Quien gane la elección se habrá sacado la rifa del tigre. Habrá cumplido su sueño de gobernar el país, pero recibirá una nación emproblemada social y políticamente.

El populismo ha generado hoy un estado de ánimo social de desconfianza e incredulidad en un segmento de la población y expectativas en otro, pues prevalecen “las ganas de creer” cuando se piensa que habrá un cambio. El escenario del país será adverso gane quien gane la Presidencia de la República.

Si gana “ya sabemos quien”, el problema vendrá después de la popular “luna de miel”, cuando la realidad se imponga y el nuevo presidente no pueda actuar como Aladino cumpliendo todos los deseos.

Este ánimo de decepción que pudiera transformarse en un sentimiento de traición, podría darse quizá en el segundo semestre del 2019.

Si ganase otro de los candidatos los problemas empezarán unos días después de la elección, cuando los seguidores de “ya sabemos quien”, argumenten un fraude electoral.

¿Qué sucedería si el descontento popular fuese tripulado por el crimen organizado, capitalizando en su beneficio la gran fuerza de la opinión pública, que no sabría ni quien está detrás atizando la hoguera?

Esto ha estado sucediendo en poblados de las zonas conflictivas dominadas por el crimen organizado.

¿Qué significaría esta macabra posibilidad que aquí se plantea? Casi un narco-Estado, donde los gobernantes estén a merced de los caprichos e intereses del crimen organizado, recibiendo instrucciones.

Debido a abusos en el ámbito de los derechos humanos, en el inconsciente colectivo existe animadversión en contra de las autoridades policiales y del ámbito de seguridad, así como de generación de justicia. El mexicano está en contra de cualquier autoridad y hoy ya les ha perdido el respeto.

Es fácil manipular a la opinión pública contra el uso legítimo de la fuerza pública, detonando mecanismos inconscientes, caracterizados por el resentimiento y la desconfianza.

Basta decir la palabra mágica “represión” para generar un fenómeno de opinión pública en contra de cualquier intento de imponer orden.

Tendemos a suponer que detrás de las movilizaciones callejeras y el activismo en redes sociales hay un ejercicio ciudadano transparente y espontáneo.

Sin embargo, hoy sucede lo contrario. Las conductas públicas están manipuladas por profesionales. Desde textos de Whatsapp, hasta memes, movimientos de recolección de firmas, hasta manifestaciones callejeras. Detrás de esto hoy hay un profesional que tiene intereses personales o de grupo.

Vemos que cuando surge un fenómeno espontáneo, auténticamente ciudadano, siempre termina siendo cooptado.

El peligro en el caso concreto de nuestro país sería que detrás de estas manifestaciones empiece a inmiscuirse el crimen organizado para desestabilizar a gobiernos legítimos y tomar ellos el control.

Este escenario macabro es el resultado de la manipulación de las expectativas de los mexicanos en posición vulnerable, a quienes se les promete lo imposible de cumplir.

¿Qué debemos hacer para que este peligroso escenario no suceda?

Definitivamente blindar a nuestras instituciones, empezando por retomar la Ley de Seguridad Interior, ya aprobada en diciembre del 2017, pero no instrumentada aún y perfeccionarla para que proteja y garantice los derechos humanos, pero que a su vez permita que el Estado mexicano, en un caso de emergencia, pueda actuar para proteger el orden, el Estado de Derecho y la legalidad.

Dejar en el limbo esta ley es evadir una realidad incuestionable.

Además, debemos fortalecer a nuestras instituciones, para que dejen de ser el recurso de quienes gobiernan para darle legalidad y legitimar sus intereses personales. Por tanto, debemos defenderlas y perfeccionarlas. ¿Usted cómo lo ve?

Presidente de la Academia Mexicana
de la Comunicación AC. @homsricardo

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