#LaVozDeLosExpertos

“...his choice was not for life, but against death.” ― Shane Stadler, Exoskeleton

Diariamente hay cientos de discusiones sobre el desplazamiento laboral por parte de los robots.

Al mismo tiempo hay narrativas que levantan pestañas, como cuando se toca el tema de un salario base de 16 dólares la hora en la industria automovilística en el acuerdo de libre comercio. Al final hay que ser conscientes de que la cotidianidad lleva al cambio, simplemente por la congestión, lo que nos obliga a actuar con creatividad o repitiendo decisiones (buenas o malas).

Cuando Thanos presiona su puño y el problema de la sobrepoblación universal empieza a tener solución, tenemos una plática irracional entre nuestro lado emocional y racional. No queremos quedarnos solos, pero estar excesivamente acompañados puede llevar a la extinción. No queremos que desaparezcan las personas que nos han acompañado, pero, en el camino de la vida eso pasa. Nuestra gran capacidad para extender la vida, la capacidad y el consumo, hace que nos volvamos creativos, aunque no logremos un acuerdo sobre esa discusión.

Una de las principales razones por las que me gusta la idea de los exoesqueletos mecánicos, más allá de haber crecido

entre caricaturas con ‘mechas’, es la posibilidad de llevar una vida más normal a muchas personas que por algún impedimento físico o neurológico no pueden disfrutar de la cotidianidad como otros lo hacemos. En este entendimiento la tecnología permite emparejar el piso.

También encontramos tecnologías que complementan nuestra capacidad física muscular para atender la demanda de producción que tenemos hoy; al tener que hacer más y alimentar más gente, tenemos que suplir la demanda con más manos y más fuerza, o más precisión.

No olvidemos que aunque enorme, y a veces ruidosa, la capacidad de ‘motricidad fina’ de estos equipos es increíble . El uso de estas herramientas como posible paso intermedio o incluso para reducir el desgaste físico de una persona en tareas cansadas o reiteradas, puede ser muy interesante. No me refiero al joven de la caja de un banco poniendo un sello, pero imaginen poder programar la intensidad a la hora de subir muebles tres pisos durante una mudanza, o un cirujano que lleva más de cinco horas de trabajo. Esto nos lleva a pensar en ser muy conscientes de las tareas que hacemos y durante cuánto tiempo podremos hacerlas.

No quiero agregar más volumen al #ruidoblanco que hay alrededor de la pérdida de empleos versus el crecimiento de la demanda laboral y el impacto que la robotización, la automatización y los elementos intermedios como los exoesqueletos traen; pero hay que entender que es la misma demanda la que exige este tipo de soluciones.

Recuerdo el comentario de Sergey Brin respecto a Google Glass que causó algo de discusión: estamos agachados frente al celular, en vez de buscar eficientarlo. Se invirtieron millones en hacer unos lentes con una pantalla. Hoy sabemos que son útiles como exórganos visuales para tareas específicas a nivel laboral. También se podría resolver con el asistente de Google, menos pantalla y más audio, pero eso nos acerca a la idealización, como en la película HER.

La solución está en nosotros, en hacernos responsables de medir o proyectar a futuro el impacto de lo que hacemos y dejamos de hacer o adquirir. Tendremos que trabajar con los datos de los millones de sensores.

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