Hay un sector de este país que no se ha dado cuenta de que es el que mantiene con vida a México, porque su masa crítica de integrantes, no sabe que pertenece a él.

Es ese segmento de población que todas las mañanas se levanta temprano a abrir el negocio, acomodar el lugar de trabajo. Es el que ahorra, que trabaja porque tiene sueños guardados que cumplir y día a día se esfuerza por alcanzarlos.

Comprar la casa, terminar de pagar la hipoteca, o ampliarla, o también mandar a todos los hijos a la universidad, cambiar el auto o poder jubilarse a una buena edad para llevar una vida relajada y con salud para disfrutar de los nietos, pueden ser parte de la motivación de toda esa población luchona y esforzada.

Es el que no puede darse el lujo de acudir a manifestaciones porque no habría quien le reponga lo que deja de producir y ganar, mientras los gastos y compromisos cotidianos siguen corriendo. Si tiene préstamos bancarios, los intereses tienen fecha de pago inamovible.

Según el censo del INEGI del 2015 en México existen un total de cuatro millones 926 mil empresas o negocios, mientras que el directorio DENUE, del mismo organismo, identifica actualmente que ya son cinco millones 78 mil.

De esos más de cinco millones de empresas, el 97.6% son de tamaño “micro”, o sea los pequeños negocios a los que acudimos a comprar algo, así como el pequeño taller automotriz, la tortillería, el taller de reparación de calzado, la taquería y otros tantos negocios que forman parte de nuestro entorno cotidiano.

Si consideramos a cada negocio como propiedad de una familia y multiplicamos cada uno de ellos por 5.2 miembros de cada familia, caemos en la cuenta que representan más de 25.7 millones de mexicanos, que a su vez son los que según el censo, dan empleo al 75% de toda la plantilla laboral del país.

Lo grave es que los propietarios de esos cuatro millones 956 mil negocios no se consideran a sí mismos empresarios, ni tampoco el resto de la población los identifica en esa categoría.

Esa falta de pertenencia emocional a un sector del que realmente forman parte, pueden representar graves peligros en tiempos de manipulación como son los actuales.

Vivimos una era de populismo, en que los candidatos se la han pasado ofreciendo a los votantes prestaciones cada vez mayores, pensiones, tarjetas donde será depositada mensualmente ayuda monetaria en lugar del tradicional cheque, además de otros apoyos.

Triste es pensar que los candidatos están ofreciendo regalar lo que el fisco cobra a este segmento de la población sobre el que descansa un importante porcentaje de la economía de este país, porque quienes están en este segmento representan a la economía formal, que está localizable por el SAT.

Se le quitará dinero a este segmento de población que vive con limitaciones y trabaja motivada por sueños de tiempos mejores, para entregarlo a otros, que sin duda también lo necesitan, pero que no se lo han ganado.

Cuando desde la perspectiva populista se fustiga al empresario, los ataques en realidad pretenden dirigirse a un porcentaje mínimo de este sector, conformado por las grandes corporaciones nacionales y multinacionales.

Sin embargo, aún así, consideremos que las pequeñas empresas del país son el 2% del total y representan poco más de 100 mil y las medianas 0.4% y serían sobre 20 mil.

Las empresas grandes y famosas, que se promueven con anuncios en la televisión y aparecen en las columnas periodísticas de tipo empresarial, representan ser un número muy pequeño frente a las cifras que aquí hemos exhibido.

Como país tenemos una gran infraestructura empresarial, pero carecemos de “cultura emprendedora” y arrastramos prejuicios muy estereotipados respecto a la figura del empresario, la cual está estigmatizada en el inconsciente colectivo.

Mientras en la cultura sajona el empresario representa ser un redistribuidor de beneficios, pues genera bonanza y calidad de vida a través de la creación de empleos y realizar compras a una cadena de suministros que está a su rededor. En México ser empresario es una figura impopular y en el sector público es tolerada como necesaria.

Si preguntáramos a un niño o un adolescente qué actividad profesional desearía tener, difícilmente alguno dirá que empresario.

Si en lugar de seguir pensando en una política social de tipo asistencialista, como la que hoy proponen los candidatos a todos los cargos de elección popular de este país, metidos en una competencia populista, se aplicaran los recursos en blindar a las micro y pequeñas empresas que se dedican a la manufactura, con una visión productiva y de fondo, se crearían nuevos empleos, se fortalecería la economía interna y se generaría bonanza y calidad de vida para los segmentos más vulnerables. Sin embargo, el primer paso es crear una idiosincrasia emprendedora.

Es evidente que la pensión para adultos mayores y el combate al hambre son programas prioritarios que deben conservarse, pero el resto debiese ser reenfocado a crear bonanza y no a fomentar la sobrevivencia.

Esta visión populista electorera en que han caído todos los candidatos a lo largo del país, a través de promesas asistencialistas, está generando expectativas sin sustento en un grandísimo segmento de la población, las cuales difícilmente se podrán cumplir y pueden detonar un grave conflicto social, cuando pase el tiempo y no se cristalicen en la vida cotidiana.

Urge replantear el proyecto de país que realmente conviene a los mexicanos, pues el país de las dádivas humanitarias no tiene futuro.

Al impulsar los micronegocios se estaría generando una derrama económica autosustentable que sí representaría el verdadero cambio.

¿Usted cómo lo ve?

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