiones y escenarios que están a la vista, lo mismo el día de la cita con las urnas, en la posterior calificación por parte del tribunal federal electoral, hasta en la larguísima espera hasta la toma de posesión.

“Nadie está hablando con nadie”, dijo a este espacio en días pasados, con tono preocupado, un integrante del círculo de acero que rodea cotidianamente a López Obrador, conformado por no más de media docena de personajes. ¿Quién está hablando con López Obrador? ¿Quién debería estarlo haciendo?

Tras consultas al respecto, la respuesta recibida se centró en una misma persona: Alfonso Navarrete Prida, secretario de Gobernación. Se trata de un político mexiquense con el que Peña Nieto tuvo muestras de confianza desde que lo incorporó a la Secretaría del Trabajo con el arranque del gobierno, lo que se ha multiplicado desde enero, cuando el mexiquense relevó en ese cargo a Miguel Osorio Chong.

Navarrete ha sido instruido para negar públicamente la existencia de un acuerdo entre la administración Peña Nieto y el candidato que mantiene una sólida ventaja en las proyecciones de voto. Ello no descarta que este mismo funcionario vaya a ser en breve el portador de la palabra presidencial ante una cada vez más cercana transición. La duda es cuándo debe ocurrir esto.

En estos mismos días, pero hace 12 años, en la caliente elección de 2006, Felipe Calderón y el mismo López Obrador presentaban un empate técnico en las encuestas, que persistió hasta que el conteo final dio una ventaja mínima al político michoacano.

Ex gobernadores priístas de al menos tres estados, en funciones en aquella época turbulenta, dijeron a este columnista haber recibido indicaciones semanas antes de las elecciones, desde diversos espacios de poder del PRI, con una sola indicación: “Busca a Felipe… acuerda con él”. “Pide, que se te concederá”, se le dijo al menos a uno de ellos. Y así ocurrió, según los testimonios conocidos.

En perspectiva, a la luz de la impunidad que alcanzaron las administraciones estatales entonces en funciones, en particular las emanadas del PRI, es posible presumir que esas conversaciones efectivamente se dieron, así como los términos alcanzados.

En 2012, con un Enrique Peña Nieto exhibiendo un paso firme hacia la Presidencia, las comunicaciones entre el equipo de Calderón Hinojosa y del aspirante mexiquense comenzaron también varias semanas antes de la elección, lo que incluyó la transferencia de datos sensibles en materia de seguridad.

Pero hoy la atmósfera está cargada de mayores ambigüedades, aun frente a sólidas certezas.

De acuerdo con sendos modelos científicos diseñados por el periódico español El País y por el proyecto “Oraculus” que impulsan en México expertos en mediciones de opinión pública, López Obrador tiene 94% de probabilidades de ganar la Presidencia el próximo 1º de julio. Sólo hay 5% de posibilidades de que quede en segundo lugar, y menos de 1% de que caiga al tercero.

De acuerdo con estas mismas proyecciones de tendencias, el panista Ricardo Anaya exhibe 5% de probabilidades de ganar los comicios; 81% de ocupar el segundo lugar, y 14% de ser desplazado al tercero. El abanderado priísta José Antonio Meade ostenta menos del 1% de posibilidades de llevarse el triunfo; 14% de alcanzar el segundo sitio, y 85% de ocupar el tercero. Jaime Rodríguez tiene más de 99% de posibilidades de quedar en cuarto.

Estimaciones de las principales casas de encuestas y de autoridades electorales ubican en más de 65 millones de ciudadanos los que acudirán a votar, lo que rondaría el 70% la cifra de participación. La previsión de “Oraculus” a partir de una veintena de estudios publicados es que la diferencia de votos de López Obrador sobre su más cercano seguidor puede oscilar entre 17 y 22 puntos, lo que se traduciría a entre 11 y 14 millones de votos de ventaja.

rockroberto@gmail.com

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