Ante los números contundentes que arrojan las encuestas, se hace necesario considerar como muy posible el escenario de Andrés Manuel presidente, si no sucediera algo “disruptivo” que lo impida, utilizando el término que ha promovido Anaya,

Tratando de digerir esta posibilidad real para dentro de unos días, surge una inquietante preocupación: la visión simplista del mundo, que trae López Obrador.

Acabar con la corrupción como simple consecuencia de tener un presidente honesto que convenza con su ejemplo, o también su promesa de generar bonanza y acabar con la pobreza de modo inmediato, simplemente con el ahorro logrado a partir del combate a la corrupción. A su vez, también ha expresado que piensa abatir los índices de violencia negociando con los delincuentes. En fin, nos promete un mundo de “amor y paz” para remontar este contexto complejo y globalizado.

Pareciera ser que los extremos aparentemente opuestos en realidad tienen grandes coincidencias. Fue esa visión simplista la que adoptó Vicente Fox cuando aseguró resolver el movimiento zapatista de Chiapas en tan solo 15 minutos y con esta actitud presidencial perdimos seis años de oportunidades, pues entonces teníamos los beneficios de un petróleo caro que nos dio muchos dólares y un país en paz y con bonanza económica. O también podemos considerar el mundo simplista de Mr. Trump, donde todo debe plegarse a su voluntad personal y su sentido común.

Debemos reconocer que para ser presidente no es necesario tener los títulos académicos de los que se ufana Meade, ni toda la experiencia como funcionario público que el candidato priista ofrece.

Es más, ha habido presidentes como Ronald Reagan en Estados Unidos, que no tenía más experiencia profesional que la lograda como exitoso actor de Hollywood y después como líder del sindicato de actores.

Sin embargo, Reagan se rodeó de un gran equipo de colaboradores experimentados y los dejó trabajar, calificándolos por sus resultados.

Andrés Manuel tiene un gran gabinete, pero lo más importante es saber si les dará la autonomía para tomar las decisiones importantes para el país y no pretenderá usar su criterio personal para resolver los grandes retos que hoy tiene México frente al futuro.

Lo más importante no es saber quien gobernará, sino exigir al Congreso que fortalezca las instituciones. De este modo es como en Estados Unidos han logrado frenar en lo posible decisiones tomadas de modo intempestivo por su presidente, que podían haber tenido consecuencias lamentables.

Las instituciones son la garantía de estabilidad nacional y equilibrios cuando éstas no se someten a los deseos de quien gobierna.

El modelo de gobierno unipersonal, presidencialista, de tipo caudillista funcionó muy bien en México en tiempos pretéritos, antes de la globalización y las redes sociales.

Incluso, la separación de poderes es un importante factor de equilibrio para el Estado Mexicano. Los poderes “legislativo” y “Judicial deben tener total autonomía.

Sin embargo, según pronostican las encuestas, MORENA y sus aliados podrían llegar a tener hasta un 55% del control del Congreso y en el peor de los casos, un poquito menos del 50%, lo cual fortalecería aún más la posición de López Obrador como presidente. De este modo, sin contrapesos podrá imponer su voluntad personal. Por ello se vuelve importante dimensionar el impacto de su capacidad de tomar decisiones con criterios simples. Este escenario es el verdadero peligro.

Difícilmente México podría llegar a vivir la caótica realidad política que hoy vive Venezuela, aunque algunos de sus allegados y discípulos de su círculo de confianza, lo deseen.

Hoy en México hay una prensa crítica, como lo ha demostrado el caso de la denominada “estafa maestra”, detonada por periodistas comprometidos con México, que vigilará con ojo crítico. También la importancia de nuestro país ante la comunidad internacional nos da un relativo y débil blindaje, pero suficiente para que no lleguemos al caos bolivariano.

Sin embargo, en el margen de movilidad que le daría a Andrés Manuel un triunfo tan contundente como el que anuncian las encuestas y además, el control del Congreso, sí podría tomar decisiones desafortunadas por lo simplistas y populistas.

Por ello es necesario que en estos meses que quedan antes de la instalación del nuevo congreso afín a López Obrador, se generen movimientos sociales y políticos a favor del fortalecimiento de las instituciones y de la autonomía de aquellas que tienen como objetivo el control y supervisión del buen funcionamiento de las estructuras gubernamentales, sobre todo en lo relativo al freno de la corrupción.

También es urgente una reestructuración a fondo del Poder Judicial y de todo el sistema de procuración de justicia, que es donde existe una autonomía real e independencia de las presiones políticas.

El reto urgente es generar hoy los contrapesos necesarios para enfrentar el retorno de un presidencialismo absolutista, similar al que hubo en nuestro país en los tiempos de oro del régimen priista del siglo XX.

¿Usted cómo lo ve?

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